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LA JIRAFA DE VIENA. Arturo Morgado García

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Los parisinos no fueron los únicos que gozaron en la década de 1820 de la visión de una jirafa, por cuanto otro animal fue enviado por esos años al zoológico de Viena. Naturalmente, esto no nos vale como anécdota, sino que nos revela, en primer lugar, el creciente poderío de las naciones europeas, capaces de reunir, a escala cada vez mayor, toda la infraestructura diplomática y comercial necesarias para el transporte de animales exóticos. Y, en segundo lugar, la progresiva democratización de las ménageries, convertidas cada vez más en lugares de recreo de la burguesía triunfante, frente al carácter aristocrático y regio que habían tenido anteriormente.

En 1828 una jirafa era transportada desde el desierto nubio, cerca de la actual Darfur, hasta Viena. Esta jirafa demuestra que la alteridad de los cuerpos animales sirvió de cuando en cuando para consolidar lazos sociales y políticos. Cuando la jirafa fue llevada de Egipto a Viena, no sólo se convirtió en un espectáculo zoológico, sino que originó toda una cultura de la jirafomanía en una variedad de formas, desde peinados y ropas hasta el teatro, la danza, y la música, escribiendo Adolph Bäuerle una obra satírica al respecto, Die Giraffe in Wien, en la que critica el materialismo y la esclavitud por la moda de los vieneses que consumían ávidamente las imágenes de la jirafa. La proliferación de la imagen de la jirafa fue también un importante significante del status individual y nacional delos vieneses, ya que el consumo de los items relacionados con la jirafa demostraba su status económico, y la imagen de la jirafa servía para consolidar una identidad nacional basada en la ascendencia imperial sobre las naciones del Global South, a las que la jirafa representaba metafóricamente. Nuevos métodos industriales hicieron deseables estas imágenes que circulaban entre la pujante clase media, convirtiéndose la jirafa de Viena en un objeto de lo cotidiano, y una ornamentación burguesa que tenía un significado de identidad cultural y de clase para los vieneses.

La jirafa fue un regalo del pachá Mehmed Ali (por lo visto, se dedicaba a ganarse la buena voluntad de las naciones europeas regalando jirafas), que ya en 1824 había enviado una a Constantinopla y en 1826 otras dos con destino a París y Londres (aunque la segunda falleció por el trayecto). En 1827 el cónsul austríaco en Egipto, Giuseppe Acerbi, seleccionó a la jirafa macho destinada a Viena que fue transportada hasta la isla italiana de Poveglia, junto a dos vacas que le proveían de leche, así como de un cuidador local, Haggi Aly Sciobari. El motivo del hombre moreno como interlocutor entre la sociedad europea y los animales exóticos era bastante común en las representaciones pictóricas de estos animales en el siglo XIX, y en los zoológicos er afrecuente exhibirles junto a sus cuidadores. La presencia de estos individuos mostraba a estas criaturas como subordinados al imperio, a la vez que permitían establecer un paralelo entre las diferencias corporales entre europeos y africanos, tanto en sus gentes como en su fauna.

Tras pasar la cuarentena en Poveglia, la jirafa fue transportada por mar hasta Croacia para iniciar un viaje terrestre de 300 millas hasta Viena, aunque pronto la jirafa se indispuso y fue necesario transportarla en un vehícuo especial. Su paso por estas regiones fue recogido por la prensa, y el Allgemeine Theaterzeitung publicaría toda la ruta terrestre del animal. Este periódico, dirigido por Bäuerle (que luego escribirá una sátira sobre el animal) era ampliamente popular en el imperio. Finalmente, la jirafa llegaba a Viena el 6 de agosto de 1828, en cuyo zoo concitó la atención de los visitantes incluso en sus actividades más cotidianas. Hoy día, saturados de imágenes, nos resulta difícil de entenderlo, pero en aquella época muchas personas jamás habían visto una jirafa, ni siquiera en ilustraciones. La jirafa provocó un surgimiento de artículos de consumo, inspiró al músico Henri Herz para componer su Galoppe â la Giraffe, y el gran Paganini tuvo que cancelar una actuación en Viena por falta de público, ya que coincidía con el primer día en que la jirafa se exponía por primera vez en Schönbrunn. La jirafa simbolizaría rápidamente hegemonía colonial, lujo, status social, ocio, y las maravillas de la producción en masa, que permitiría a la clase media tener acceso a productos reservados anteriormente a los sumamente ricos. Era un símbolo del poder de la civilizada Europa, de su creciente clase media, y del capitalismo ascendente. En la obra de Bäuerle podemos ver a una familia de clase burguesa, los Meerschaum, ávidos de todos los productos de lujo de la alta sociedad, y que al llegar la jirafa a la ciudad redecoran toda su casa con motivos alusivos.

Extractado de Derek Lee Barton, "Everything à la giraffe; science, performance and a spectacular body in nineteenth-century Viena", en Wendy Arons y Theresa J. May, Readings in Performance and Ecology, Palgrave Macmillan, 2012. Y se pueden decir más cosas sobre jirafas, como revela el trabajo de Erik Ringmar, "Audience for a Giraffe: European Expansionism and Quest for the Exotic", Journal of World History, 17,4, 2006, que nos añade las jirafas llegadas a China en el siglo XV como producto de los viajes ultramarinos organizados por la corte imperial durante esta centuria, aunque estos esfuerzos imperiales, como es sabido, no tuvieron continuidad.


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