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NOS DEJÓ LAWRENCE DE ARABIA. Arturo Morgado García

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No era uno de nuestros actores favoritos (nunca nos gustaron sus ojos azules, nos parecían un tanto inquietantes, aunque lo mismo le pasaba a Sila), pero tuvo unas cuantas interpretaciones absolutamente antológicas, como Enrique II Plantagenet en Becket (1964), cuyo rodaje estuvo acompañado de continuas borracheras junto a Richard Burton, de nuevo Enrique II en El león en invierno (1968), en un auténtico tour de force junto a nuestra siempre adorada Katharine Hepburn, el atormentado y criminal general Tanz en La noche de los generales (1968), probablemente una de las primeras películas en las que se nos muestra la conspiración del 20 de julio y el ambiguo papel de Erwin Rommel en la misma, su entrañable fiasco como protagonista en Adiós Mr. Chips (1969)(el papel no le va en absoluto, pero le tenemos un cariño particular a la historia), el incompetente y arrogante Lord Chelmsford, responsable en última instancia de la derrota británica de Isandlwana tan bien narrada en Amanecer Zulú (1979) Reginald Jonston, atildado preceptor de Pu-Yi en El último emperador (1987), y algún papel más alimenticio últimamente, como Príamo en Troya (2004), o el papa Paulo III en Los Tudor (2007).

Pero donde demostró todo su talento, y donde todos le recordamos, es en su magistral interpretación de Lawrence de Arabia (1962), hasta el punto de que cada vez que contemplamos alguna fotografía de Thomas Edward Lawrence siempre intentamos encontrarle algún parecido con Peter O´Toole. Aunque la película omite algunos episodios de la vida del protagonista, como sus excavaciones arqueológicas en Palestina antes de la Primera Guerra Mundial (es un detalle poco recordado, pero su tesis doctoral leída en 1910 versó sobre La influencia de las Cruzadas en la arquitectura militar europea, donde aborda, entre otros, el célebre Krak de los Caballeros), en líneas generales refleja bastante bien no tanto su singladura vital como su complejo perfil psicológico, inseguro, indisciplinado, cruel en ocasiones, sexualmente ambiguo, de una energía inagotable, y de una voluntad a toda prueba. Y nos quedamos con la frase que pronuncia en su primer encuentro con el jerife Alí (Omar Sharif, también en estado de gracia en esta película): Mi miedo es cosa mía.

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