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LÖIC CHARLES y PAUL CHENEY: KNOWLEDGE AND EMPIRE IN THE FRENCH ATLANTIC (2013). Arturo Morgado García

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Durante casi dos décadas, los historiadores han estado explorando con una creciente intensidad la conexión existente entre imperialismo y producción de conocimiento, lo que ha enriquecido nuestra comprensión de las épocas moderna y contemporánea y ha arrojado mucha luz sobre la relación existente entre el crecimiento de la economía capitalista, la expansión colonial, la formación del estado y el desarrollo de la moderna investigación científica, aunque nos falta una descripción más comprensiva de las instituciones y de las técnicas del poder imperial. La historia de Europa y de sus periferias coloniales en el siglo XVIII ha sido la mayor  beneficiaria de este desarrollo, y en este sentido la pareja  conocimiento e imperio ha supuesto un poderoso e influyente paradigma que junto con la historia económica y comercial, la historia política de las rivalidades imperiales, y la historia cultural e intelectual de la Ilustración, emplea métodos, instituciones y audiencias de las ciencias naturales. La obra Green Imperialism: Colonial Expansion, Tropical Island Edens and the Origins of Environmentalism 1600-1860 (Cambridge, 1995) de Richard Grove, que se mueve a través de los espacios imperiales británico, holandés y francés, demuestra que estos temas trascienden de la experiencia nacional. Los estudios de Richard Drayton (Nature´s Government: Science, Imperial Britain and the Improvement of the World, New Haven, 2000) y James E. McClellan (Colonialism and Science: Saint Domingue in the Old Regime, Baltimore, 1992) trazan los orígenes de las instituciones que actuaron como puntos de colección, experimentación e intercambio tan cruciales para la empresa imperial científica.

Conocimiento e imperio trabajaron en estrecha relación en un campo en el que la colección, la transmisión y la implementación de información útil se reforzaban mutuamente. James McClellan y Françpis Regourd (“The Colonial Machine: French Science and Colonization in the Ancien Régime”, Osiris, XV, 2000) describen lo que llaman “a colonial science bureaucracy” en Francia relacionada con la botánica, la medicina y la cartografía que funcionó como una máquina propagando el poder del estado y el control sobre la distante periferia colonial, en tanto que Londa Schiebinger y Claudia Swam se refieren a un “European Colonial Science Complex” en su obra Colonial Botany. Todos estos autores están de acuerdo en sostener que conocimiento e imperio significa una confluencia entre el estado y los actores privados, e incluso cuando individuos e instituciones operaron fuera de la directa tutela estatal, todas las partes contribuyeron al reforzamiento del espacio imperial.

Los autores, por el contrario, tomando como ejemplo el caso del Chevalier de Mirabeau, gobernador de Guadalupe en 1752,  sostienen que si la administración francesa fue capaz de sostener esfuerzos científicos por parte de su personal colonial, sus academias científicas o su sociedad civil, fue incapaz de utilizar de forma eficaz el conocimiento que había producido. Una parte significativa de este conocimiento se difundiría en la esfera pública, donde provocó incesantes polémicas contra las instituciones centrales del primer imperio colonial francés, la regulación mercantilista del comercio y la esclavitud. Aumentar la cantidad de conocimiento no servía necesariamente a los propósitos del gobierno imperial, y en la segunda parte del siglo XVIII jugaron un papel crucial en socavar sus fundamentos ideológicos. Volviendo a Mirabeau, nos muestran que buena parte del conocimiento por él obtenido nunca llegaría a sus superiores, que lo ignoraron o lo juzgaron como irrelevante. En la Francia del XVIII el Estado estuvo comprometido con el desarrollo de la ciencia y contribuyó al aumento del conocimiento de las colonias, pero le faltaban los medios políticos, financieros y humanos para coordinar y movilizar la empresa colonial de modo eficaz. De hecho, el Bureau des Colonies, la cabeza administrativa del complejo colonial francés, era un pequeño organismo administrativo que trabajaba en los márgenes del estado francés. La máquina colonial no podía sostener los esfuerzos extraordinarios impuestos por administradores especialmente celosos, no importa cuán ilustrados o bien intencionados fuesen, y como resultado la información obtenida fue simplemente enterrada en los archivos. La creciente importancia de la opinión pública significó que el conocimiento científico relativo a las colonias no utilizado por la administración no se perdió, pero encontró su propio camino en memoriales enviados a las academias provinciales o extranjeras, o publicado en libros. A medida que progresa el siglo XVIII, estos procedimientos se intensifican, y la economía política comienza a eclipsar a la historia natural.

