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EL MUNDO ANIMAL EN LA PRENSA AMERICANA FINIDIECIOCHESCA.

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Tal como sucedía en el Viejo Mundo, los animales formaban parte de pleno derecho de la vida cotidiana en el Nuevo. Se podían encontrar como mascotas en los hogares, deambulando por sus calles, molestando con sus picaduras a los sufridos humanos, o poniendo en peligro sus vidas en sierras, selvas o llanuras. Su papel era, pues, sumamente proteico, y la prensa finicolonial se hace eco en numerosas ocasiones de su presencia. Al igual que en la metrópoli, la creencia más extendida era que los animales estaban al servicio del ser humano. De ello hay numerosas manifestaciones, como los espectáculos con animales. Naturalmente, las corridas de toros, de las que se hace eco en bastantes ocasiones la prensa novohispana. O las peleas de gallos, anunciadas en el Diario de México del 24 de octubre de 1805, siendo tanta su importancia en Lima que el Mercurio peruanodedicó un prolijo artículo a describir el coso de gallos existente en la capital del virreinato. En la Gaceta de México del 17 de octubre de 1801 se hacía alusión al “cerdo erudito de Londres”, capaz de escribir “cualquiera nombre, apellido, verso o lo que le piden, sea lo que fuere, por medio de un alfabeto que se tiende en el suelo, forma con números las cantidades que se le pide en las cuentas de sumar, restar, multiplicar y partir, dice el número de personas que hay en una pieza, expresando los que hay religiosos, niños, señoras y demás, pone la hora en manifestándole un reloj...responde a muchas preguntas”. Y no menos estupor debió provocar la elefanta que, procedente de Asia, pasó a los Estados Unidos, la isla de Cuba, el puerto de Veracruz y, finalmente, la propia capital novohispana, destacando por su extraordinaria mansedumbre, dejándose manosear de todos, y, especialmente, de su conductor, aunque tales sentimientos de asombro los podemos encontrar también en la metrópoli española.

También encontramos en ciertas ocasiones planteamientos sobre la necesidad de la aclimatación de especies que podrían ser beneficiosas por su utilidad, reflexiones que, también encontraron su correlato en España, donde en alguna ocasión se trataría la conveniencia de introducir en la Península especies como los camélidos andinos o el bisonte americano. En la Gaceta literaria de México de 16 de agosto de 1791 hay un artículo donde se expone los beneficios que conllevaría la aclimatación de camellos en América, 
  lo cual no sería tan difícil, por cuanto “el calor de nuestras costas no es tan excesivo como el de Africa a igual latitud, que nuestro terreno no es tan penoso como los vastos arenales de la Libia, ni tanta la escasez de agua, aún en lo más reseco, como en los desiertos de la Arabia, que el camello hace un gasto muy reducido, respecto a su corpulencia, y que es casi imposible que aquí le falten los pastos”. Apto seguido pasaba a considerar los beneficios económicos, exponiendo cómo “de Tehuantepeque a México gastarían los nuevos conductores cinco días de camino, cargado cada uno con cincuenta arrobas de peso, otros tantos en su regreso, sin necesidad de comer ni beber en toda esta distancia. En una palabra caminando a treinta leguas por día, una jornada de camello equivale a seis de las mulas, y acaso ahorrando por otra parte los pastos que éstas consumen diariamente. Con qué prontitud y con qué poco gasto tenía V. a México y las demás ciudades del reino abastecidas de los frutos de las costas cuyo precio había de disminuirse en razón inversa de la abundancia”. Ello permitiría reservar “para el cultivo del maíz y demás semillas de primera necesidad los terrenos en que no sólo es menos contingente, sino casi segura la cosecha, y teniendo bestias de cargas para facilitar con prontitud y comodidad su conducción, los labradores de las otras tierras se dedicarían a estos nuevos ramos de industria, y dentro de pocos años tomaría un feliz incremento el comercio interior de nuestras provincias, y se desterraría para siempre la ociosidad y la miseria, que indefectiblemente la acompaña en todas partes. Viviríamos todos a menos costo, y la población se aumentaría más y más todos los años". En estos afanes utilitarios, no podía faltar el interés por una de las principales riquezas del virreinato novohispano, a saber, la cochinilla, objeto de una prolija descripción en la Gaceta de literatura de México en 1792. Varios años antes, la Gaceta de México del 2 de junio de 1784 se lamentaba de que su cultivo podía estar mucho más extendido, habida cuenta de la abundancia de nopales en toda Nueva España. Pero los animales suponían mucho más que una mera fuente de provecho. 


