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NURIA VALVERDE PEREZ: ACTOS DE PRECISION (II). Arturo Morgado García

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La necesidad de generar conocimiento preciso, con números y datos fiables, era algo que los dirigentes españoles del siglo XVIII entendían muy bien. No hace falta más que remitirse a la elaboración del Catastro de Ensenada y a la preocupación constante tanto en la Península como en América por definir sin ambigüedad los límites fronterizos y las producciones locales, o por buscar el método más adecuado para elaborar mapas que no estuviesen sujetos a continuas revisiones o alteraciones. Si la insistencia de la comunidad científica en la objetividad es en parte una respuesta a las presiones foráneas, en el caso del imperio español esto estaba muy claro, sobre todo en lo relativo a la necesidad de estabilizar las colonias americanas. También se manifiesta en la inversión realizada en el Observatorio Real de la Marina en Cádiz (1753), que luego comenzaría a cobrar importancia a partir de la publicación del Derrotero de las costas de España de Tofiño. En otros ámbitos se estaba trabajando en la recolección de datos precisos, como la Real Academia Médico Matritense, que en 1737 puso en marcha el proyecto de las Efemérides barométrico.médicas.

A mediados del siglo XVIII, la ciencia europea todavía tiene un componente azaroso. La profesión de científico, vinculada a un organismo estatal y asalariado, no aparecerá en Francia hasta la revolución, cuando se potenció definitivamente la aparición de una conciencia de un grupo por medio de un proceso de definición de sus funciones. En Rusia Pedro el Grande llevaría a cabo una política mixta, reclutando a científicos extranjeros y creando centros de formación autóctonos, surgiendo así el investigador profesional, asalariado del Estado, cuya importación comporta la de su propia red de contactos, garantizando al mismo tiempo la lealtad, la circulación de la información y la representación internacional.

En España la ciencia presenta una clara militarización desde inicios del XVIII. El proceso comienza con los ingenieros y marinos, y se va extendiendo a otras ramas como la medicina y la botánica. Las inversiones se dirigen a proyectos a medio y largo plazo, y la propiedad de resultados e instrumentos queda en manos de la corona. Esto coincide con el surgimiento de los espacios de opinión pública, en un contexto de discusiones políticas. Así tenemos al partido aragonés, representado por Aranda, que opta por la militarización social vinculada a las hipótesis cameralistas,con el apoyo de figuras como Sarmiento, y que no hace sino profundizar en la orientación del desarrollo científico militarizado iniciado por Patiño. La opción contraria, la de Campomanes, desde unos planteamientos agraristas, con una importante influencia de los fisiócratas, plantea la necesidad de organizar a los mediadores naturales del mundo rural, la nobleza provinciana y el clero, y de redefinir su función social como eslabón entre los proyectos centralizados y su ejecución concreta, es decir, entre las academias y el público.

Extractado de Nuria Valverde Pérez, Actos de precisión, Madrid, CSIC, 2007, pp. 27-53. Ilustración: Observatorio de San Fernando (Cádiz).

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