La obtención de información acerca de las colonias fue una preocupación constante y provocó un espectacular aumento del conocimiento de lo exótico en los imperios francés, holandés, británico e ibéricos. Los problemas de la administración colonial francesa iluminan la situación general de los poderes europeos, donde el tamaño de la burocracia colonial, el relativo desarrollo de la esfera pública, y la coordinación produjeron resultados dispares. En los casos español y portugués, se está empezando a descubrir una ingente masa de escritos producidos por los agentes coloniales, pero al no existir una esfera pública desarrollada, la información descartada u olvidada por los burócratas coloniales fue menos susceptible de aparecer en foros donde se criticara la política colonial. En el caso británico, conocimiento e imperio trabajaron al unísono y produjeron individuos extraordinarios que realizaron una integración que faltó en los casos español y francés, como Joseph Banks. Este no solamente fue capaz de canalizar los recursos del gobierno hacia sus proyectos científicos, sino que también utilizó su status como patrón para centralizar el conocimiento resultante y movilizarlo hacia los diseños imperiales.

Extractado de Loïc Charles y Paul Cheney, “The Colonial Machine Dismantled: Knowledge and Empire in the French Atlantic”, Past and Present, 219, 2013. Ilustración: comercio de esclavos en las Antillas, en François Denis Née, Histoire philosophique et politique des établissements et du commerce des Européens dans les deux Indes, tomo V, 1778.



NEIL SAFIER: LAS TRANSFORMACIONES DE LA ZONA TORRIDA (2011). Arturo Morgado García

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Las entradas escritas por el caballero de Jaucourt en la Enciclopedia sobre el modelo zonal del globo terrestre se interesan prioritariamente por las características naturales de las regiones del mundo. Modernizando una teoría heredada de la Antigüedad, describe las zonas de la tierra como bandas climáticas de temperatura variable, decreciendo en proporción matemática del Ecuador a los polos. Otros autores del siglo XVIII se interesan por los efectos del clima sobre los hombres, como Montesquieu, Buffon y Hume. Jaoucourt enriquece la representación textual de la zona tórrida extrayendo una serie de motivos del poema Les saisons de James Thomson (escrito en inglés en 1748 y traducido al francés en 1759), que hace alusión a un clima maravilloso del que un ardiente sol, incandescente e implacable, es el protagonista. Pocos años después, una comisión geográfica portuguesa dirigida por José Fernandes Pinto comisionada para establecer los límites con las colonias españolas, describe las cataratas de Iguazú calificando en lugar de vasto anfiteatro de aguas cristalinas, contrastando estos epítetos con el estilo literario prosaico y austero que emplea en su relato.

Estas representaciones teatrales de la naturaleza nos muestran que el discurso sobre el paisaje y la geografía deben mucho a las formas narrativas que se emplean. Nos revelan a su manera que en el siglo XVIII la descripción del clima y de la geografía no se limita a debates filosóficos abstractos sobre la temperatura y las costumbres de las poblaciones autóctonas, por el contrario, oscila desde el esfuerzo para abordar vastos cuadros conceptuales a través de las matemáticas y aproximaciones más pragmáticas de la naturaleza que evolucionan en función de las circunstancias editoriales y se manifiestan a través de una larga gama de textos manuscritos e impresos. Los viajeros eran a la vez lectores y productores de estos textos, y los relatos que ellos nos dejaron, incorporados con posterioridad a los manuales de historia natural y las enciclopedias, jugaron un papel capital para la comprensión de la diversidad de los climas y culturas a través del globo.

Los historiadores del medio ambiente que se han interesado en los trópicos han subestimado la importancia de los géneros literarios por medio de los cuales los autores del siglo XVIII han abordado la naturaleza, y la forma en que sus textos han participado en la transformación de la representación de las regiones ecuatoriales. La literatura reciente ha ignorado la diversidad de registros narrativos por medio de los cuales las concepciones sobre la naturaleza han sido transmitidas, codificadas e inventariadas al mismo tiempo que los especímenes materiales. Se considera generalmente que no es hasta el siglo XIX que se ve aparecer un interés concertado de los europeos por las regiones tropicales. Y los especialistas en historia medioambiental no han tenido en cuenta un elemento importante, las prácticas de escritura que acompañan las observaciones sobre la naturaleza y en la naturaleza.

Esta relación con el mundo natural fue el fruto de las técnicas de inscripción y de registro del siglo XVIII, técnicas de recolección, de medida y de edición de la información que han contribuido a cambiar la manera de percibir y de rendir cuentas del mundo natural, tanto en la zona tórrida como en las demás. El transporte de especímenes se vio facilitado por contenedores materiales y prácticas de preparación de las distintas especies para el viaje, especialmente la construcción de cajas y la preparación de herbarios. A fin de incorporar los nuevos materiales en el catálogo europeo, era necesario observarlos en circunstancias controladas y confrontar las especies similares en el seno de una misma colección. Como escribe el naturalista italiano Domenico Vandelli en sus instrucciones a los viajeros portugueses a fines de siglo, "el filósofo que viaja a Brasil no lo hace solamente por el deseo de aprende a conocer los vegetales y animales del país, debe igualmente procurarse una reproducción de estos objetos dibujándolos o enviando sus pieles". Pero además de dibujos y pieles, se exigen también procesos verbales escritos destinados a rendir cuentas de las circunstancias y del contexto en los cuales aparecen tal especimen o tal característica geográfica. Estos inventarios han facilitado la circulación de las ideas sobre la naturaleza entre las regiones ecuatoriales sudamericanas y Europa.