En la Europa del XVIII, y también en la metrópoli, comenzaba tímidamente una corriente que tendía a poner de relieve la cercanía y la proximidad espiritual entre los animales y los seres humanos, haciendo hincapié en factores como una providencia divina que había proporcionado a cada criatura los medios suficientes para la supervivencia, o las señales de afecto y de inteligencia que en muchas ocasiones podíamos encontrar en ellos. Ello responde a una doble herencia cultural: por un lado, en el folklore campesino tradicional se había transmitido la creencia de que las criaturas salvajes eran inteligentes y poseían un lenguaje para comunicarse entre ellas, tal y como se reflejaba en las fábulas. Y, por otro, lado, entre las élites la observación y el trato con las mascotas familiares había afianzando la opinión de que los animales eran inteligentes, moldeables a la educación y afectuosos y receptivos hacia los sentimientos de sus amos. De hecho, en la prensa española de finales del siglo XVIII podemos encontrar numerosas noticias sobre la inteligencia y la lealtad de los animales, y esta admiración también se reflejada en la prensa colonial: en el Diario de México encontramos una referencia según la cual “recordé las expresiones que el espectáculo de la naturaleza hace de las abejas. Sobre el producto de su cera advierto que de ésta se labran velas...estos animales omiten salir de la colmena en los nocivos temporales, extrañan el invierno y sea, porque carecen de flores, demuestran por sus frutos que con sus aguijones defienden lo fértil o estéril de los años, últimamente no son perezosas, miden sus vuelos, y velan a estos animales los hombres”.En otra ocasión, nos incluye una noticia extraída de la Gaceta de Bayonarelativa a la menagerie de Viena, en la que se nos cuenta cómo “el tigre macho de Bengala, que hay en la mencionada casa, se alimenta de costumbre con vaca, carnero y demás reses, que se matan en las carnicerías, pero cuando tiene su enfermedad ordinaria (especie de oftalmia) le dan animalillos vivos, con cuya sangre caliente logra curarse. Eso supuesto, echáronle hace unos meses una perrilla de un carnicero, en un momento justamente, en que la fiera estaba rendida en tierra, y descansando con la cabeza sobre sus propias manos. La perrilla, entonces vuelta ya de la primera sorpresa que el instinto debió producir en ella a la vista de un animal de naturaleza tan diversa de la suya, se acerca y comienza a lamerle los ojos. El tigre halló con eso tanto alivio que olvidando su inclinación natural por la carnicería no solamente no la usó con la benéfica lamedora, sino que le dio testimonios de su gratitud por medio de los mas repetidos halagos. La perrilla continuo lamiéndole, de manera que en pocos días se ha visto, cuando el enfermizo animal, el que de resultas de esto tiene tal inclinación a su empírica compañera, que jamás toca el alimento sin que ella se saboree primero con los mejores pedazos, y aun sufre que en sus retozos le muerda sin dar otra señal de sentimiento que la de repetir nuevos halagos” .

Naturalmente, este sentimiento de afecto a los animales se reflejará en mayor proporción en las mascotas domésticas. Periódicamente la prensa colonial se hace eco de su pérdida, lo que nos muestra la preocupación que generaba a sus amos el no dar con su paradero. Así, el 21 de marzo de 1806 encontramos en el Diario de México una referencia a“un perrito fino, medio cuerpo pelado, poco más de una cuarta de alto”, y, en días posteriores, se referirá a “un perrito dogo, fino, con collar de raso negro, ribeteado de blanco, y muchos cascabeles”, “un perro dogo de color de coyote claro, hocico negros”,  “una perrita fina que entiende por Chila, es toda blanca con las orejitas quapaztles, se le está cayendo el pelo desde el pescuezo para la boca, entréguese allí mismo”, “un perito fino, poblano, blanco, recién pelado del brazuelo para la cola, con unos cuantos lunares negros o pardos en el cuerpo”, “un perro de presa amarillo con las orejas cortadas y el hocico negro un lunar negro bajo la oreja derecha”.Pero no sólo encontramos perros, sino que también las aves de jaula se encontraban con frecuencia en los hogares, hasta el punto de que podemos encontrar anuncios de venta de jaulas y pajareras, como en el Diario de México, donde se nos ofrece “en precio moderado una pajarera portátil de cedro fino, muy bien labrada, con 14 jaulitas de nidos y 5 canarios copetones, de cria. En el Diario de México del 29 de octubre de 1805 encontramos una fábula titulada El censontle, el Chichicuilote y el gato, en el que se nos muestra a una dama que tenía enjaulado en el balcón de su casa a un censontle (cenzontle o sinsonte), que dejaba admirados a los transeúntes por la cantidad de animales a los que era capaz de imitar. En otra ocasión se nos alude a un periquito “de aquellos/que saben con mucha gracia/cantar saynetes enteros. El cariño y el afecto podía llegar a tal extremo que la muerte de uno de estos animales podía provocar llantos desconsolados, como nos revela la oda “A Silvia en la muerte de un pajarillo, tema, por otro lado, tremendamente prerromántico, tan bien plasmado pictóricamente en el cuadro de Greuze.

Aunque no siempre las mascotas domésticas causaban estos sentimientos de cariño. La multiplicación de algunas de ellas, como los perros, era considerada como un auténtico problema. El 7 de enero de 1790 en la Gaceta de México se ordenaba que los propietarios de mastines o alanos no los dejasen sueltos por las calles, bajo una multa de diez pesos, lo que no deja de recordarnos disposiciones similares tomadas en la capital de la monarquía. Aunque el problema no se resolvería, y de ello se hacía eco el Diario de México, que nos mostraba cómo  De poco tiempo a esta parte se ha inundado la población de tan crecido numero de perros de todas clases, que a veces se hace insufrible el desorden que ocasiona la abundancia de estos animales...es ciertamente la mas fea nota permitir que anden vagando en medio de las poblaciones de algún trafico los animales domésticos, vacas, cerdos, asnos etc que solo sirven de perjudicar al vecindario en lo físico y lo moral, especialmente los perros, porque como a cada paso se multiplican en breve tiempo no se encuentran mas que porciones de ellos en el ejercicio de sus naturales inclinaciones...con los accesos de su lubricidad despiertan tal vez  a la inocente puericia y aun al adulto le excitan representaciones peligrosas...atiéndase a la indecentísima costumbre de llevarlos al templo...es una especie de desacato permitir a dichos brutos se echen sobre los altares, que retocen y corran por entre las gentes, como lo harían en mitad de un campo.

