Nos cabe el inmenso placer de reseñar la obra de nuestro buen amigo Carlos Gómez-Centurión, profesor titular de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid. No tenemos la menor duda de que constituirá todo un hito en la historiografía española, por cuanto constituye, que sepamos, el primer intento serio de introducir los Animal Studies en el modernismo español. El ámbito de interés del autor es el estudio del coleccionismo zoológico por parte de los Borbones españoles, que describe con grandes dosis de erudición, conocimiento de las fuentes y de la bibliografía extranjera, imaginación, y una pizca, muy de agradecer, de fina ironía. Podemos encontrar en sus páginas vívidas descripciones del elefante de Carlos III, los peces de colores del Buen Retiro, los loros del Palacio Real, y tantos otros especímenes, peninsulares o exóticos, que recrearon la vista de sus majestades, fueron recogidos por nuestros naturalistas, o sirvieron como fuente de explotación económica. Y todo ello muy bien contextualizado, por cuanto la tenencia de estas criaturas implica relaciones comerciales y diplomáticas, conocimientos científicos, recursos hacendísticos, e infraestructura cortesana.
La lectura de la obra nos deja con un regusto de cierta amargura, por cuanto observamos cómo los ímprobos esfuerzos carlotercistas comenzaron a flaquear durante el reinado de su incompetente sucesor, y se fueron al traste finalmente durante la Guerra de Independencia, cuyas nefastas consecuencias en la evolución cultural y económica de nuestro país aún no ha sido puestas de relieve lo suficiente, por cuanto la historiografía ad usum Delphinis ha insistido más en la heroica resistencia patria frente al francés, o en los inicios de un nuevo modelo político con la Constitución de 1812, que en poner de relieve que el conflicto supuso un fuerte mazazo a los intentos modernizadores de los Borbones (o, más bien, de sus ministros). Pero nos queda el consuelo de comprobar cómo el coleccionismo zoológico del siglo XVIII fue una muestra más de la vitalidad, la imaginación, y el afán por conocer, de un país al que le quedaba muy poco tiempo para dejar de ser un imperio mundial.
Indice.![]()
1. Introducción. Un coleccionismo de prestigio. Mercancías vivas.
2. La fauna exótica de los Reales Sitios. Una tradición heredada: la Leonera del Buen Retiro. Más animales en el Retiro. Un elefante para el rey: los pequeños zoos de San Ildefonso y Aranjuez. Por grandeza: la camellada de Aranjuez. Exóticos pero útiles: la vaquería suiza y las cabras de Angora. Los aviarios: la Casa Reservada de las Aves. Una nueva moda: las faisaneras. En los estanques: peces y aves acuáticas.
3. Los animales de cámara. Sin etiqueta ni ceremonia: animales de placer. Al cuidado de los animales de cámara: los pajareros. Voces prodigiosas: los pájaros cantores. Impertinentes y consentidos: los loros parlantes. Los privilegiados: falderos y otros perros de cámara. Presencias insólitas: titíes, ciervos ratón y otros animalejos.
4. Epílogo. Sentir a los animales.
Datos completos: Carlos Gómez-Centurión Jimémez: Alhajas para soberanos. Los animales reales en el siglo XVIII. de las leoneras a las mascotas de cámara, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, 2011, 447 págs.
La lectura de la obra nos deja con un regusto de cierta amargura, por cuanto observamos cómo los ímprobos esfuerzos carlotercistas comenzaron a flaquear durante el reinado de su incompetente sucesor, y se fueron al traste finalmente durante la Guerra de Independencia, cuyas nefastas consecuencias en la evolución cultural y económica de nuestro país aún no ha sido puestas de relieve lo suficiente, por cuanto la historiografía ad usum Delphinis ha insistido más en la heroica resistencia patria frente al francés, o en los inicios de un nuevo modelo político con la Constitución de 1812, que en poner de relieve que el conflicto supuso un fuerte mazazo a los intentos modernizadores de los Borbones (o, más bien, de sus ministros). Pero nos queda el consuelo de comprobar cómo el coleccionismo zoológico del siglo XVIII fue una muestra más de la vitalidad, la imaginación, y el afán por conocer, de un país al que le quedaba muy poco tiempo para dejar de ser un imperio mundial.
Indice.

1. Introducción. Un coleccionismo de prestigio. Mercancías vivas.
2. La fauna exótica de los Reales Sitios. Una tradición heredada: la Leonera del Buen Retiro. Más animales en el Retiro. Un elefante para el rey: los pequeños zoos de San Ildefonso y Aranjuez. Por grandeza: la camellada de Aranjuez. Exóticos pero útiles: la vaquería suiza y las cabras de Angora. Los aviarios: la Casa Reservada de las Aves. Una nueva moda: las faisaneras. En los estanques: peces y aves acuáticas.
3. Los animales de cámara. Sin etiqueta ni ceremonia: animales de placer. Al cuidado de los animales de cámara: los pajareros. Voces prodigiosas: los pájaros cantores. Impertinentes y consentidos: los loros parlantes. Los privilegiados: falderos y otros perros de cámara. Presencias insólitas: titíes, ciervos ratón y otros animalejos.
4. Epílogo. Sentir a los animales.
Datos completos: Carlos Gómez-Centurión Jimémez: Alhajas para soberanos. Los animales reales en el siglo XVIII. de las leoneras a las mascotas de cámara, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, 2011, 447 págs.