La metamorfosis de la zona tórrida, de un lugar concebido como un desierto inhóspito a una región caracterizada por condiciones climáticas y producciones naturales variadas, se realiza a través de un largo conjunto de empresas editoriales, listas y catálogos, realizados a la vez por viajeros y naturalistas. Bertrand Daugeron (Collections naturalistes entre science et empires 1763-1804, París, 2009) afirma que clasificar la naturaleza pasa por los objetos pero se refleja en los libros, y estas dos etapas (adquisición y clasificación de objetos, y expresión de este orden en los libros) deben ser consideradas conjuntamente para comprender cómo los distintos medios han sido descritos e interpretados en esta época.

Las primeras teorías relativas a las zonas climáticas se remontan a la Antigüedad clásica, y hablaban de dos zonas frías, dos templadas y una cálida. Las zonas extremas eran consideradas como inhabitables. Pero esta idea fue progresivamente cuestionada: el Inca Garcilaso escribía que él había nacido en la zona tórrida, y que era tan habitable como la templada. La interpretación que éste realizara de la cultura incaica contribuyó a transformar la percepción europea de la zona tórrida, y proporciona a sus lectores un diseño de "archipiélago vertical" constituido de un conjunto de islotes ecológicos situados a distintos niveles de altitud, dotados de características climáticas diferentes, pero relacionados entre sí. Muestra que las sociedades precolombinas han sido capaces de adaptarse a las condiciones climáticas particulares de la región, haciendo gala de flexibilidad y de ingenio y poniendo los condicionantes ecológicos al servicio de la comunidad. Pero Garcilaso atribuye a los españoles el mérito de haber producido efectos benéficos en la región por medio de la introducción de nuevas especies, que han comenzado a transformar el paisaje y la percepción de los trópicos andinos, convertidos en un entorno en el que las producciones naturales no tropicales pueden prosperar. La noción de diversidad de la zona tórrida no está ligada solamente a la habitabilidad de los Andes, sino también a la llegada de especies europeas que han conseguido crecer y prosperar en un entorno donde supuestamente reina un calor insoportable.

Pero no es hasta el siglo XVIII cuando el interés por transferir las especies llega a un maximum, acompañado de un afán enciclopédico por repertoriar las especies no europeas, un conjunto organizado de instrucciones destinadas a los viajeros que guían las misiones naturalistas en las que la busca de productos exóticos y la aparición de nuevas técnicas permiten aclimatar estos productos en Europa. Un grupo de naturalistas en el Jardin du Roi inspirado por las obras de Garcilaso intenta reproducir en la Francia del XVIII lo que España había conseguido con tanto éxito en el Nuevo Mundo. Cuando llegan los especímenes de la expedición de Godin y La Condamine, en lugar de incluirlos en uno de los catálogos ordinarios del gabinete, se les inserta en una nueva traducción de la obra de Garcilaso (1744), como formando parte de la descripción de esta civilización. Esta nueva traducción se convierte en un escaparate de la historia natural del siglo XVIII, incluyendo unas adiciones sobre la Historia natural del país ausente de las ediciones francesas anteriores.

La transferencia de los especímenes de su habitat natural hasta Europa tiene también una dimensión moral, ya que los naturalistas del Viejo Mundo pretenden utilizar mejor el saber sobre las producciones naturales americanas que sus habitantes indios o mestizos. Este contraste entre los modos de conocimiento europeo e indígena responde a lo que Philip ha denominado el establecimiento de fronteras entre la verdad científica y la ignorancia no científica. Los editores de la traducción de 1744 señalan que Perú es un país donde las ciencias no han penetrado todavía, y los editores franceses han calificado sus propios comentarios textuales sobre las plantas peruanas como un progreso, y que el Gabinete de Historia Natural debe ser considerado como una cita universal de todas las producciones de la naturaleza. Esta concepción peyorativa del conocimiento peruano se extiende también a sus vecinos ibéricos, acusados de indiferentes al progreso de las ciencias, prefiriendo amasar las riquezas del Potosí más que instruirse en el saber natural de los indios. La conjunción de invernaderos parisinos renovados, de especímenes peruanos importados, y de los esfuerzos por corregir y condensar los textos históricos (la traducción de 1744 elimina la parte dedicada a la cosmología, que incluía el tratamiento de la zona tórrida) ha transformado la imagen de las planicies sudamericanas, no consideradas ya como una región inhabitable, sino percibidas como un paisaje próspero que tenía lecciones que ofrecer a los habitantes del Viejo Mundo.