Lo mismo sucedía con otras especies, que deambulaban libremente por la calles. En la Gaceta de México del 12 de enero de 1790 se incluía un bando del intendente de corregidor prohibiendo a los propietarios de vacas y becerros que las hicieran pastar de día y de noche en las calles y plazas de la ciudad. El 21 de febrero de 1792 se extendía esta prohibición a los cerdos. Suscitaba preocupación la eliminación de los cadáveres de animales que fallecían en las casas, especialmente perros, gatos, mulas y caballos, ordenándose en la Gaceta del 7 de septiembre de 1790 que fuesen conducidos en el término de doce hora al “sitio donde se llevan las basuras del público”, so pena de diez pesos de multa.

La prensa finicolonial no se suele hacer eco de la presencia de animales peligrosos para la vida de los humanos, salvando alguna referencia aislada, como una noticia de 1804 procedente de las Provincias Internas en el que se mostraba a un niño de doce años matando con una lanza a un oso que estaba amenazando la vida de su padre. Más temidos eran los mamíferos como plagas. En la Gaceta de México del 8 de febrero de 1785, se expresaba con preocupación la abundancia de lobos y coyotes, para los cuales se había dispuesto una serie de trampas que consistían en agujas cruzadas introducidas en trozos de carne que perforaban los intestinos de estos animales, indicándose además la existencia de plagas de ratas en 1782 en la jurisdicción de Guanajuato, y al año siguiente en la de León.

Por el contrario, los insectos y demás artrópodos suscitaban una auténtica obsesión, y de su abundancia ya se hicieron eco en repetidas ocasiones tanto los visitantes procedentes de la metrópoli, tal como podemos ver reflejado en el relato de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, como los cultivadores de la Historia natural en el mundo americano. Su multiplicación era considerada un anuncio fatal de enfermedades, haciéndose notar que una plaga de moscas de color azulejo habida el año anterior coincidió con una fuerte epidemia.Tamaña era la preocupación que en el Diario de México del 11 de febrero de 1806 se aludía a la necesidad de “que se inventase una máquina de fácil composición para ventilar las habitaciones y librarlas de los insectos”. En la misma publicación, se aludía a los medios para sacar a las hormigas de sus hormigueros, y a la utilidad de esta máquina para destruir a otros insectos.

Tenemos, ante todo, a las cucarachas. Periódicamente se anunciaban remedios para extirpar su molesta presencia, aludiéndose en el Diario de Méxicoa una yerba existente en la provincia de Oaxaca “llamada la cucaracha, la que molida y mezclada con masa de maíz las acaba. La cal viva quemada en el aposento donde las hay, obra igual efecto, y lo mismo el vagazo del fríjol, solo ciertas cucarachas y sabandijas no tienen remedio. Por lo que se refiere a los piojos, en el Diario de Mexico del 24 de febrero de 1806 encontramos una noticia sobre “la pepita de chirimoya machacada, o hecha polvo, y estregada en la cabeza, consume los piojos, es remedio muy usado en algunas ciudades del Perú, principalmente para muchachos que crían tanto estos bichos”.También encontramos alacranes, mostrándose en la Gaceta de Méxicodel 12 de julio de 1785 un remedio para eliminarlos, consistente en “una parte de raspadura ó rasura de cuerno de Ciervo, otra igual de Fresno, y otra de Azufre, y se mezclarán. Se pondrá un brasero con lumbre bien encendida en cada pieza de lasque tenga la casa, y en cada uno se echará de dicha mixtura la cantidad que se quisiere para que se llene de humo toda la casa y mueran los Alacranes”. Tal era su abundancia que periódicamente los gobernadores locales organizaban campañas de exterminio, como sucediera en Durango en 1787, consiguiéndose la eliminación de más de 56.000.

Y, sobre todo, los enormes parásitos que se introducían en el interior del organismo. En el Mercurio peruano del 16 de febrero de 1792 se nos incluye una noticia sobre una tenia de cinco varas y media alojada en el cuerpo de un soldado del regimiento real de Lima, que falleció como consecuencia de ello. Se reconocía implícitamente el atraso de la ciencia en el mundo colonial, aunque se aprovechaba la ocasión para poner de relieve el celo de las autoridades, declarándose al respecto “No habiéndose concluido la habilitación del anfiteatro anatómico Faltan los recursos prontos para la indagación de unas causas sin cuyo conocimiento jamás podrá adelantarse la medicina peruana, por fortuna vivimos bajo de un gobernador esclarecido que va a perfeccionar esta obra interesante y a dejar en ella a la posteridad un nuevo monumento de sus luces y beneficencia”. El 25 de agosto de 1784 encontramos en la Gaceta de México una noticia de Oaxacaacerca de una especie de moscón que depositaba sus huevos en las fosas nasales, provocando que las larvas taladrasen las mejillas y las mandíbulas.El 10 de mayo de 1785 se nos mostraba a una muchacha de la capital novohispana arrojando una sanguijuela por la vulva, aunque se comenzaba a ofrecer como remedio echar cal a las aguas donde bebían los animales, con la ventaja de que era un procedimiento rápido y que no ofrecía riesgo para la salud, según Joseph de Alzate, autor que ofrecerá en otro momento las virtudes de la cevadilla, muy abundante en las sierras de Tecalitán, donde era utilizada por los criadores de ganado para eliminar los gusanos de los intestinos de los animales, aunque también servía para las mordeduras de serpientes.

