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MASCOTAS EN LA ANDALUCIA DE 1800. Arturo Morgado García

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Salvo el caso de la corte borbónica, muy bien analizado por Gómez Centurión, la tenencia de animales de compañía ha sido poco estudiada  en España. De momento, nos tenemos que conformar con las informaciones suministradas básicamente por la iconografía y por la prensa periódica, concretamente los anuncios de animales perdidos. En Sevilla, por ejemplo, ya en el Hebdomadario útilpublicado entre 1758 y 1759 podemos encontrar criaturas como loros, canarios, monos y perros. En el Correo literario y económico, por su parte, que prolongaría su andadura entre 1803 y 1806, son frecuentes las referencias a monos y perros. Por lo que se refiere a la vecina Cádiz, la lectura del Diario mercantilnos muestra la aparición, entre 1803 y 1806, de loros y canarios, Esta presencia de animales exóticos como mascotas no debería resultarnos extraña. Su tenencia siempre fue la consecuencia del establecimiento de relaciones mercantiles a larga distancia, y, en este aspecto, la Baja Andalucía constituyó un marco privilegiado debido a sus conexiones con el continente americano. Es por ello que se explica la presencia de canarios originarios de este archipiélago, y loros y monos procedentes de las Américas. Obviamente, las motivaciones de gozar de la compañía de estas criaturas era muy diferente: los canarios interesaban sobre todo por su canto, los loros, por su conocida habilidad de imitar el lenguaje humano, y los monos, por su evidente analogía con el Homo sapiens.

ASTUCIA DE UN MONO.

Tenía un caballero un mono al que había enseñado a jugar perfectamente a las damas y se divertía con frecuencia con este animal. Un día hizo el mono una jugada tan a tiempo que gano la partida, de lo que picado el amo tomo el tablero y se lo tiró a la cabeza, El pobre mono atolondrado pudo huir a un tejado, y aunque procuro su amo que bajara no pudo conseguirlo tan pronto, escarmentado del premio que había sacado de su habilidad. Al fin se dejo persuadir y al otro día se puso a jugar con el caballero, pero con mucho cuidado y haciéndose perdedizo, efectivamente habiéndose presentado otra jugada como la anterior, pero ventajosa para su amo este la hizo y gano el juego, con lo que el mono encontró la suya y asiendo del tablero se lo tiro al amo y al punto corrió a tomar andamio a su tejado.

Correo Literario y Económico de Sevilla, 18 de mayo de 1805



No obstante, hay una ausencia en la prensa que llama sobremanera la atención, y es la de los gatos.  De hecho, es probable que en muchas ocasiones la única justificación de su presencia se debiera a la eliminación de alimañas en el hogar, fundamentalmente roedores, aunque ya en el último cuarto del siglo XVIII se publicaron en España numerosas obras que polemizaban sobre la conveniencia de tener o no gatos en casa so pretexto de eliminar los ratones, dudas que persistieron hasta muy avanzado el siglo XIX.

Sin lugar a dudas, la mascota por antonomasia de la Andalucía finideciochesca era el perro, que desde tiempos muy antiguos ha sido considerado como el símbolo de la lealtad y la fidelidad, aunque algunos teólogos le atribuían ciertas connotaciones diabólicas. Sea como fuere, había perros para todos los gustos: ejemplares de gran tamaño, destinados básicamente a la caza y cuyos propietarios eran varones, y perros falderos sin más utilidad que la de servir de compañía a sus amas, porque mujeres (o, en todo caso, niños) eran sus propietarias en la mayor parte de los casos. Ya desde el Renacimiento nos podemos encontrar con moralistas que denunciaban la excesiva atención que las damas prestaban a sus perros falderos, críticas que podemos encontrar asimismo en la prensa andaluza. Pero, en cualquier caso, el perro era un animal que suscitaba el afecto de sus propietarios, hasta el punto que no es infrecuente encontrar epitafios escritos con motivo de su fallecimiento, y el poeta granadino José Antonio Porcel, que viviera entre 1715 y 1794, sería autor de varios de ellos.  Aunque sea una cuestión que merecería estudios mucho más profundos, parece que en algunos círculos andaluces hacia 1800 ya estaba muy extendido el sentimiento de afecto hacia los animales. No perdamos de vista que la primera Sociedad Protectora de Animales y Plantas que encontramos en España fue fundada en Cádiz en 1872.

Más información en Arturo Morgado García, "Perros, gatos y otros animales de compañía. Mascotas en la Andalucía de 1800", Andalucía en la Historia, 37, 2012. Ilustración: Paul de Vos, Pelea de gatos en una despensa (siglo XVII), Museo del Prado.

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