Una innovación técnica  del siglo XVIII permitió intervenir en el debate sobre la zona tórrida, el termómetro. Antonio de Ulloa llevó uno en la expedición y se dedicó a tomar medidas de temperatura a fin de justificar sus reflexiones sobre la región. Ulloa pensaba que debido a las altas temperaturas,las especies son más prolíficas y los árboles más hermosos, retomando el topos clásico del paraíso fértil y abundante. Ulloa transforma la zona tórrida de un territorio lleno de extremos en una región con unas condiciones climáticas particularmente agradables. El termómetro de Reaumur empleado por Ulloa le permitió adquirir una reputación en Europa de observador infalible y reafirmó la idea de que los habitantes de la zona tórrida eran perezosos e inferiores. Ulloa realiza la fusión entre temperatura y comportamiento empleando el término temperamento: así, el temperamento de Cartagena de Indias es extremadamente cálido, y lo asocia con la debilidad natural de sus habitantes. La expresión de zona tórrida lo mismo significa abundancia, fecundidad y variabilidad climática que el carácter degradado de sus habitantes. Ulloa pensaba que si los comportamientos humanos responden al temperamento de un lugar dado, esto significa que los individuos adquieren el carácter de los lugares donde han nacido o han sido transplantados. Pero la zona tórrida también es susceptible de engendrar un carácter equilibrado, en la medida en que os extremos de las zonas glaciales y templada las convertían en lugares donde era difícil mantener un temperamento neutro. Aquí, Ulloa retoma un argumento de Garcilaso y de León Pinelo a propósito de la naturaleza paradisíaca del Perú, el hecho de considerar las regiones situadas fuera de la zona tórrida como climática y culturalmente inferiores a las de los trópicos. La estabilidad de las temperaturas de la zona ecuatorial es una ventaja para quienes allí viven. Su conclusión es ambivalente: la zona tórrida era potencialmente un lugar peligroso que favorecía una naturaleza letárgica, pero también podía ser una región de quietud climática. Todo dependía de la capacidad del carácter del individuo de sobrellevar las temperaturas.

Pero Ulloa fue contestado. En un manuscrito anónimo ("Juicio imparcial sobre los indios de Quito") se considera que es absurdo servirse de los resultados de un termómetro para medir la pereza de los indios. La Condamine en lugar de ver en la temperatura local la llave de los comportamientos y las costumbres, señala también la variedad de los alimentos, y el escaso comercio. Como consecuencia de estos factores, La Condamine señala que la insensibilidad es la base del carácter de los amerindios, y que su comportamiento puede ser descrito como glotón, pusilánime y perezoso. Autores más tardíos como Buffon, Rousseau y De Pauw retoman sus textos como elementos de trabajo para construir un análisis medioambiental de la cultura sudamericana ecuatorial. Su tendencia a fusionar los comportamientos de las poblaciones de las altiplanicies andinas con las de la cuenca del Amazonas sin tener en cuenta las variaciones locales corresponde a la idea de que la zona tórrida predispone a sus habitantes a comportarse de una manera particular.

Aunque La Condamine habla en general de los amerindios en términos peyorativos, cambia de tono cuando describe la riqueza de las especies naturales de las regiones fluviales. Así, nos muestra que nada iguala la belleza de las plumas del colibrí, que se encuentra en América en toda la zona tórrida. El reconocimiento de la riqueza natural de la selva amazónica se opone a las consideraciones negativas sobre sus pobladores, descritos como individuos que pasan toda su vida sin pensar, y que viven sin salir de la infancia, de la que conservan todos los defectos. Pero no se puede aprender a conocer las virtudes útiles de un conjunto de remedios botánicos susceptibles de ser utilizados por los europeos más que consultando a los expertos locales, para lo que La Condamine no tenía ni tiempo ni capacidad linguística. Enumera la quinina, el guayaco, el cacao y la vainilla, pero no tiene más que ofrecer a sus lectores que estos nombres.

