Un factor esencial para la difusión de la Historia natural fue la presencia de ilustraciones en los libros, y,de hecho, las grandes recopilaciones enciclopédicas de Gesner, Aldrovandi o Jonston, perderían mucho sin su magnífico aparato gráfico. En claro contraste, los libros publicados en España en muchas ocasiones carecen de ilustraciones, y, cuando las tienen, son de una calidad bastante pobre. Podríamos aludir a muchas explicaciones, como el atraso técnico de la industria editorial española, reflejado en el predominio de la xilografía o grabado en madera (de hecho, la calcografía o grabado en cobre no se asentó definitivamente en nuestro país hasta la fundación de la Calcografía Nacional en 1789), o al minifundismo empresarial imperante en la producción impresa, cuyos talleres eran incapaces de sufragar los costos económicos requeridos por este tipo de obras. Pero también hay otra posible explicación, más situada desde el plano de la demanda, a saber, el hecho de que el público español no era tan ansioso de ilustraciones, y en esta explicación ahonda Fermín del Pino al comparar las ediciones españolas y extranjeras de la Historia natural y moral de Indias de José de Acosta.
Hay algo en el propio estilo personal de gobierno de Felipe II enormemente representativo: su preferencia por los escritos minuciosos, por los archivos bien guardados y su evitación de las imágenes gráficas y ediciones abiertas al gran público. En la monotonía intimista preferida por el Rey para sus informes – y tal vez en su etiqueta sobria de corte – se adivina un trasunto de los textos españoles, publicados sin mapas ni dibujos. Este secretismo gráfico oficial, que pudiera considerarse justificado para los mapas y documentos cartográficos – aunque ya se ha visto que se trata de una privacidad gráfica connatural, no necesaria ni inducida –, se revela totalmente inexplicable para los demás informes contenidos en las crónicas de Indias, sin ilustraciones de tipo descriptivo o narrativo: su contenido no parecía requerir el secreto; pero era un hecho innegable...frente a la multiplicidad y perfección técnica de los grabados alemanes (especialmente a fines del XVI, con la talla dulce del famoso flamenco Theodore De Bry, muy superior a las xilografías tradicionales), los escritos americanistas españoles carecían de gráficos: “España descubrió América y la conoció mejor que otro país europeo, y pese a las muchas crónicas que se escribieron hubo un tácito silencio visual”. Efectivamente, las primeras crónicas de Indias (Colón, Cortés, Mártir, Vespuccio, y otros) no llevan ilustraciones en las ediciones españolas, sino en las europeas; especialmente en las alemanas, el país madre de la imprenta.
Solamente llevaron grabados excepcionalmente unas pocas crónicas de Indias, como las de Fernández de Oviedo (Sumario de 1526, e Historia de 1535 y 1547, segunda parte), Cieza de León (1554, en la edición de Amberes), López de Gómara (1554, 2a ed. de Zaragoza) o Antonio de Herrera (1601, solamente en la portada de sus cuatro tomos). Son ilustraciones técnicamente torpes (xilografías) cuando no son, como en el caso de Gómara, reproducciones vagas e irreconocibles de ciudades o paisajes tópicos (desembarcos, batallas, murallas, etc.), empleadas anteriormente por la misma casa editora de Zaragoza en la traducción de fuentes romanas, de Tito Livio concretamente, en 1520, aún así no originales, sino copiadas de la edición alemana del historiador romano (Maguncia 1505). El propio estilo pictórico de este caso excepcional
es medievalizante por la manera como reproduce la realidad y los vestidos, lo que se contradice con el profundo modernismo renacentista del texto escrito. La excepcionalidad de los grabados en la segunda edición gomariana de 1554 en Zaragoza se destaca editorialmente en el mismo subtítulo de la obra, donde promete “muchas figuras que en otras impresiones no lleva”...
Por lo que hace a los países centroeuropeos, de los cuales la serie de Bry podría figurar como prototipo de su característica “representación” americana, me pregunto, además, por la posible relación de esta perfección del dibujo con su pobre infraestructura “comunicativa” con el Nuevo Mundo; es decir, me pregunto si la ilustración gráfica más frecuente en sus traducciones de crónicas españolas de Indias no se corresponderá precisamente con esta necesidad de explicación física (de los objetos o de los referentes de lugar y situación geográfica) por parte de un público menos familiarizado con los cosas de las Indias, que necesita – en compensación – ser “ilustrado” con representaciones.
Extractado de Fermín del Pino Díaz, "Texto y dibujo. La Historia indiana del jesuita Acosta y sus versiones alemanas con dibujos", Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, 42, 2005. Ilustración extraída de los Grandes Viajes de Theodor de Bry, tomo IX, edición alemana 1601, edición latina 1602, texto original traducido al castellano.
Solamente llevaron grabados excepcionalmente unas pocas crónicas de Indias, como las de Fernández de Oviedo (Sumario de 1526, e Historia de 1535 y 1547, segunda parte), Cieza de León (1554, en la edición de Amberes), López de Gómara (1554, 2a ed. de Zaragoza) o Antonio de Herrera (1601, solamente en la portada de sus cuatro tomos). Son ilustraciones técnicamente torpes (xilografías) cuando no son, como en el caso de Gómara, reproducciones vagas e irreconocibles de ciudades o paisajes tópicos (desembarcos, batallas, murallas, etc.), empleadas anteriormente por la misma casa editora de Zaragoza en la traducción de fuentes romanas, de Tito Livio concretamente, en 1520, aún así no originales, sino copiadas de la edición alemana del historiador romano (Maguncia 1505). El propio estilo pictórico de este caso excepcional
es medievalizante por la manera como reproduce la realidad y los vestidos, lo que se contradice con el profundo modernismo renacentista del texto escrito. La excepcionalidad de los grabados en la segunda edición gomariana de 1554 en Zaragoza se destaca editorialmente en el mismo subtítulo de la obra, donde promete “muchas figuras que en otras impresiones no lleva”...
Por lo que hace a los países centroeuropeos, de los cuales la serie de Bry podría figurar como prototipo de su característica “representación” americana, me pregunto, además, por la posible relación de esta perfección del dibujo con su pobre infraestructura “comunicativa” con el Nuevo Mundo; es decir, me pregunto si la ilustración gráfica más frecuente en sus traducciones de crónicas españolas de Indias no se corresponderá precisamente con esta necesidad de explicación física (de los objetos o de los referentes de lugar y situación geográfica) por parte de un público menos familiarizado con los cosas de las Indias, que necesita – en compensación – ser “ilustrado” con representaciones.
Extractado de Fermín del Pino Díaz, "Texto y dibujo. La Historia indiana del jesuita Acosta y sus versiones alemanas con dibujos", Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, 42, 2005. Ilustración extraída de los Grandes Viajes de Theodor de Bry, tomo IX, edición alemana 1601, edición latina 1602, texto original traducido al castellano.