Como no sólo de animales vive el hombre, en este blog incluiremos, al igual que ya lo hicimos en su etapa anterior, varia res de temas muy variados. En esta ocasión, hablamos de un libro cuyo título es de los más bonitos que hayamos encontrado.
"El día dieciséis de enero del año mil ciento sesenta tras la fundación de Roma, la Vigésima Legión, la última en llevar el Aguila, fue aniquilada en la trigésima piedra miliar de la calzada de Augusta Treverorum". Estas palabras, con marcado tono crepuscular, nos evocan muy bien el tono general de esta novela. Se basa en acontecimientos reales, a saber, el cruce del Rhin en la Nochevieja del año 406 (o 405, porque los historiadores no acaban de ponerse de acuerdo), por una banda de suevos, vándalos y alanos, y que iniciaría un acelerado proceso que acabaría por darle la puntilla al debilitado Imperio de Occidente. Los escritores del momento, como Orosio, Salviano, Gregorio de Tours o San Jerónimo, se harían eco de todo ello, destacando las apocalípticas referencias de este último (1).
Porque toda la novela es una reflexión sobre la decadencia, una referencia a un mundo que está a punto de derrumbarse, entre otras cosas, porque ya nadie cree en él. Es muy sintomático el perfil del protagonista, Gaio Máximo (el mismo que en la película Gladiator, aunque pocas más semejanzas hay entre la novela y el film, a pesar de los intentos del marketing por hacerlos ver), pagano en un mundo ya cristiano, leal a un Imperio lleno de usurpadores, fiel a sus obligaciones como soldado cuando muchos llegan a cortarse los pulgares para librarse de sus deberes militares, infatigable en sus desvelos por reforzar una frontera cuando ni las restantes autoridades responsables, por apatía, corrupción o cansancio, hacen nada por ayudarle. El tono de la novela es lento y cansino, aunque en sus últimas páginas, cuando los germanos han cruzado el Rhin aprovechando que sus aguas se han cubierto de hielo, se acelera, describiéndonos los esfuerzos de una sola legión, la vigésima (existió en la realidad una XX Legio, la Valeria Victrix, acantonada en Britania, aunque su pista se pierde a finales del siglo III), por cumplir una tarea que todos saben como imposible, aunque todos acaban cumpliendo con su deber.
Humo y cenizas, un puñado de huesos y una leyenda (frase que sí nos recuerda a la película ya citada ya que en una de sus escenas Proximo, interpretado por Oliver Reed, muestra cómo "los mortales somos sombra y cenizas"). De todos es sabido que al final lo único que queda de nuestra persona es el recuerdo, aunque tan sólo de nosotros depende qué clase de huella dejaremos cuando nuestra "animula, vagula, blandula" abandone su envoltura mortal.
(1) Una buena visión en David Alvarez Jiménez, "La otra ruptura del limes en el 406: la piratería en las provincias occidentales del Imperio", A queda de Roma e o alvorecer da Europa, Universidad de Coimbra, 2013.