En el día de ayer, en una fiesta de cumpleaños, los niños invitados bailaron al son de Suéltalo. Cuando se llega a tales extremos, ello se debe a que se trata de una melodía por todos conocida, por todos identificada, y que todos la han incorporado a su acerbo mental, lo que no está nada mal para tratarse de una película que se estrenó en España el pasado mes de noviembre, aunque la concesión del último Oscar a la mejor canción ha debido, sin lugar a dudas, reforzar poderosamente su popularidad.
Lo cierto es que el último estreno de la Disney ha gozado de un notable éxito mediático, aunque tampoco hay que exagerar tanto. Si nos vamos a la página de Filmaffinity, que puede ser indicativa de la popularidad alcanzada por las películas estrenadas en España, nos daremos cuenta que Frozen ha tenido unos ocho mil votos, frente a los más de 30.000 alcanzados por la, realizada por Pixar, e injustamente subestimada en nuestra opinión, Brave, si bien es cierto que esta última se estrenó en 2012 y lleva más de dos años acumulando puntuaciones. También es verdad que Brave descuida mucho la banda sonora, y eso es algo en lo que Frozen gana por goleada a las películas realizadas por Disney en los últimos años, a saber, la belleza de sus canciones, comenzando por Hazme un muñeco de nieve, y concluyendo por Suéltalo (en España), Libre soy (en Hispanoamérica) o Let it go. Y también es verdad que la protagonista principal de Brave carece del carisma de Elsa o de Ana, dos personajes muy diferentes, pero que nos resultan perfectamente complementarios.
A fuer de sinceros, el firmante de estas líneas opina que la última película genial de Disney fue Tarzán (1999), que aportó un brillante broche de oro a una década de los noventa en la que la productora remontó los más de veinte años que se extienden entre El libro de la selva y La sirenita, en los cuales no hizo nada que valiera realmente la pena, aunque también es verdad que preferimos la animación clásica a la 3D, lo que ya de entrada provoca que valoremos sus últimas películas con cierto prejuicio previo. Pero nos atreveríamos a afirmar que lo que ha habido en los últimos años han sido producciones muy acabadas, de gran calidad técnica, pero que, probablemente, no van a dejar hueco en nuestra memoria más allá de su impacto inicial. Y este punto nos parece absolutamente fundamental: la gran habilidad de Disney ha radicado en crear un público de todas las edades, que, por un motivo o por otro, han incorporado sus personajes, sus producciones, o sus canciones, a su catálogo de iconos culturales, y ello, al mismo tiempo, manteniéndose absolutamente fiel a sus esquemas tradicionales, aunque asumiendo, en todo momento, el catálogo de los valores políticamente correctos, lo que no es incompatible con un cierto nivel de ironía.
Y a partir de ahí, cualquier comentario sobra. Los argumentos pueden ser relativamente inconsistentes (el príncipe que ayuda al pueblo en apuros cuando llega el invierno, y que al final se convierte en el villano de la historia, no resulta creíble), los personajes pueden no tener profundidad psicológica, las historias no son originales (la de Frozen, en concreto, se basa en el cuento La reina de las nieves de Hans Christian Andersen, que fue utilizado por la Disney en otras ocasiones como fuente de inspiración, y ahí está La sirenita)...pero cuando nossumergimos en una de las películas de Disney, porque no vale contemplarlas marcando una distancia intelectual, sus argumentos ñoños y sus personajes planos hacen que se despierte lo mejor de nosotros mismos, por mucho que el escepticismo y el estar de vuelta de todo hayan marcado nuestro carácter. Así que, frente a cualquier crítica intelectualista de éste y cualquier otro film realizado por uno de los iconos culturales más brillantes creados en el siglo XX, le contestaremos, como en la canción, Qué más da.