Como los viajeros del siglo XVIII eran incapaces de ofrecer algo que no fuera una corta noticia sobre un objeto dado, ellos ha menudo recurren a listas o catálogos que les ayuden a ordenar y clasificar los materiales que habían visto.La colección se convierte en la clasificación que legitima todo un programa de inventario enciclopédico de la naturaleza. El inventario, a menudo groseramente ordenado, numerado o no, constituye una etapa del proceso intelectual por la cual los naturalistas y los philosophes realizan la transición de los materiales extraídos del terreno a los nuevos repertorios textuales. En el siglo XVIII se asiste a una aproximación cada vez más neta entre el enciclopedismo y la clasificación naturalista. Estas tentativas para ordenar los objetos naturales se relaciona con los esfuerzos realizados para situar estos objetos en los amplios espacios arquitectónicos que suponen las enciclopedias. Daubenton, en su descripción del gabinete de Historia natural, habla de la necesidad continua de orden, clasificando los objetos por clases, géneros y especies en función de sus características y no de sus orígenes geográficos. A veces no se tenía una idea clara: el elefante del Gabinete de Madrid acabó en la sala botánica. Y los objetos llevados por La Condamine a Daubenton en 1747 señalan la dificultad de clasificarlos según un sistema estable: Daubenton cita el origen geográfico sin grandes precisiones, a causa de la dificultad de imponer un esquema organizativo a una región donde las fronteras no estaban claramente fijadas. Algunos objetos tienen la misma mención genérica: "des Indiens de l´Amazone". Y aunque La Condamine habla de a menudo de la forma en que los indígenas preparan toda clase de objetos, insiste en describirles como insensibles, glotones y estúpidos. Desde la adquisición de objetos en las riveras del Amazonas hasta la acumulación de curiosidades en el gabinete Real, La Condamine utiliza sus listas para trazar una línea entre el saber amerindio (a menudo poco accesible) y un repertorio natural universal producido en Europa, donde se acepta recibir estos dones sin saber casi nada de su procedencia.

Aunque el Amazonas podía parecer un nuevo mundo para La Condamine, ya había sido recorrido por los portugueses (Pedro de Teixeira 1637-1639, nombramiento de Francisco Xavier de Mendoça Furtado como gobernador de la capitanía de Maranhao en 1751, expedición de Francisco Xavier Ribeiro de Sampaio, 1774-1775). Sampaio, en su relato manuscrito sobre el viaje a través del Río Negro, reflexiona sobre el impacto del clima, citando al respecto a Buffon, que habla de los obstáculos al desarrollo que existen en el Nuevo Mundo. Pero cuando habla de la nación pariana, Sampaio describe con entusiasmo la prosperidad en la que viven y la forma en que sacan provecho de su entorno. Su testimonio permite atemperar las afirmaciones deterministas de Buffon y Montesquieu. Para describir las cualidades físicas del bosque y repertoriar las producciones naturales, elabora un catálogo, lo que le diferencia de textos elaborados como el de Garcilaso. Sampaio no tiene la intención de incluir informaciones de carácter científico, sino de ofrecer una información que reposa sobre los testimonios locales, obteniendo los nombres de animales, vegetales y minerales en la lengua indígena, y, si es posible, especificando para qué se utilizan. Utilizando el catálogo como técnica de registro, a fin de controlar textualmente la diversidad de los productos que desea presentar a la corona como recursos viables, Sampaio supera los cuadros de los formatos narrativos tradicionales. El catálogo intenta contener un mundo natural aparentemente infinito y organizarlo de manera armoniosa en las páginas de un sólo volumen organizado en capítulos. Este texto debe hacer prueba de coherencia y de autoridad, sin ser necesariamente completo.

Los trópicos sudamericanos fueron descritos en el siglo XVIII empleando numerosas técnicas narrativas. Las experiencias de los viajeros estaban condicionadas por las formas de saber adquiridas de manera empírica a través de las interacciones con los informantes indígenas, y estas experiencias fueron traspuestas en una nueva clase de repertorio textual, la lista o el catálogo. La descripción peyorativa de la zona tórrida permite presentar a os europeos como héroes intrépidos y empíricos que llevan con ellos el fuego sagrado de la evaluación instrumental y sus cuadros conceptuales preconcebidos a las latitudes exuberantes y fantasmagóricas de los trópicos americanos.

Extractado de Neil Safier, "Transformations de la zone torride. Les répertoires de la nature tropicale à l´ epoque des Lumières", Annales. Histoire sciences sociales, 1, 2011, pp. 143-172. Ilustraciones extraídas de Voyage historique de l'Amérique méridionale fait par ordre du Roi d'Espagne par Don George Juan... et par Don Antoine de Ulloa, París, 1752.

