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ANTONIO CAÑIZARES ESGUERRA: COMO ESCRIBIR LA HISTORIA DEL NUEVO MUNDO (2007). Arturo Morgado García

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Este libro de Jorge Cañizares Esguerra nos ofrece un original y provocador análisis sobre la feroz lucha intelectual que se llevó a cabo en ambos lados del Atlántico durante el siglo XVIII: los debates historiográficos alrededor del origen del Nuevo Mundo. Para atrapar al lector dentro de estas controversias, el autor revisa la autoridad cultural, la validez y la veracidad de los diversos argumentos y las evidencias históricas empleadas en aquellos debates; para ello recurre a una serie de discursos relativamente complejos sobre tramas relacionadas con la Nueva España: historia, historiografía, epistemología y el concepto de la identidad americana. Conocemos así la obra de Charles-Marie de La Condamine, Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, y Cornelius De Pauw, y, en contraposición, encontramos los escritos de Francisco Xavier Clavijero, Lorenzo Boturini, Juan José Eguiara y Eguren y Mariano Fernández de Echeverría y Veytia. La misión del autor es exitosa, no sólo porque profundiza en la discusión sobre los tópicos ontológicos del ser americano durante la vida en la Nueva España, sino también porque desafía los añejos convencionalismos y estereotipos que rodean la historia de América Latina. Ofrecemos un extracto del primer capítulo de esta obra

En el siglo XVIII, en las colonias españolas, la llamada a escribir una nueva historia tuvo muchos seguidores, pero las nuevas historias que aparecieron fueron muy distintas de las surgidas en Europa, España incluida. Los hispanoamericanos se dedicaron a ofrece narrativas alternas a las elaboradas en Europa, donde los amerindios y los criollos  no aparecen como degradados o afeminados, y al tiempo articularon una creativa crítica de las epistemologías eurocentrícas. Esta epistemología patriótica expuso los defectos y las limitaciones de los europeos que buscaban escribir historias naturales del Nuevo Mundo, y si los europeos inventaron la imagen del viajero filósofo, los autores hispanoamericanos echaron por tierra esa construcción.

Smith y Raynal pertenecían a un grupo de estudiosos que en el último cuarto del siglo XVIII comenzaron a poner en duda la credibvlidad de los informes que no habían sido escritos por viajeros filosóficos. Según ellos, los primeros testigos europeos habían visto cosas que no existían, y los españoles, en particular, habían carecido de la curiosidad suficiente para plantear preguntas filosóficas importantes acerca de los pueblos y las tierras con que se encontraron por ser ignorantes, patrióticos y crédulos.

En el siglo XVIII surge un nuevo arte de la lectura que no privilegiaba a los testigos presenciales. Los autores sostenían que los testimonios debían ser juzgados por su consistencia interna y no por la posición social o el nivel de conocimientos de los testigos. El vínculo entre esos debates puede encontrarse en dos lugares relacionados pero diferentes, el viajero filosófico y el género de compilaciones de relatos de viaje. La imagen del primero surgió como un ideal a mediados del siglo XVII cuando los eruditos comenzaron a cuestionar la fiabilidad y la educación de los viajeros que iban a tierras exóticas, así como de la credibilidad de los conquistadores, los misioneros y los burócratas que habían hablado de la grandeza de aztecas e incas. Al mismo tiempo, desafiaba la tradicional comparación de sus sistemas de gobierno como similares a los de la antigua Roma, y a partir de Humboldt la analogía se buscó con Oriente. lo que acabaría desencadenando una nueva historiografía en el Romanticismo, menos escéptica y más positiva.

Los relatos de viajes estimularon la imaginación y la curiosidad durante mucho tiempo, pero en el siglo XVIII comenzaron a ser despreciados y olvidados. Al centrar su atención en las limitaciones de percepción de sus autores tradicionales (misioneros, comerciantes, soldados, marineros), los críticos propusieron que los ilustrados viajaran personalmente a esas tierras para descubrir la verdad. En opinión de Rousseau, los misioneros, aunque doctos, tenían los mismos prejuicios del vulgo, y de los restantes no había que esperar que fuesen buenos observadores. Se necesitaba una nueva categoría de viajeros fue fuese capaz de ver los rasgos verdaderos de todas las naciones. La aparición de ilustraciones estuvo estrechamente relacionada con la crítica general de la precisión de la percepción humana, ya que a medida que los estudiosos se percataron de la ambiguedad asociada con la lectura se desarrolló una nueva preocupación con los hechos determinantes mediante las ilustraciones. Los eruditos pensaban que los hechos transmitidos por la lectura podían tener varios significados si eran leídos por personas de cultura distintas, y para evitar este peligro los viajeros y los científicos se preocuparon por pintar o dibujar sus sujetos y a llevar consigo artistas con la esperanza de capturar la realidad sin distorsiones,

Los auditorios del siglo XVIII prefirieron los nuevos relatos de los viajeros filosóficos y comenzaron a sospechar del valor de los primeros informes españoles, pero no tenían la intención de descartar los relatos españoles del pasado del Nuevo Mundo porque obedecían los estándares historiográficos tradicionales. Como no tenían autores clásicos en los que respaldarse, los españoles confiaron mucho en la retórica del "yo doy testimonio", desarrollando una compleja retórica de la confianza en un esfuerzo por compensar la ausencia de una adición de fuentes escritas autorizadas.