Paradójicamente, en muchas zonas del continente no se conocía la rabia, que tanta preocupación generara en España, al menos según el Mercurio peruano del 2 de febrero de 1792, en el que se nos muestra que los animales más perniciosos que se conocían eran las víboras, culebras, salamanquesas, utas (semejantes a las lagartijas, aunque más pequeñas y sin cola) y arañas, lo que contrastaba con la inexistencia de la hidrofobia. No se era tan afortunado en las tierras de Nueva España, donde en cierta ocasión se realizaba, concretamente en Guadalajara, un experimento con el veneno de una víbora, que sanó a un perro de esta dolencia tras morderle en el cuello, aludiéndose también a la existencia de un arbusto que se daba en una hacienda cercana con cuyas hojas disueltas en agua se curaba la enfermedad.
           
Muy en la línea de una corriente muy extendida aún en el siglo XVIII, la prensa finicolonial se hace eco en numerosas ocasiones de los caprichos de la naturaleza. En algunas ocasiones, se aportan noticias de lugares muy lejanos, como hiciera el Diario de México, que reflejaba el nacimiento de una ternera de dos cabezas en Brullioles, localidad a orillas del Ródano. O un extraño lagarto procedente de Lemberg semejante a los dragones, y que presuntamente fue el responsable de la muerte de varias personas.  (Gaceta de México, 6 de diciembre de 1805), O el mucho más llamativo y temible Monstruo de Jerusalén, descrito en la Gaceta de México del 24 de marzo de 1789 , y cuya noticia fuera extraída de una Gaceta publicada en Palermo y reimpresa en Génova y Turín en 1788. Tras haber matado varias cabezas de ganado y a 39 personas, el monstruo sería finalmente abatido por una partida enviada por el bajá de la zona (historia que no nos deja de recordar al monstruo de Gévaudan), siendo descrito como del tamaño de un caballo y la cabeza de un león, con dos astas como de buey, unos dientes de palmo y medio de largo, las orejas caídas, cuatro tetas como de vaca, los pies con unas garras muy larga y con seis espolones de gallo saliendo de su espinazo.
 
Otras veces, nos encontramos con la descripción de animales desconocidos, incluyéndose en el Mercurio peruano del 20 de enero de 1791 una noticia relativa a la localidad de Cañete reflejando cómo En estas costas se han dejado ver estos días unos animales marinos, cuya configuración es a especie de una viuda cuando está de duelo, es decir, con una cauda muy larga negra que la cubre toda la espalda, la cara tiene figura de una roca, y sigue todo el pecho y cuerpo blanco, tiene un mugido como de toro cuando sale a la superficie del agua permanece sobre ella el espacio de una ave maría, y a veces el de dos minutos, con la circunstancia de salir de dos en dos casi a un mismo tiempo y en zambullendo uno le sigue el otro. Dichos fenómenos han causado mucha novedad en el lugar, pues los indios y otras personas de dilatada estación en este valle dicen no han visto nunca semejantes peces, y creen que hayan venido a estas playas fugitivos de alguna peste que se padezca en alta mar, o en busca de su alimento por abundar aquel mucho”. En la Gaceta de Literatura de Méxicodel 4 de enero de 1793, por su parte, se aludía a la existencia de una misteriosa niña marina hallada en las tierras de los esquimales y que en 1768 vivía en París. También hay referencias a animales con una fuerza fuera de lo normal, mostrándose en la Gaceta de México del 4 de julio de 1807 los daños provocados por un pez espada a un navío norteamericano en las costas de China, llegando incluso a perforar una de las planchas de cobre del buque.
 
Pero lo más frecuente son las alusiones a nacimientos extraordinarios, siendo los sufridos animales domésticos los más reflejados en estas noticias, como la ofrecida por el Mercurio peruano del 18 de marzo de 1792 sobre un ternero bicípite. Pero será la oficialista Gaceta de México la más proclive a incluir este tipo de referencias, bien es verdad que cada vez con menos frecuencia a medida que transcurre el tiempo, comenzando por las noticias relativas a mulas que dieron a luz (todos sabemos que supuestamente son estériles), y continuando por todo tipo de caprichos de la naturaleza. En raras ocasiones nos consta que estos animales fuesen objeto de exhibición al público o a las autoridades coloniales, siendo de notar que sigue persistiendo la creencia de que estos monstruos son debidos a la conmixtión de especies, como es el caso del perro anunciado en agosto de 1788.

NACIMIENTOS MONSTRUOSOS ANUNCIADOS EN LA GACETA DE MÉXICO.

10-3-1784 Pollo con dos crestas, dos picos, tres ojos y dos pies.
8-2-1785   Becerro con seis pies y dos colas.
22-3-1785 Gato con cuatro pies, cuatro manos y dos colas.
7-6-1785     Toro con cuatro cuernos y seis pies.
12-7-1785  Dos carneros unidos por la parte anterior del pecho.
24-9-1785 Pollo con cuatro pies.
4-10-1785 Pavo con cuatro pies, cuatro alas, y dos colas.
18-10-1785 Asta de carnero de un peso de ocho libras.
22-11-1785 Cerdo don dos cuerpos y dos rabos.
16-1-1787 Venada que dio a luz dos crías con figura de marranos y piernas de venado.
23-10-1787 Cordero con dos cabezas y cuatro ojos.
6-2-1788 Potro con un solo ojo en medio de la frente.
6-5-1788 Oveja con dos cabezas.
5-8-1788 Perro con la parte superior de chivo y la inferior de perro.
10-3-1789 Dos borregos unidos por el vientre t con una sola cabeza.
7-12-1790 Huevo de gallina gigantesco.
11-10-1791 Polluelo con cuatro alas, cuatro pies y dos cuellos.
27-12-1791 Cordera con dos cuerpos.
24-4-1792 Cordero con cuatro pies, cuatro manos, y dos lenguas.
8-3-1794 Cordero con cabezas, manos y colas duplicadas.
4-10-1794 Polluelo con dos cuerpos.