ANTONIO CAÑIZARES ESGUERRA: COMO ESCRIBIR LA HISTORIA DEL NUEVO MUNDO (2007). Arturo Morgado García

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Este libro de Jorge Cañizares Esguerra nos ofrece un original y provocador análisis sobre la feroz lucha intelectual que se llevó a cabo en ambos lados del Atlántico durante el siglo XVIII: los debates historiográficos alrededor del origen del Nuevo Mundo. Para atrapar al lector dentro de estas controversias, el autor revisa la autoridad cultural, la validez y la veracidad de los diversos argumentos y las evidencias históricas empleadas en aquellos debates; para ello recurre a una serie de discursos relativamente complejos sobre tramas relacionadas con la Nueva España: historia, historiografía, epistemología y el concepto de la identidad americana. Conocemos así la obra de Charles-Marie de La Condamine, Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, y Cornelius De Pauw, y, en contraposición, encontramos los escritos de Francisco Xavier Clavijero, Lorenzo Boturini, Juan José Eguiara y Eguren y Mariano Fernández de Echeverría y Veytia. La misión del autor es exitosa, no sólo porque profundiza en la discusión sobre los tópicos ontológicos del ser americano durante la vida en la Nueva España, sino también porque desafía los añejos convencionalismos y estereotipos que rodean la historia de América Latina. Ofrecemos un extracto del primer capítulo de esta obra

En el siglo XVIII, en las colonias españolas, la llamada a escribir una nueva historia tuvo muchos seguidores, pero las nuevas historias que aparecieron fueron muy distintas de las surgidas en Europa, España incluida. Los hispanoamericanos se dedicaron a ofrece narrativas alternas a las elaboradas en Europa, donde los amerindios y los criollos  no aparecen como degradados o afeminados, y al tiempo articularon una creativa crítica de las epistemologías eurocentrícas. Esta epistemología patriótica expuso los defectos y las limitaciones de los europeos que buscaban escribir historias naturales del Nuevo Mundo, y si los europeos inventaron la imagen del viajero filósofo, los autores hispanoamericanos echaron por tierra esa construcción.

Smith y Raynal pertenecían a un grupo de estudiosos que en el último cuarto del siglo XVIII comenzaron a poner en duda la credibvlidad de los informes que no habían sido escritos por viajeros filosóficos. Según ellos, los primeros testigos europeos habían visto cosas que no existían, y los españoles, en particular, habían carecido de la curiosidad suficiente para plantear preguntas filosóficas importantes acerca de los pueblos y las tierras con que se encontraron por ser ignorantes, patrióticos y crédulos.

En el siglo XVIII surge un nuevo arte de la lectura que no privilegiaba a los testigos presenciales. Los autores sostenían que los testimonios debían ser juzgados por su consistencia interna y no por la posición social o el nivel de conocimientos de los testigos. El vínculo entre esos debates puede encontrarse en dos lugares relacionados pero diferentes, el viajero filosófico y el género de compilaciones de relatos de viaje. La imagen del primero surgió como un ideal a mediados del siglo XVII cuando los eruditos comenzaron a cuestionar la fiabilidad y la educación de los viajeros que iban a tierras exóticas, así como de la credibilidad de los conquistadores, los misioneros y los burócratas que habían hablado de la grandeza de aztecas e incas. Al mismo tiempo, desafiaba la tradicional comparación de sus sistemas de gobierno como similares a los de la antigua Roma, y a partir de Humboldt la analogía se buscó con Oriente. lo que acabaría desencadenando una nueva historiografía en el Romanticismo, menos escéptica y más positiva.

Los relatos de viajes estimularon la imaginación y la curiosidad durante mucho tiempo, pero en el siglo XVIII comenzaron a ser despreciados y olvidados. Al centrar su atención en las limitaciones de percepción de sus autores tradicionales (misioneros, comerciantes, soldados, marineros), los críticos propusieron que los ilustrados viajaran personalmente a esas tierras para descubrir la verdad. En opinión de Rousseau, los misioneros, aunque doctos, tenían los mismos prejuicios del vulgo, y de los restantes no había que esperar que fuesen buenos observadores. Se necesitaba una nueva categoría de viajeros fue fuese capaz de ver los rasgos verdaderos de todas las naciones. La aparición de ilustraciones estuvo estrechamente relacionada con la crítica general de la precisión de la percepción humana, ya que a medida que los estudiosos se percataron de la ambiguedad asociada con la lectura se desarrolló una nueva preocupación con los hechos determinantes mediante las ilustraciones. Los eruditos pensaban que los hechos transmitidos por la lectura podían tener varios significados si eran leídos por personas de cultura distintas, y para evitar este peligro los viajeros y los científicos se preocuparon por pintar o dibujar sus sujetos y a llevar consigo artistas con la esperanza de capturar la realidad sin distorsiones,

Los auditorios del siglo XVIII prefirieron los nuevos relatos de los viajeros filosóficos y comenzaron a sospechar del valor de los primeros informes españoles, pero no tenían la intención de descartar los relatos españoles del pasado del Nuevo Mundo porque obedecían los estándares historiográficos tradicionales. Como no tenían autores clásicos en los que respaldarse, los españoles confiaron mucho en la retórica del "yo doy testimonio", desarrollando una compleja retórica de la confianza en un esfuerzo por compensar la ausencia de una adición de fuentes escritas autorizadas.