Las estrategias de lectura humanista estaban preocupadas por conceder fiabilidad a testimonios de acuerdo con la posición social y la motivación de los testigos, ya que la sociedad renacentista estaba organizada en torno al privilegio, y la erudición dependía del favor y el patrocinio de los poderosos. Lectores y editores trataban el carácter y la posición social del testigo como primordiales cuando surgían dudas sobre la confiabilidad de un relato. Las críticas epistemológicas de los viajeros filosóficos no le restaron valor a las fuentes españolas del Nuevo Mundo que siguieron siendo consideradas como fiables, en parte por haber sido escritas por testigos y en parte por la posición social de los autores. La pérdida de credibilidad se debió a otros factores. En el siglo XVIII nuevas formas de crítica interna sustituyeron a las técnicas externas tradicionales para juzgar el valor de los testimonios., Si la crítica externa se centraba en el carácter de los testigos, la interna hacía hincapié en la coherencia de los informes. Esas nuevas técnicas internas erosionaron la credibilidad de los primeros relatos europeos de América.

Una muestra de ello es la obra de Cornelius de Pauw Recherches philosophiques sur les américains (1768-1769). Al analizar los gigantes de la Patagonia, identificó todos los relatos en orden cronológico, luego describió las profesiones y la posición social de los testigos, y finalmente confrontó los relatos entre sí para destacar sus contradicciones, particularmente en lo relativo a la supuesta estatura de los gigantes. De Pauw alegó que todos esos relatos eran poco de fiar porque ni un sólo gigante vivo había sido capturado, a pesar de que todos los tipos humanos, pigmeos incluidos, habían sido exhibidos en Europa. Los supuestos huesos de gigantes eran en realidad de animales, recolectados por ignorantes. Los informes sobre gigantes eran producto de la imaginación. Algo parecido hace con las amazonas, cuya existencia aceptaba La Condamine (pensaba que los amerindios trataban tan mal a sus esposas que tenía sentido que existieran comunidades de fugitivas). Pero de Pauw le reprochó haber dado crédito a los informes de los amerindios, señalando a la vez que iba contra la naturaleza humana la existencia de comunidades de madres que mataran a sus descendientes, ya que la naturaleza había hecho a las madres cariñosas. 

Con el tiempo de Pauw afinaría sus métodos, en sus Recherches philosophiques sur les Egyptiens et les Chinois (1774) cuestiona las fuentes griegas y jesuitas respectivamente, y en 1776 era invitado a escribir el artículo sobre América para el suplemento de la Enciclopedia, donde criticó ferozmnente a los sentidos no entrenados para comprender le mundo, obra que influyó mucho en el abate Raynal. En su Histoire philosophique des deux Indes (1770) Raynal señala que los hechos sufren alteraciones a medida que se alejan de la fuente original, y que no se debía esperar una descripción precisa de soldados, comerciantes o misioneros, si bien no cuestionó la autoridad de las fuentes españolas, por lo que mantuvo una elevada opinión de aztecas e incas. Pero en 1774, fecha de la segunda edición, comparte con de Pauw el mismo desprecio por las fuentes españolas, señalando que sus informes sobre templos y ciudades majestuosos sin que hubiera instrumentos de hierro, escrituras o bestias de carga, solamente podían ser el producto de percepciones equivocadas. Los españoles, debido a su ignorancia, habían sido engañados por semejanzas superficiales entre las sociedades americanas y las culturas clásicas.

En lugar de los alucinados informes de los españoles, de Pauw ofreció una nueva interpretación de la historia americana basada en la historia natural, encontrando pruebas de una gigantesca catástrofe geológica que acabó con los grandes animales. El ambiente húmedo y putrefacto del Nuevo Mundo se explicaba el pequeño número y tamaño y la apariencia monstruosa de los cuadrúpedos americanos, la degeneración de los animales extranjeros (solamente los cerdos habían prosperado al vivir entre desperdicios), el crecimiento exuberante de las plantas, la proliferación de insectos y reptiles, la abundancia de plantas venenosas, el origen americano de la sífilis, y la insensibilidad de los nativos que explicaba la escasa población del continente, ya que eran incapaces de sentir pasión e impulsos sexuales, y la mayoría de os hombres eran homosexuales por lo que sus mujeres se convirtieron en seguida en concubinas y aliadas de los europeos.

Humboldt, por el contrario, fue mucho más generoso con las fuentes españolas, defendiendo la cantidad y la calidad de los informes, afirmando que las descripciones españolas de América eran tan numerosas y precisas como las publicadas por sus contemporáneos sobre Polinesia, con la única diferencia de que los españoles no tenían ilustraciones, lo que provocaba que las investigaciones dependieran de descripciones ambivalentes. Lamentaba que por haber descubierto algunas contradicciones los eruditos hubieran decidido descartar todos sus informes, quejándose de que las filosofías del siglo XVIII habían agrupado sin mayor discernimiento crítico tanto los informes de testigos como los de autores de cafetín, y que esas filosofías alardeaban su modernidad al descartar todo lo escrito por los misioneros. Su Examen critique de l´histoire de la geographie du nouveau continent (1836-1839) se puede interpretar como una defensa de la fiabilidad de los relatos coloniales españoles.

Indice.

1. Hacia nuevas estrategias de lectura y nuevas interpretaciones históricas.
2. Cambio en las interpretaciones europeas de la fiabilidad de las fuentes indígenas.
3. Historiografía y patriotismo en España.
4. La creación de una epistemología patriótica.
5. ¿La Ilustración según quién?

Datos de la obra: Jorge Cañizares-Esguerra, Cómo escribir la Historia del Nuevo Mundo (2001), México, FCE, 2007.


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