Quantcast
Viewing all articles
Browse latest Browse all 145

EL ARCA DE NOE. Arturo Morgado García

La semana pasada se celebró en el Instituto de Historia del CSIC un curso de verano titulado "El arca de Noé", en el que distintos especialistas se aproximaron a diversos aspectos de la historia natural, entre ellos el autor de estas líneas, que manifiesta desde aquí su agradecimiento. Ya en nuestra estancia en Madrid estuvimos comentando la situación por la que atravesaba el Consejo, y las declaraciones de su director publicadas el día de hoy en la prensa nacional, dan mucho en qué pensar. Ya no estamos hablando ni de derechas, ni de izquierdas, ni de arriba,  ni de abajo, que parece que en este país la crítica siempre se hace al otro bando, y se defiende al propio con la socorrida muletilla del "y tú más". Se trata simplemente de poner de relieve la política científica que está llevando a cabo nuestro gobierno actual, para el que reformar y recortar son términos sinónimos.

En primer lugar, todos los que estamos vinculados a universidades o centros de investigación vivimos con la sensación de que no va a haber relevo generacional, de que después de nuestra jubilación lo único que quedará será apagar la luz, cerrar con llave y tirarla al mar. Y esto rompe por completo la cadena de la transmisión del conocimiento: los que estamos hemos tenido unos maestros, a los que mucho les debemos, y tendremos o deberíamos tener unos sucesores que mejoren los resultados de nuestro trabajo. Y la raquítica política de becas y de contrataciones impide tener sucesores, y cuando los tenemos, el único consejo que podemos darles es que se hagan con el mejor curriculum posible para abrirse camino en el extranjero, para que otros países se puedan beneficiar del trabajo de los investigadores españoles sin haber invertido ni un euro en su formación.

En segundo lugar, si se quiere hacer ciencia hace falta dinero. Y la empresa privada de este país no lo va a proporcionar. Primero, porque no hay tradición de mecenazgo cultural ni científico, aquí las grandes firmas prefieren subvencionar equipos deportivos antes que productores de conocimiento. Y segundo, porque normalmente a los empresarios lo único que les interesa es el beneficio inmediato, y no se plantean lo que podrían mejorar dentro de cinco años si invirtieran en investigación.

Tercero, hay una obsesión por la ciencia aplicada antes que por la producción pura y simple de conocimiento, lo que es una consecuencia del talante economicista que se pretende dar a la política científica, olvidando que la ciencia, primero, pretende profundizar en la comprensión del mundo que nos rodea, en el presente, y en el pasado, y, en segundo lugar, extraer aplicaciones prácticas, cuando ello es posible, de los resultados de dicha comprensión. Al fin y al cabo, ni Newton ni Einstein acudieron inmediatamente a la oficina de patentes cuando formularon sus grandes teorías.

Y cuarto, la producción de conocimiento no está bien valorada socialmente. Se piensa que somos unos parásitos improductivos y que cobramos demasiado, cuando lo único que realmente consiguen quienes obtienen proyectos de investigación es dinero para trabajar más, pero no para lucrarse personalmente, a diferencia de otros países, como los Estados Unidos, donde un porcentaje, pequeño, pero porcentaje, de los fondos obtenidos, queda a libre disposición del investigador principal, que para algo lo ha ganado (como si lo quiere gastar en arreglar el cuarto de baño de su casa).

Podríamos hablar más y más, pero  ahí quedan estas reflexiones que no pretenden convencer absolutamente a nadie. Lo malo es que cuando llegue de verdad el Diluvio, no habrá Arca donde refugiarse.

Viewing all articles
Browse latest Browse all 145

Trending Articles