Las estrategias de lectura humanista estaban preocupadas por conceder fiabilidad a testimonios de acuerdo con la posición social y la motivación de los testigos, ya que la sociedad renacentista estaba organizada en torno al privilegio, y la erudición dependía del favor y el patrocinio de los poderosos. Lectores y editores trataban el carácter y la posición social del testigo como primordiales cuando surgían dudas sobre la confiabilidad de un relato. Las críticas epistemológicas de los viajeros filosóficos no le restaron valor a las fuentes españolas del Nuevo Mundo que siguieron siendo consideradas como fiables, en parte por haber sido escritas por testigos y en parte por la posición social de los autores. La pérdida de credibilidad se debió a otros factores. En el siglo XVIII nuevas formas de crítica interna sustituyeron a las técnicas externas tradicionales para juzgar el valor de los testimonios., Si la crítica externa se centraba en el carácter de los testigos, la interna hacía hincapié en la coherencia de los informes. Esas nuevas técnicas internas erosionaron la credibilidad de los primeros relatos europeos de América.

Una muestra de ello es la obra de Cornelius de Pauw Recherches philosophiques sur les américains (1768-1769). Al analizar los gigantes de la Patagonia, identificó todos los relatos en orden cronológico, luego describió las profesiones y la posición social de los testigos, y finalmente confrontó los relatos entre sí para destacar sus contradicciones, particularmente en lo relativo a la supuesta estatura de los gigantes. De Pauw alegó que todos esos relatos eran poco de fiar porque ni un sólo gigante vivo había sido capturado, a pesar de que todos los tipos humanos, pigmeos incluidos, habían sido exhibidos en Europa. Los supuestos huesos de gigantes eran en realidad de animales, recolectados por ignorantes. Los informes sobre gigantes eran producto de la imaginación. Algo parecido hace con las amazonas, cuya existencia aceptaba La Condamine (pensaba que los amerindios trataban tan mal a sus esposas que tenía sentido que existieran comunidades de fugitivas). Pero de Pauw le reprochó haber dado crédito a los informes de los amerindios, señalando a la vez que iba contra la naturaleza humana la existencia de comunidades de madres que mataran a sus descendientes, ya que la naturaleza había hecho a las madres cariñosas. 

Con el tiempo de Pauw afinaría sus métodos, en sus Recherches philosophiques sur les Egyptiens et les Chinois (1774) cuestiona las fuentes griegas y jesuitas respectivamente, y en 1776 era invitado a escribir el artículo sobre América para el suplemento de la Enciclopedia, donde criticó ferozmnente a los sentidos no entrenados para comprender le mundo, obra que influyó mucho en el abate Raynal. En su Histoire philosophique des deux Indes (1770) Raynal señala que los hechos sufren alteraciones a medida que se alejan de la fuente original, y que no se debía esperar una descripción precisa de soldados, comerciantes o misioneros, si bien no cuestionó la autoridad de las fuentes españolas, por lo que mantuvo una elevada opinión de aztecas e incas. Pero en 1774, fecha de la segunda edición, comparte con de Pauw el mismo desprecio por las fuentes españolas, señalando que sus informes sobre templos y ciudades majestuosos sin que hubiera instrumentos de hierro, escrituras o bestias de carga, solamente podían ser el producto de percepciones equivocadas. Los españoles, debido a su ignorancia, habían sido engañados por semejanzas superficiales entre las sociedades americanas y las culturas clásicas.

En lugar de los alucinados informes de los españoles, de Pauw ofreció una nueva interpretación de la historia americana basada en la historia natural, encontrando pruebas de una gigantesca catástrofe geológica que acabó con los grandes animales. El ambiente húmedo y putrefacto del Nuevo Mundo se explicaba el pequeño número y tamaño y la apariencia monstruosa de los cuadrúpedos americanos, la degeneración de los animales extranjeros (solamente los cerdos habían prosperado al vivir entre desperdicios), el crecimiento exuberante de las plantas, la proliferación de insectos y reptiles, la abundancia de plantas venenosas, el origen americano de la sífilis, y la insensibilidad de los nativos que explicaba la escasa población del continente, ya que eran incapaces de sentir pasión e impulsos sexuales, y la mayoría de os hombres eran homosexuales por lo que sus mujeres se convirtieron en seguida en concubinas y aliadas de los europeos.

Humboldt, por el contrario, fue mucho más generoso con las fuentes españolas, defendiendo la cantidad y la calidad de los informes, afirmando que las descripciones españolas de América eran tan numerosas y precisas como las publicadas por sus contemporáneos sobre Polinesia, con la única diferencia de que los españoles no tenían ilustraciones, lo que provocaba que las investigaciones dependieran de descripciones ambivalentes. Lamentaba que por haber descubierto algunas contradicciones los eruditos hubieran decidido descartar todos sus informes, quejándose de que las filosofías del siglo XVIII habían agrupado sin mayor discernimiento crítico tanto los informes de testigos como los de autores de cafetín, y que esas filosofías alardeaban su modernidad al descartar todo lo escrito por los misioneros. Su Examen critique de l´histoire de la geographie du nouveau continent (1836-1839) se puede interpretar como una defensa de la fiabilidad de los relatos coloniales españoles.