Sin embargo, las noticias más interesantes sobre animales en la prensa finicolonial hay que relacionarlas con la introducción de una Historia natural más descriptiva, lo cual, por otro lado, ya se venía practicando en el estudio de la naturaleza americana desde los primeros tiempos de la conquista. Será el Mercurio peruano uno de los primeros que se haga eco de una manera sistemática de esta nueva tendencia, lo que no es de extrañar, habida cuenta de la fuerte tradición local existente en el virreinato, que se remontaba a Bernabé Cobo. Ya el 25 de marzo de 1793 se incluía una extensa noticia sobre los diferentes cuadrúpedos, volátiles, reptiles y peces del partido de Trujillo, basadas en buena parte en las informaciones proporcionadas por la obra del prelado Baltasar Martínez Compañón, en la que se nos mostraba  cómo “Es punto a la verdad digno de la mayor admiración el ver aquellas regiones cuasi incógnitas habitadas en la principal parte de indios salvajes, y poseídas de los mas feroces animales, tan varios y singulares, que sus propiedades, estructura y armoniosas pieles pregonan las prerrogativas de su alto artífice. No es menos prodigiosa la clase de las aves, pues parece que han escogido por su domicilio estas ocultas entrañas de os bosques, cuya multitud, agradables plumas, dulces cantos, y suaves gorjeos, después de embelesar con su dulzura el sentido y contemplación del que las oye, son  otros tantos panegiristas de las maravillas de su autor, y de las que trataré en su lugar oportuno. Al cambio de estos animales raros, logramos aquí los mas útiles y los mas provechosos en la especie de los domésticos, pues luego que los españoles conquistaron las Américas, activos e industriosos, se dedicaron a trasladar los bueyes, los carneros, las cabras, los asnos y los caballos, de tal modo, que se han ido propagando éstos, tanto que en todo lo dominado los hay con abundancia”.

A partir de ahí, se inicia la descripción de las diferentes especies animales, combinando lo nuevo, a saber, el tono descriptivo y el interés por los aspectos utilitarios, con lo viejo, tal la persistencia de elementos míticos y la utilización de términos europeos para denominar a las especies americanas. Así, del leopardo (el jaguar) nos muestra que procede, siguiendo a Plinio, de la unión entre el oso y la leona. El gato montés, por su parte, procede de la unión entre el león y el tigre, aunque no es tan grande como el ubicado por el autor latino en las tierras de Hircania y la India. De los ciervos, definidos como limpios, hermosos, y útiles, en lo que no hace más que seguir la positiva valoración que de este animal realizara el cristianismo, no podía dejar de referirse a la piedra bezoar que se encuentra en su interior. Los raposos, en realidad mofetas, son denominados hediondos porque “cuando lo persiguen moja su copiosa cola con sus orines”, aunque su hígado una vez seco y reducido a polvo y mezclado con vino es útil para el dolor de costado. Existen también conejos, aunque sin cola, que son muy estimados por los indios, que los crían en sus casas como alimento, siendo guisados con manteca, papas y mucho pimiento. Los denominados por el autor conejos de Castilla son poco conocidos, y no hay mucha afición para cazarlos. Recoge asimismo la noticia sobre el misterioso carbunclo, haciéndose eco de la diversidad de opiniones al respecto, “dudando los unos si sea animal cuadrúpedo, otros si se llama así a una piedra resplandeciente nombradas rubí o a lo menos parecida a ella, que luce en las tinieblas y finalmente los más afirman que esta preciosa alhaja se cría en la cabeza de un animal que tiene un capote con que la cubre cuando trasciende lo van a coger....en el tránsito que sigue de esta ciudad para el ameno valle de Chicama se ofrece un cerro pedregoso a que estos moradores llaman de la Campana en su falda el año de 1786 encontró a este cuadrúpedo un pasajero viniendo en su caballería de noche, no estaba ésta muy oscura, y vio caminar a paso lento a este animal, cuya figura distinguió ser poco mayor que un raposo de los comunes, quien esforzando su caballo le siguió, alcanzándole a dar un latigazo en el lomo con las riendas del freno, al verse este animal lastimado abrió la compuerta de su frente, y llenó de luz la campaña, dejando admirado al caminante. No ha sido éste el único que lo ha visto tan cercano, pues también hay otro testigo que también afirma haberlo encontrado de noche entre unos peñascos en la misma inmediación o distancia de seis leguas, yendo de la Hacienda del Sausal para el camino del mismo valle, éste que no conoce al otro de quien hemos hablado, asegura lo mismo, sin diferir absolutamente en cosa alguna de la relación del primero, pero con la particular circunstancia de haber éste combatido con el animal, del que dice no ser veloz en la carrera, pues queriendo aprisionarlo a poca diligencia le echó mano, en cuyo acto abrió su lumbrera y lo dejó no menos asombrado que al primero. Ya he dicho lo que por éstos se asegura de este animal, dejando a otros muchos que dicen le han visto, y aunque no he logrado por más esfuerzos que he hecho examinar personalmente los dos primeros testigos, estoy bien informado que son hombres de verdad y recto manejo, a quienes jamás los han notado ebrios ni delirantes. Pero aún dejando atrás estas circunstancias, puedo aumentar más el mérito de la verdad de estos prodigiosos sucesos con otra autoridad mas respetable, y es que el sabio especulativo Ilmo. Señor obispo que fue de esta diócesis doctor don Baltasar Jaime Martínez Compañón, que actualmente es arzobispo de Santa Fe, en su prolija visita trató mucho y dio más extensa idea de este animal, cuya figura la dirigió al soberano, no sólo conducido de esta noticia, que dejó relacionada sino que generalmente afirman su existencia, y continua vista en la tierra de los llamas, hacia la parte austral de esta América. En las inmediaciones de Jaén por la parte de Piura, igualmente dicen haberlo visto, y todos uniformes dan la misma razón en cuanto a la luz y figura de este nocturno”.

