Desde tiempos inmemoriales los niños europeos han jugado con muñecas, pero habrá que esperar quizás a la Modernidad para que estos muñecos tomen la forma de un animal. El cristianismo medieval, temeroso de las prácticas idólatras o mágicas, frenó durante varios siglos la fabricación de juguetes en forma de animales, y aunque en la Edad Media encontramos caballos de madera o perros de cáñamo, son relativamente raros y representan un bestiario poco diversificado. Solamente en la época moderna se difunden a gran escala los juguetes zoomorfos, y no es hasta inicios del siglo XX cuando nace el oso de peluche, cuyo nacimiento está ligado a la negativa del presidente Teodoro Rooselvelt, gran aficionado a la caza, a disparar sobre un oso negro (que habían atado para facilitarle las cosas) en noviembre de 1902, declarando textualmente que si mataba a ese osezno, nunca podría volver a mirar a sus hijos a la cara. Estas palabras fueron muy pronto difundidas por la prensa, y el 16 de noviembre de 1902 Clyford Berryman publicaba en el Washington Star una caricatura al efecto. Un tal Morris Michton, emigrante ruso instalado en Brooklyn, y propietario de una pequeña tienda, tuvo la idea de fabricar un oso de peluche y de pedir a la Casa Blanca autorización para llamarle Teddy, diminutivo de Teodoro. El éxito fue impresionante, y vendió la idea a la Toy Corporation en 1904. Cuando Michton falleció en 1938, la Casa Blanca envió sus condolencias a la familia, y la prensa recordó la historia del oso de peluche, lo que no estaba de más porque por Europa cundía la historia de que el juguete fue inventado por la alemana Margarete Streiff.
Margaret, que era paralítica como consecuencia de la poliomelitis, vivía en Giengen, y en 1901 tuvo la idea de fabricar pequeños animales de tela que sus hermanas y sus sobrinas vendían en el mercado con un cierto éxito. Al año siguiente uno de sus sobrinos, estudiante de Bellas Artes en Berlín, le envía el diseño de un oso copiado de un ejemplar existente en el zoo y le sugiere fabricar uno de juguete. Para este oso, Margaret prefiere la lana, y tuvo la idea de dotarle de brazos y piernas articuladas, lo que era una gran novedad, siendo presentado a la feria del juguete de Leipzig en marzo de 1903. Los comerciantes europeos se manifestaron escépticos, pero un norteamericano, que probablemente conocía la invención de Michton, encargó tres mil ejemplares. Hoy día es imposible saber quien fue el primero que lo inventó, y lo más seguro es que se trate de invenciones independientes.
Lo cierto es que antes de 1900 el oso estaba muy presente en el mundo de la caricatura y del diseño satírico, y ya poseía un carácter antropomorfo muy bien marcado. Hasta los años cuarenta, el único rival del oso era la muñeca, pero posteriormente tuvo que sufrir la competencia de todo un bestiario formado por conejos, perros, gatos, elefantes, y posteriormente de cerdos, carneros, asnos, y más tarde aún de leones, ornitorrincos, tigres, jirafas, hipopótamos y rinocerontes. Sobre todo mamíferos, pocas aves y peces y ningún insecto. Tanto el bestiario de juguete como el de los libros infantiles nos revela la hegemonía del oso, aunque la competencia sea dura. Primer compañero de juegos de infancia, se le puede tocar, abrazar, besar, retorcer, arrojar o morder, se puede hacer con él lo que se quiera, se le puede llevar a la escuela, al hospital o de vacaciones, es el ángel guardián, el protector, el confidente, y forma parte de la familia. Y cuando los niños se cansan del oso, son los padres los que lo guardan. En julio de 1969, Neil Armstrong y sus compañeros llevaron a la luna un oso de peluche.
Extractado de Michel Pastoureau, Les animaux célèbres, París, Arléa, 2008, pp. 264-274.