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EL COMERCIO DE PIEDRAS BEZOAR. Arturo Morgado García

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Las piedras bezoares, encontradas en el estómago de determinados animales, y con pretendidas propiedades medicinales,  fueron objetos de comercio para las grandes casas mercantiles como los Fugger y los Welser, y posteriormente por parte de las compañías holandesas e inglesas. Las grandes firmas comerciales y los embajadores incluían a menudo en su correspondencia noticias de piedras preciosas como las bezoares. En la temprana época moderna era un signo de prestigio para nobles y grandes comerciantes poseer no ya una, sino toda una colección de piedras bezoar, y algunas de estas colecciones fueron vendidas a la muerte de sus propietarios. Las más apreciadas eran las que se encontraban en los monos salvajes y en los puercoespines del archipiélago indonesio, y algunas fueron presentadas como regalos muy especiales, como la que le obsequiara en 1608 el gran duque de Toscana Fernando I de Medici a Eleonora de Medici, la duquesa de Mantua. Bezoares de todos los tipos se encontraban en las cámaras de maravillas, como la de Rodolfo II.

La demanda de piedras bezoar en los siglos XVI y XVII aumentó enormemente, no sólo por esta manía coleccionista, sino también por ser muy utilizadas como remedios medicinales, aunque muchas de las historias que circulaban al respecto eran absolutamente fraudulentas. Aunque las bezoares no son piedras desde el punto de vista mineralógico, el gemologista flamenco Anselmo Boetius las incluyó como tales en sus Gemmarum et Lapidum Historia (1609), debido a que con frecuencia eran utilizadas en la joyería y en la ornamentación, siendo llevadas como amuletos o talismanes.

De gran interés para la medicina eran las piedras encontradas en el estómago de los rumiantes asiáticos, que eran conocidas como lapis bezoar orientalis, cuyas propiedades como medicina y como antídoto fueron atribuidas a las cabras salvajes que vivían en las montañas de Irán, Afganistán, Pakistán y el norte de la India, siendo descritas por García da Orta (1563), Christoff Hyeble (1598) y Pedro Teixeira (1610), aunque en estos casos se trataba claramente de animales domésticos, así como las cabras examinadas por el francés Tavernier en la India en el siglo XVII. Naturalmente, no solamente se comercializaban las bezoares de estos rumiantes, sino también las encontradas en puercoespines, monos o cerdos,

Extractado de Peter Borschberg, "The Euro-Asian trade in Bezoar Stones (approx. 1500 to 1700)", Michael North (ed.), Artistics and cultural exchanges between Europe and Asia 1400-1900, Ashgate Publishing, 2010. Ilustración: piedra bezoar perteneciente al emperador Rodolfo II.


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