Estas descripciones continuarían en el ejemplar del 14 de julio de 1793 relativas al partido de Piura, perteneciente a la intendencia de Trujillo, destacando la referencia al danta, ante, gran bestia,  o, como lo conocemos en la actualidad, tapir, enemigo mortal del tigre, y cazado por los indios por su carne. O la descripción del oso hormiguero, “tan lerdo o perezoso que el diestro cazador lo aprisiona a corta diligencia”. Mucho más peligroso es el llamado oso frontino, de estimada carne por cuanto extingue el mal gálico, a la vez que su grasa sirve para suavizar los nervios entumecidos, pero que siente una particular apetencia por las mujeres, contándose la historia de una pastora india a la que raptó en el pueblo de Salas, y de la que estuvo abusando durante cuatro meses de ella, aludiendo al testimonio de un testigo fidedigno, el entonces cura, y luego canónigo de Lima, Fernando Cortez. Los saginos, chanchos, paquiras, o jabalíes (denominados pecaríes en la actualidad) ya fueron descritos, según el autor, en la obra de Joseph Gumilla, y de ellos destaca su carácter gregario. Hay numerosos tigres, cuya piel es utilizada como adorno, así como leones (pumas), que carecen de la melena de los africanos.

Los números posteriores continuarán haciéndose eco de estas descripciones.  Así, en el del 29 de septiembre de 1793, le tocaría el turno al partido de Saña o Lambayeque, destacando la descripción del picasar, vicsilin, quende, o, para nosotros, colibrí, por cuanto incluye elementos de carácter mítico y legendario, a saber, la noticia de que tiene un sueño de seis meses, según recoge Francisco Marcuello en su Historia de las aves. Y en el del 23 de marzo al de Cajamarca, debida a la pluma del contador de la Real Aduana Joseph Ignacio Liquanda, donde nos muestra al denominado gambusino, pulupulu, quirquincho, mulita o, como decimos en la actualidad, armadillo, descrito con  la técnica del puzzle, siempre tan socorrida para referirse a las especies americanas (“es de la estatura poco mayor que un gato su figura es en su trompa cabeza y cuerpo parecida a la de un cerdo pero le cubre una concha amarilla o de color cenizo listada a manera de la de tortuga que lo hace agradable a la vista”), y cuya carne salada y ahumada es mejor que la del más exquisito jamón de Extremadura.

 En la Gaceta de México, por su parte, encontramos referencias a las llamadas hormigas de miel, conocidas en Cempoala como vinitos. Y la llegada de una elefanta a la capital debió provocar tanto impacto que se incluiría una prolija referencia sobre este animal extractada de la Enciclopedia Metódica, en la que no podían faltar los elogios al mismo, de claros ecos buffonianos, por cuanto se caracterizaba por su inteligencia, valor, prudencia, retentiva, obediencia, y lealtad, incluyendo numerosas anécdotas procedentes de la lejana India relativas a estos animales. También en la Gaceta de Literatura de MéxicoJosé Antonio Alzate nos incluirá algunas noticias sobre diferentes especies animales. Llama la atención el interés que le suscitan las golondrinas, a las que dedica diferentes trabajos entre 1788 y 1793, acompañadas de los colibríes, las avispas y las abejas. Del autor destaca su respeto por una sabiduría local no siempre estimada por los naturalistas, aludiendo, en una noticia relativa a los loros aparecida el 2 de enero de 1794 a lo que enseñan “las gentes que nombramos rústicas. La experiencia los instruye, y los superficiales que no han registrado sino uno u otro libro en o general vulgarísimo, se atreven a tratarlos de ignorantes, rústicos”. Más claramente, en las páginas dedicadas al colibrí, critica la ciencia libresca elaborada en Europa, por cuanto, refiriéndose a la entrada que la Enciclopedia metódica dedicara a este ave, nos muestra “¿De qué sirve tanto diccionario y tanto libro dirigido al fin de proporcionar instrucción a los aplicados, si los más de los autores son unos meros copistas, que escriben porque leyeron?..sus descripciones son superficiales. No se habla nada de su modo de vivir ni de propagarse que es lo que importa a las ciencias naturales, porque lo demás se consigue con facilidad registrando los dibujos en los que se representan con exactitud".
           
No podía faltar tampoco la referencia a los fósiles, destacando las noticias aparecidas en repetidas ocasiones en la Gaceta de México, anteriores incluso al descubrimiento del megaterio del Río de la Plata. Así, el 10 de marzo de 1784 nos mostraba cómo en el cerro Tepeyac habían aparecido huesos de elefante, destacando un colmillo de tres varas y cuarta. Posteriormente, el 11 de agosto de 1784 se incluía la noticia de dos mandíbulas, un fémur y otros huesos del mismo animal en las cercanías del monasterio de Guadalupe, y dado “la magnitud de estos huesos, los colmillos, y el carecer de dientes incisivos sus mandíbulas, son pruebas manifiestas de que este animal era Elefante, que es la bestia mayor de los cuadrúpedos, como lo es entre los marinos la Ballena”, descubriéndose años después un nuevo esqueleto en Aguascalientes.

