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JOSEPH GUMILLA: EL ORINOCO ILUSTRADO (1741). Arturo Morgado García

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La tradición jesuita de Historia natural produjo muchos ejemplares destacados a lo largo de la Modernidad, y todavía en pleno siglo XVIII seguía gozando de una gran vitalidad, como muestra la obra de Joseph Gumilla El Orinoco Ilustrado, cuya primera edición data de 1741, siendo reeditado en 1745 y 1791, y traducido al francés en 1758. El libro pretende abarcar, como era tradición en el género, todo lo relativo a la Historia natural, geográfica y humana de estos parajes, tratándose de una obra que no tiene desperdicio. Desde el punto de vista ideológico, son muy interesantes los planteamientos que hace del talante de los indios de aquellos territorios, cuyo salvajismo es producto de su falta de cristianización, así como la reivindicación de la labor española en los territorios americanos o la denuncia de la amenaza portuguesa. En lo que se refiere a los aspectos más formales, el autor parte ante todo de su propia experiencia y de su conocimiento personal de aquellas tierras ("serán noticias hijas de mi experiencia, y de aquello mismo que ha pasado por mis manos y he visto por mis ojos, no sin cuidadosa observación"), en lo que enlaza con toda la tradición descriptiva española del territorio americano, sobre el cual no había referentes en los autores clásicos que pudieran ser tomados como modelos, y había que acudir a lo experimentado y a lo visto en persona, no dudando cuando ello es preciso de utilizar las informaciones aportadas por los pobladores de aquellas tierras, y permitiéndose criticar a los sabios europeos en alguna ocasión (así, hablando del buio, nos cuenta que "el culebron de que habla el caballero Esloane en las Memorias Filosóficas de la Regia Sociedad de Londres (año 1738) es de especie diversa, porque el buio ni tiene colmillos ni dientes, y por eso no come, sino engulle la presa que atrajo". También encontramos una reivindicación de las prácticas científicas coloniales, siendo muy ilustrativo el descubrimiento realizado por un esclavo negro de la utilidad de los colmillos de los caimanes como antídoto contra los venenos, descubrimiento corroborado por distintos experimentos realizados en Panamá, Quiyo y Guayaquil, y certificados notarialmente en esta última ciudad.
A pesar de su importancia, no se trata de un libro que haya sido estudiado en profundidad, salvando los trabajos de Margaret Ewalt,

(especialmente, Peripheral wonders: nature, knowledge and enlightenment in the eighteenth century Orinoco,2008), y, más recientemente, de Rojas Cocoma (El Orinoco y la ciencia emocional del siglo XVIII), que aborda los aspectos visuales de la obra del jesuita. Gumilla nos presenta una naturaleza absolutamente exuberante, llena de árboles, flores, frutos y pájaros, retomando la vieja técnica retórica de presentar las tierras indianas como un nuevo Paraíso Terrenal. Desde el punto de vista animalístico, se trata de un tema abordado en muchas ocasiones en relación al aprovechamiento por parte de los indios de los recursos naturales, por lo que dedica mucha atención a la forma que tienen éstos de cazarlos, ya se trate de los pecaríes, los armadillos, los monos, los tapires, los peces, las tortugas, y los manatíes . Sus descripciones prescinden de cualquier elemento de carácter moralizante, salvando el caso de los caimanes, considerados "la ferocidad misma, y aborto tosco de la mayor monstruosidad, horror de todo viviente, tan formidable que si el caimán se mirara en un espejo, huyera temblando de sí mismo. No puede idear la mas viva fantasía una pintura más propia del demonio...aquel dragón de cuatro pies horribles, espantoso en tierra y formidable en el agua, cuyas duras conchas rechazan a las balas, frustrándoles el ímpetu y cuyo cerro de broncas y desiguales puntas, que le afea de alto abajo, publica, que todo él es ferocidad, saña y furor". Pero esto no es lo habitual, y generalmente se limita  a aportar información sobre sus características físicas, especialmente su tamaño, cuando éste lo considera fuera de lo común, o algunos rasgos de su comportamiento. No obstante, también nos cuenta de vez en cuando alguna historia propia de los relatos de aventuras, como los perros despellejados y descuartizados por los tapires, los enfrentamientos de los osos hormigueros con los tigres (jaguares, en realidad), la forma de cazar de los buios (las anacondas), empleando su aliento para ello, las épicas luchas entre tigres y caimanes (según los relatos contados por los indios), o el insorportable hedor del mapurito (la mofeta).

Dedica asimismo mucha importancia a los insectos y alimañas, ya que éstos suponían la mayor molestia para los europeos que recorrían aquellos territorios, y se hacía por ende necesario recopilar la mayor cantidad de información posible al respecto. Así, se explaya sobre los mosquitos, las temibles niguas, y las hormigas. No podía faltar la referencia a guacaritos o pirañas. Y, sobre todo, es muy importante su descripción de los murciélagos nocturnos (ya observados por Jorge Juan y Antonio de Ulloa), "buscando a quien chupar la sangre, los que por no tener otra forma duermen en el suelo, si no se tapan de pies a cabeza, los tales, seguramente son heridos de dichos murciélagos, y también los que duermen en camas sin toldillo, o sin mosquitero, aunque no quede sin tapar sino la frente, allí le pican, y si por desgracia pican una vena, como acontece con frecuencia, el sueño pasa a ser muerte verdadera, desangrándose el cuerpo, sin sentirlo el dormido, tanta es la suavidad con que clavan el diente, batiendo al mismo tiempo sus alas, para alagar con el ambiente". Con el tiempo Buffon recogerá esta referencia, utilizando el término vampiro para denominar a esta especie, inaugurando así una identificación entre el animal y la criatura fantástica que, como todos sabemos, tendría muchísima fortuna en la posteridad.

Datos de la obra: Joseph Gumila, El Orinoco ilustrado. Historia natural, civil y geographica de este gran río y de sus caudalosas vertientes…Madrid, Manuel Fernández, 1741.



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