Durante casi dos décadas, los historiadores han estado explorando con una creciente intensidad la conexión existente entre imperialismo y producción de conocimiento, lo que ha enriquecido nuestra comprensión de las épocas moderna y contemporánea y ha arrojado mucha luz sobre la relación existente entre el crecimiento de la economía capitalista, la expansión colonial, la formación del estado y el desarrollo de la moderna investigación científica, aunque nos falta una descripción más comprensiva de las instituciones y de las técnicas del poder imperial. La historia de Europa y de sus periferias coloniales en el siglo XVIII ha sido la mayor beneficiaria de este desarrollo, y en este sentido la pareja conocimiento e imperio ha supuesto un poderoso e influyente paradigma que junto con la historia económica y comercial, la historia política de las rivalidades imperiales, y la historia cultural e intelectual de la Ilustración, emplea métodos, instituciones y audiencias de las ciencias naturales. La obra Green Imperialism: Colonial Expansion, Tropical Island Edens and the Origins of Environmentalism 1600-1860 (Cambridge, 1995) de Richard Grove, que se mueve a través de los espacios imperiales británico, holandés y francés, demuestra que estos temas trascienden de la experiencia nacional. Los estudios de Richard Drayton (Nature´s Government: Science, Imperial Britain and the Improvement of the World, New Haven, 2000) y James E. McClellan (Colonialism and Science: Saint Domingue in the Old Regime, Baltimore, 1992) trazan los orígenes de las instituciones que actuaron como puntos de colección, experimentación e intercambio tan cruciales para la empresa imperial científica.
Conocimiento e imperio trabajaron en estrecha relación en un campo en el que la colección, la transmisión y la implementación de información útil se reforzaban mutuamente. James McClellan y Françpis Regourd (“The Colonial Machine: French Science and Colonization in the Ancien Régime”, Osiris, XV, 2000) describen lo que llaman “a colonial science bureaucracy” en Francia relacionada con la botánica, la medicina y la cartografía que funcionó como una máquina propagando el poder del estado y el control sobre la distante periferia colonial, en tanto que Londa Schiebinger y Claudia Swam se refieren a un “European Colonial Science Complex” en su obra Colonial Botany. Todos estos autores están de acuerdo en sostener que conocimiento e imperio significa una confluencia entre el estado y los actores privados, e incluso cuando individuos e instituciones operaron fuera de la directa tutela estatal, todas las partes contribuyeron al reforzamiento del espacio imperial.
Los autores, por el contrario, tomando como ejemplo el caso del Chevalier de Mirabeau, gobernador de Guadalupe en 1752, sostienen que si la administración francesa fue capaz de sostener esfuerzos científicos por parte de su personal colonial, sus academias científicas o su sociedad civil, fue incapaz de utilizar de forma eficaz el conocimiento que había producido. Una parte significativa de este conocimiento se difundiría en la esfera pública, donde provocó incesantes polémicas contra las instituciones centrales del primer imperio colonial francés, la regulación mercantilista del comercio y la esclavitud. Aumentar la cantidad de conocimiento no servía necesariamente a los propósitos del gobierno imperial, y en la segunda parte del siglo XVIII jugaron un papel crucial en socavar sus fundamentos ideológicos. Volviendo a Mirabeau, nos muestran que buena parte del conocimiento por él obtenido nunca llegaría a sus superiores, que lo ignoraron o lo juzgaron como irrelevante. En la Francia del XVIII el Estado estuvo comprometido con el desarrollo de la ciencia y contribuyó al aumento del conocimiento de las colonias, pero le faltaban los medios políticos, financieros y humanos para coordinar y movilizar la empresa colonial de modo eficaz. De hecho, el Bureau des Colonies, la cabeza administrativa del complejo colonial francés, era un pequeño organismo administrativo que trabajaba en los márgenes del estado francés. La máquina colonial no podía sostener los esfuerzos extraordinarios impuestos por administradores especialmente celosos, no importa cuán ilustrados o bien intencionados fuesen, y como resultado la información obtenida fue simplemente enterrada en los archivos. La creciente importancia de la opinión pública significó que el conocimiento científico relativo a las colonias no utilizado por la administración no se perdió, pero encontró su propio camino en memoriales enviados a las academias provinciales o extranjeras, o publicado en libros. A medida que progresa el siglo XVIII, estos procedimientos se intensifican, y la economía política comienza a eclipsar a la historia natural.
La obtención de información acerca de las colonias fue una preocupación constante y provocó un espectacular aumento del conocimiento de lo exótico en los imperios francés, holandés, británico e ibéricos. Los problemas de la administración colonial francesa iluminan la situación general de los poderes europeos, donde el tamaño de la burocracia colonial, el relativo desarrollo de la esfera pública, y la coordinación produjeron resultados dispares. En los casos español y portugués, se está empezando a descubrir una ingente masa de escritos producidos por los agentes coloniales, pero al no existir una esfera pública desarrollada, la información descartada u olvidada por los burócratas coloniales fue menos susceptible de aparecer en foros donde se criticara la política colonial. En el caso británico, conocimiento e imperio trabajaron al unísono y produjeron individuos extraordinarios que realizaron una integración que faltó en los casos español y francés, como Joseph Banks. Este no solamente fue capaz de canalizar los recursos del gobierno hacia sus proyectos científicos, sino que también utilizó su status como patrón para centralizar el conocimiento resultante y movilizarlo hacia los diseños imperiales.
Extractado de Loïc Charles y Paul Cheney, “The Colonial Machine Dismantled: Knowledge and Empire in the French Atlantic”, Past and Present, 219, 2013. Ilustración: comercio de esclavos en las Antillas, en François Denis Née, Histoire philosophique et politique des établissements et du commerce des Européens dans les deux Indes, tomo V, 1778.