Naturalmente, el cultivo de la Historia Natural  tenía muchas virtualidades, comenzando por sus propios beneficios utilitarios, tan caros a la Ilustración española, según reconocía el botánico Joseph Mariano Mociño en la Gaceta de México del 19 de septiembre de 1801, “la segunda causa de no aprovecharnos de nuestras medicinas propias, es la poca afición que se ha tenido á la Historia Natural, siendo ella una parte esencialísima de la materia médica, en tanto grado, que jamás saldrían nuestros conocimientos de la limitada esfera de un ciego é irracional empirismo...si no nos diera esta ciencia sus luces auxiliares, ayudándonos la Quimica, para equivocar menos nuestros juicios.Otra de ellas, era, sin duda,  la presentación de una alternativa americana a los usos científicos europeos.  Es cierto que elMercurio peruano del 20 de marzo de 1791 se hacía eco, sin mencionarlo, de las tesis de Buffon sobre la degradación de la naturaleza americana, reflejando cómo “esta disposición de la atmósfera ha debido influir en las producciones y animales del nuevo mundo, Entre sus trópicos no existía alguno de los grandes cuadrúpedos y los naturalistas advirtiendo esta particularidad han sospechado que las semillas no podrían desenvolverse en un clima tan poco favorable a las principales organizaciones del reino animal conjetura afianzada por la degradación sensible que han sufrido todos los animales domésticos importados de la Europa al punto de llegar a desesperarse en los principios ver continuada en adelante su posteridad”. Con el tiempo, sin embargo, comenzaremos a ver un mayor sentimiento de seguridad intelectual, permitiéndose la crítica a los naturalistas europeos. La Gaceta de México del 15 de julio de 1788 se hacía eco de las críticas del Director del Jardín Botánico contra el sistema de Linneo, y el 22 de diciembre de 1789 en los ejercicios públicos de Botánica habidos en la Universidad de México el médico Joseph Mazifio se veía obligado a responder a los contradictores de los fundamentos botánicos del autor sueco.

Este orgullo criollo se manifestará claramente en las páginas del Mercurio peruano del 12 de septiembre de 1793, en las que encontraremos un cumplido elogio fúnebre de la figura del coronel Antonio de Pineda, nacido en 1753 en Guatemala y miembro de la expedición de Malaspina, y ya elogiado en la Gaceta de México del 24 de agosto de 1790, en el que se nos revela cómo la lealtad a la monarquía era aún compatible con el orgullo de proceder de las tierras americanas, a la vez que nos muestra la condición cuasisacerdotal del naturalista “abrazó todos los que se comprenden en la historia natural, y otros muchos que tienen conexión con ellos. La especie humana, considerada en cada uno de los diferentes climas que transitó, su grado de civilización, población, comercio, agricultura y recursos fue para él un objeto digno y fecundísimo. No olvidaba entretanto los demás individuos del reino animal y vegetal haciendo un crecido numero de acopios y observaciones, y se contraía con esmero al reino mineral. Siendo éste el primer patrimonio de nuestras Américas, debe ser el asunto más importante de las especulaciones de un filósofo español..su muerte ha privado a la república literaria de un sabio que algún día debía ser su primer ornamento, a la monarquía de un naturalista laborioso que le será difícil reponer aún con muchos profesores activos, a nuestra América de un hijo ilustre que sería freno y confusión del orgullo y mordacidad extranjera...reglaba las horas de su vida a sus ocupaciones, y siendo estas continuas, casi no tenia alguna destinada al reposo y desayuno. Dormía y comía con austeridad y solo cuando se veía muy oprimido de las grandes necesidades de la naturaleza, Le eran insensibles las medianas. Aunque militar y músico, era poco apto para la pequeña conversación. Un pájaro una planta etc que se presentasen a sus ojos lo arrancaban del mas espléndido cortejo, y le hacían olvidar cuantos hechizos ofrece el sexo amable. Los contrastes y simpatías marciales se hallaban en él amortiguadas por las profundas contemplaciones de la sabiduría. Pero cuanto trataba en asuntos de ésta era fecundísimo.

Orgullo criollo que, no obstante, era consciente de la situación de atraso existente al respecto. En el Mercurio peruano del 12 y 23 de enero de 1794 encontramos un discurso pronunciado por el religioso de la orden de agonizantes Francisco González Laguna, socio de la Sociedad Vascongada y miembro de la expedición botánica del Perú, en el que declaraba la compatibilidad entre la Historia natural y la religión cristiana, utilizando el consabido argumento de que la descripción de la naturaleza nos permitía contemplar por doquier las maravillas de la creación divina, y  reflejando la situación de retraso de la misma en el territorio americano, si bien es cierto que este retraso tendía a acortarse como consecuencia del celo de los bienamados monarcas:  Desde entonces han corrido como contrarias la palabra natural de Dios y la revelada, de cuyo error fascinados muchos aún vacilan con esta envejecida simpleza...desde el siglo 16 se conoció este letargo, y en el anterior y el presente tanto se han inflamado las naciones, que se compiten entre sí los sabios para redimirse de este baldón. La nuestra camina lenta, especialmente en nuestra América. Y sólo el celo con que a expensas de nuestros últimos soberanos trabajan por todas partes nuestras expediciones puede cubrir nuestro bochorno, a vista de lo que el Plinio de nuestro siglo dice de españoles y portugueses hablando de la botánica y su nomenclatura. Entre muchos de nosotros todavía esta ciencia se reputa pueril, impertinente e inútil, todavía se oye la historia natural no está recibida en el estado político ni eclesiástico, nunca ha merecido cátedras en nuestras universidades ni aulas en nuestras escuelas...este mortal atraso es el que me impelía a extender algún rasgo a pesar de mi rusticidad, para hacer ver a nuestra patria la importancia suma de la ciencia, de los entes, o Historia natural...concluir en fin con indicar cuanto conduciría para adelantarlas, que en nuestros colegios y universidades se añadiese a la física este estudio, que después para los de la carrera de curas sería diversión y utilidad, y a los que no tienen otra que gozar de sus mayorazgos, un inocente útil y delicioso entretenimiento que les haría odiosos los que de ordinario hacen su disipación y su ruina....así es como socorre la historia natural al hombre, esta ciencia que por sus propios caracteres nos informa con propiedad y nos da a conocer sin equivocación los entes criados que existen en el globo, esta ciencia que muestra los preceptos para entender el libro de la naturaleza, no escrito con  letras, sino con caracteres impresos por la mano del Creador en sus hechuras, aquel libro que contiene la gran obra de la creación”.

