Con su aportación Nieremberg pasa a formar parte de una cada vez más amplia nómina de autores cautivados por las posibilidades simbólicas de esta singular criatura; entre ellos, muchos tratadistas, como él, religiosos, y no pocos jesuitas, como ha mostrado García Arranz en su ya citado estudio sobre el uso emblemático del ave. Destacarían, entre las obras contemporáneas o posteriores a los trabajos de Nieremberg, el libro de emblemas de temática mariana Vie de la Mere de Dieu representée par emblesmes, obra del célebre grabador Jacques Callot, o, entre los tratados de sello jesuita, los libros Emblemata sacra de Fide, Spe, Charitate (1636), de Guilielmus Hesius, Imago primi saeculi Societatis Iesu a prouincia Flandro-Belgica (1640) y De l’art des devises (1666), de Pierre Le Moyne.
Pero, sin duda, el ejemplo más interesante lo encontramos en el ya mencionado tratado de emblemas Orpheus Eucharisticus (1657), del agustino Augustin Chesneau. Aquí el emblema dedicado a la manucodiata, basado en la información aportada por Gesner en su historia de los animales, plantea una singular correspondencia entre, por un lado, el cuerpo de la manucodiata macho y los huevos que alberga en la cavidad de su espalda y, por otro, Jesucristo y los frutos de la unión eucarística. Destaca especialmente la pictura que acompaña al texto; se trata de una excepcional imagen de dos aves acopladas en pleno vuelo, en alusión a la peculiar forma de incubar de estos pájaros descrita por los naturalistas de la época. Un ejemplo más, a cargo del grabador Albert Flamen, de original fusión entre conocimiento natural e iconografía emblemática. Flamen, de hecho, emplearía el motivo de la manucodiata en otras ilustraciones de tratados emblemáticos similares al de Chesneau. En concreto, es particularmente interesante, además de novedosa, una imagen perteneciente a la serie de Alegorías sin lema reproducidas en el volumen del Illustrated Bartsch dedicado a este artista. En ella se representa el peculiar ritual que siguen las aves del paraíso a la hora de abastecerse de agua: una de ellas es enviada primero como catadora, mientras el resto de la bandada espera. Se trata de una información aportada por Clusius en su Exoticorum libri decem, aunque Flamen bien podría haberse servido, como en otros ejemplos, de la Historia naturae de Nieremberg, donde este pasaje es copiado de forma literal.
Como sucediera con otros ejemplos extraídos de la fauna y la flora exótica, las aves del paraíso entraron a formar parte del muestrario de aves incluidas en composiciones como las dedicadas a la entrada de los animales en el Arca de Noé, escenas del jardín del Edén, o pinturas alegóricas sobre los cuatro elementos. Una incorporación algo tardía, deberíamos añadir, ya que los primeros cuadros en los que se representa este ave fueron realizados a comienzos del siglo XVII, es decir, varias décadas después de la aparición de otras imágenes ya mencionadas. Entre los primeros artistas que incluyeron el ave del paraíso en sus pinturas destaca Jan Brueghel el Viejo, siempre atento a las posibilidades iconográficas de las novedades procedentes del mundo del coleccionismo y del conocimiento natural. En varias de sus obras la manucodiata -fácilmente localizable en la parte superior de la composición, donde, representada en pleno vuelo, hace gala de su naturaleza etérea- aparece retratada, sin demasiadas variaciones, como un ave de cuerpo fino y cola larga de colores blancos y amarillos. Una representación muy parecida a la que ofrecen obras en las que participan artistas contemporáneos como Hendrik van Balen, Denis van Alsloot o Roelandt Savery, que a su vez sería copiada en pinturas de Jan Brueghel el Joven, su hijo, y de su nieto, Jan van Kessel el Viejo. En otras obras, sin embargo, Brueghel opta por retratar el ave del paraíso con patas, un dato significativo, tratándose de las primeras décadas del siglo XVII. Ya lo hemos señalado al referirnos a los esfuerzos de Clusius por hacerse con un ejemplar, o una imagen, de manucodiata completa antes de la publicación de su Exoticorum libri decem: la paulatina llegada a Europa, a finales del siglo XVI, de aves del paraíso con patas no las hizo mucho más accesibles ni visibles. Es por ello destacable que en fechas tan tempranas Brueghel pintara una, basándose en lo que parece un ejemplar completo, observado posiblemente durante su estancia en la corte de Rodolfo II. La colección rudolfina, recordemos, incluía varios ejemplares preservados de manucodiatas con patas. Se han conservado, de hecho, algunas imágenes de estos ejemplares realizadas en acuarela, ilustraciones que formarían parte de los álbumes de motivos naturalistas pertenecientes, también, a la colección de Rodolfo II, y cuya circulación y repercusión -después de todo, serían unas de las primeras representaciones de aves del paraíso completas- desconocemos. Posteriormente, otros autores especializados en la pintura de animales como Frans Snyders y Paul de Vos, o Jan Brueghel el Joven, siguiendo modelos de su padre, también retrataron ejemplares con patas. Son ejemplos muy escasos, casi podríamos decir aislados, dentro del conjunto de las representaciones de aves del paraíso en la pintura del siglo XII -un conjunto no demasiado amplio, por otra parte. Pero merecen nuestra atención, por constituir el culmen, el final de una historia que había comenzado más de cien años atrás, con los relatos de los primeros viajeros que visitaron las Molucas y la llegada a Europa de las primeras pieles disecadas.
Estas representaciones del ave del paraíso con patas señalarían, pues, el final de una doble transformación: la de un cuerpo mutilado y disecado reconvertido en un animal completo y vivo, y la de una singularidad natural en vuelo permanente retratada ahora como un pájaro más, posado sobre una rama, rodeado de otras aves. Una transformación -este es el dato interesante- mucho más rápida que la que tuvo lugar en otros ámbitos. Y mucho menos conflictiva, al mismo tiempo. Pensemos, por ejemplo, en el tiempo transcurrido entre estas primeras imágenes de manucodiatas en cuadros y el que posiblemente fue el primer grabado impreso de un ave del paraíso con patas: el publicado por Ole Worm, póstumamente, en su Museum Wormianum, de 1655.
Extractado de José Ramón Marcaida López: Juan Eusebio Nieremberg y la ciencia del Barroco, Universidad Autónoma de Madrid, 2011, Tesis doctoral, pp. 259-279. Ilustraciones: aves del paraíso en Orpheus Eucharisticus (1657) de Augustin Chesneau, Jan Brueghel el Viejo y Peter Paul Rubens, El paraíso terrenal y la caída de Adán y Eva (c. 1615), detalle; Museo wormiano (1655), de Ole Worm.