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EL SABER DE LOS JESUITAS. Arturo Morgado García

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Aunque es algo que durante mucho tiempo se ha tendido o preferido olvidar, los jesuitas tuvieron una importancia fundamental en la producción de conocimiento durante la Modernidad. Baste recordar que se trataba de una orden cuyos miembros tenían una elevada formación intelectual, y que al mismo tiempo gozaban de una difusión mundial, por lo que sus escritores podían contar con una red de corresponsales ubicados bien en China, bien en América, bien en tierras centroeuropeas, que les proporcionaban toda la información necesaria. Gracias a su pertenencia a esta auténtica multinacional del conocimiento, un autor como Athanasius Kircher pudo escribir un libro como China monumentis sin haber salido de Roma. La obra cuya introducción glosamos, debida a la pluma de Domingo Ledezma y Luis Millones Figueroa, nos proporciona numerosa información sobre el papel de la Compañía en las historias naturales americanas, incluyendo una serie de aportaciones sobre Kircher, Nieremberg, Gumilla, Clavijero, Juan Ignacio de Molina o Juan de Velasco.

El saber de los jesuitas debe entenderse como una combinación de tres coordenadas, la herencia del conocimiento aristotélico y de la tradición hermenéutica cristiana, la orientación humanística de su régimen educativo, y sus prácticas institucionales o cultura corporativa, a lo que debe añadirse que la sólida formación que recibía cada hermano jesuita se beneficiaba de adherirse de adhesión a una posición dinámica. La versión final de la Ratio studiorum de 1599 autorizaba a los profesores de filosofía a adaptar o desviarse del modelo inicial dominado por el neoaristotelismo, lo que dejó en claro que la Compañía adoptaba una posición flexible en las áreas de conocimiento que le interesaban. Primero a través de un eclecticismo filosófico y luego dejando espacios a posturas como el neoplatonismo y el sincretismo hermético, fueron aceptadas otras formas de indagación de la realidad. La cultura corporativa de la orden le permitió contar con recursos confiables para la investigación de la realidad más alejada de los centros tradicionales, por lo que los jesuitas no solamente desarrollaron su propio proyecto científico, sino que sus aportaciones fueron significativas también para quienes no compartían sus posturas  intelectuales. 

Los frutos del trabajo de la Compañía se vieron reflejados en tratados cosmográficos y de astronomía, diccionarios de lenguas no europeas, historias naturales, gabinetes de curiosidades y rarezas, compendios de geografía y botánica, y la actividad intelectual se vio beneficiada por el constante intercambio de noticias, cartas e informes sobre la cultura, naturaleza y cosmografía de las regiones donde se asentaban las misiones, gracias a la creación de una vasta red de información dentro de la orden. Las primeras noticias sobre la naturaleza de lugares desconocidos surgieron en las cartas que los misioneros jesuitas escribieron para informar de sus actividades. En los primeros cincuenta años de su existencia los jesuitas recopilaron numerosa información, y en 1598 el general Claudio Acquaviva dio instrucciones a todos los provinciales jesuitas pata que ordenaran la producción de textos historiográficos sobre sus misiones, y ello significó un gran impulso.

En la historiografía jesuita la descripción de la naturaleza desempeña una función encomiástica, los enigmas, prodigios y curiosidades proveyeron el contexto adecuado para la apología de los hechos edificantes y ejemplares de la compañía, lo extraño y lo fabuloso se rodeaba de un aura de veracidad gracias a su propósito apologético. Losa jesuitas buscaban resaltar las virtudes y destacar los sacrificios y milagros de sus misioneros, así como reclutar a nuevos miembros. Martirios, sacrificios y fenómenos prodigiosos eran la prueba de una revelación divina. La Historia de Acosta de 1590 se convirtió en la referencia obligatoria para los escritores sobre el Nuevo Mundo, y en su opinión la naturaleza del Nuevo Mundo ofrecía un material digno de haber sido abordado por Plinio o Aristóteles. Su historia logró modelar una visión sistemática y metódica del conocimiento del mundo natural y de los habitantes del Nuevo Mundo posible de ser integrada en las coordenadas del pensamiento europeo.

La difusión de la nueva información aumentó más el interés por lo exótico y lo desconocido, y para los jesuitas el contacto con el mundo natural de las tierras lejanas ofrecía oportunidades para reflexionar y participar en muchos asuntos, como el valor medicinal de las plantas o las cualidades de los minerales, la observación de los cometas o de nuevas estrellas, el trazado de las distancias y las fronteras de nuevos territorios, la ubicación del Paraíso terrenal o la diversidad de la flora y la fauna americanas. El intercambio de noticias e informaciones tuvo un efecto notable en las obras que los jesuitas escribieron en sus centros académicos europeos. El interés por todas estas novedades motivó un cuestionamiento del pensamiento escolástico eurocéntrico. Algunos jesuitas plantearon que el mundo natural no era más que un repertorio de significados simbólicos, y que su estudio e interpretación llevaría a que se descifrasen los enigmas y secretos ocultos en el libro de la naturaleza.

Datos de la obra: MILLONES FIGUEROA, Luis, y LEDEZMA, Domingo (eds.), El saber de los jesuitas, historias naturales y el Nuevo Mundo. Vervuet-Frankfurt/Iberoamericana-Madrid, 2005. Ilustración: Horóscopo universal de la Compañía, incluido en Athanasius Kircher, Ars Magna Lucis et Umbrae (1646).

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