 Hay, no obstante, algunas noticias que nos muestran un interés cada vez mayor por parte de las élites locales por la Historia natural. La Gaceta de México nos incluía el 29 de diciembre de 1784 una supuesta tertulia entre el cura, el notario y el barbero de Cozotán, localidad “abundante de tristezas y escasa de amenidades”. En la capital del virreinato el número de gabinetes particulares era cada vez más elevado, como efecto imitador del fundado en la corte de Madrid, que provocaría el despertar en España de esta ciencia en España con tan rápidos progresos “que apenas hay persona de buen gusto que no aspire a poseer algunas nociones de tan delicioso estudio, ni se verifica expedición científica dispuesta por la Corte de España que no leve su naturalista español. En la Gaceta de México del 22 de abril de 1790 se daba la noticia de la apertura de un Gabinete de Historia Natural por parte de Joseph Longinos Martínez, con la finalidad de que “el público goce de este beneficio proporcionándole por este medio la fácil instrucción en esta ciencia”, colocando los especimenes animales, vegetales y minerales con sus rótulos correspondientes, su género y especie, su utilidad en la medicina, industria y economía, y la provincia de origen, todo ello acompañado del árbol de los tres reinos de la Naturaleza conforme al sistema de Linneo. El autor de la noticia era claramente optimista para el futuro, ya que se preveía que el gabinete sería enriquecido con la protección y la generosidad de los aficionados. Compuesto de un total de 24 estanterías, la 4 y la 5 estaban dedicadas a distintas especies de aves, peces e insectos, encontrando en la 17 petrificaciones y osamentas de elefantes halladas en distintos parajes del reino. No sería el único: la Gacetadel 24 de agosto de 1790 se refería a los gabinetes del fiscal de la Real Hacienda, del intendente corregidor de la capital, el superintendente de la Real casa de Moneda, el superintendente de la Real Aduana, el director general de Alcabalas y Pulque, un teniente coronel, el Director General de Minería Fausto Elhuyart, el clérigo Joseph Antonio de Alzate, y el director de la Real Lotería, destacando el absoluto predominio de la mineralogía, el reino más mimado por la Historia natural novohispana, incluida la propia prensa, y la adscripción de sus poseedores, como era de esperar, a las élites sociales de la capital virreinal. No obstante, el problema era la conservación de las especies animales, amenazados por la polilla, aludiendo Alzate en la Gaceta del 10 de agosto de 1790 a la utilización de la cebadilla como remedio. Conocida por el autor su utilidad como aniquiladora de piojos, experimentó la misma con un topo disecado, descubriendo que pasado dos años la piel de éste estaba intacta, contrastando con la de un segundo que no había sido tratado con dicha planta.

Nada de ello, sin embargo, parecía suficiente, y se echaba de menos una mayor protección oficial. En el prólogo al tomo noveno de la Gaceta de México, correspondiente a los años de 1798 y 1799, su autor Manuel Antonio Valdés se dirigía al Virrey aludiendo a la sugerencia de éste de incluir noticias de Geografía e Historia Natural, a lo que Valdés le respondía que “esto se verificaría si por una Real orden se asignaran sujetos idóneos para su formación”.  Añadiría, con tristeza, en el prólogo al tomo décimo (1802 y 1803) que las instrucciones del virrey sobre la remisión de noticias de Historia Natural y Geografía apenas habían tenido eco, salvo alguna información procedente de Veracruz. De hecho, la única noticia de interés naturalista incluida en su Gaceta en los años posteriores sería la referencia al aligator, del que se vendían láminas en la oficina de dicha publicación. Poco tiempo después, las vicisitudes de la Guerra de Independencia en la metrópoli, y de la emancipación de los territorios americanos se llevarían por delante unos prometedores comienzos que no acabarían de cuajar por culpa de las circunstancias. Lo que no deja de ser una historia repetida en demasiadas ocasiones en todo el mundo hispánico.

Arturo Morgado García. Buena parte de la información ha sido recogida en nuestro trabajo "La historia natural en la prensa hispánica finidieciochesca: la visión del mundo animal". Cuadernos Dieciochistas, 14, Universidad de Salamanca, 2013, pp. 339-365, ISSN 1576-7914". Las Ilustraciones corresponden a los dibujos realizados por José Guió para la expedición Malaspina y conservados en el Museo de América.

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