Indice.

1. Hacia nuevas estrategias de lectura y nuevas interpretaciones históricas.
2. Cambio en las interpretaciones europeas de la fiabilidad de las fuentes indígenas.
3. Historiografía y patriotismo en España.
4. La creación de una epistemología patriótica.
5. ¿La Ilustración según quién?

Datos de la obra: Jorge Cañizares-Esguerra, Cómo escribir la Historia del Nuevo Mundo (2001), México, FCE, 2007.

ERIC JORINK: READING THE BOOK OF NATURE IN THE DUTCH GOLDEN AGE (2010). Arturo Morgado García

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Eric Jorink's stimulating book prompts the reader to reassess the relationship between religion and the observation of the natural world in the Dutch Golden Age. He argues that while the natural world was increasingly the object of empirical scrutiny and measurable observation during this period, its theological status as the Book of Nature (second only to the Bible) remained critically important, fundamentally shaping, and in turn being shaped by, new biblical scholarship that engaged with natural history. Jorink draws upon an extensive range of primary sources and deftly utilises methodologies drawn from the history of science, theology, and intellectual history. The work reflects the 'cultural turn' that has contributed to making the history of science such an influential sub-field in recent historical scholarship.


Reading the Book of Nature is thematically structured and weaves together analyses of texts and collections created by humanists, natural historians, and biblical scholars. It identifies a range of key figures including Constantijn Huygens, Nicolaes Witsen, Johannes Swammerdam, and Bernardus Paludanus, characterised by Jorink as 'the well and sometimes lesser-known scholars and curiosi' (p. 29). A particular strength of Jorink's book lies in his discussion of publications and discourses at a range of levels, rather than focusing on 'canonical natural philosophers' (p. 29) like René Descartes and Christiaan Huygens (who still feature, but do not dominate the narrative). Jorink argues for a very wide conception of early modern science that incorporates contemporary concepts including 'exegesis, the humanist tradition, natural history and the culture of the collecting of curiosities' (p. 19), and the book is accordingly wide ranging, though it does not lose focus. Following extensive preliminary material that conceptually teases out and historically contextualises the Book of Nature, the strands of the argument are woven together through a series of thematically organised chapters that provide convincing and coherent case studies.

In a substantial chapter on comets, Jorink builds upon traditional studies in the history of science that stressed the importance of comets for the development of techniques of precise observation and measurement, and on more recent analyses that have foregrounded early modern humanist debates about comet theory from antiquity. The chief contribution of this chapter lies in Jorink's examination of a series of Dutch authors who combined biblical and classical understandings of comets and in so doing subjected the astrological and prodigious functions of comets to increasing scrutiny. The overarching trend was a move towards a worldview in which comets still functioned as signs, but signs quite simply of 'God's almightiness' (a frequent phrase in the book) rather than as portents of events to come.

The following chapter examines the new seventeenth-century fascination with insects as objects of observation and representation. While this is relatively well-trodden ground in studies of scientific method and scientific instruments, and in studies of the iconography of Dutch art, Jorink throws new light on this field by situating lesser-known figures within a chronological overview, and especially by intensively reassessing the religious dimensions of Johannes Swammerdam's studies of insects in the 1660s and 1670s.

The two concluding thematic chapters - on collections of curiosities, and on printed books of wonders - work particularly well in tandem and provide nuanced readings of how evidence from the natural world, broadly conceptualised, was collected, scrutinised, and presented to wide publics through print as well as to smaller groups of connoisseurs. The discussion of collections extends to incorporate categories of objects beyond those found in the natural world, and most notably Egyptian artefacts. This allows Jorink, in one of the most compelling sections of the book, to establish how biblical scholarship and debates about language and chronology affected the changing categorisation and presentation of many forms of knowledge. He also traces an eventual shift towards a focus on regular rather than exceptional phenomena.

The final chapter examines how Dutch publishers and authors built upon the publication genre of the 'wonder book' that had been developed by predominantly German and French authors in the sixteenth century. Jorink examines popular compilations of wonders that appeared on the Dutch market, often repetitively based upon earlier models though sometimes also newly concerned with strange local events.

Reseña de Jennifer Sprinks, Parergon, 30, 2, 2013.

Indice.

1. Introduction.
2. The interpretation of the Book of Nature Down around 1600.
3. Comets: The Debate of the Wonders in the Heaven.
4. Insects: The Wonders of God in the Humblest Creatures.
5. Collections of Curiosities.
6. Books of Wonders: from Rarity to Regularity.
7. The Book of Nature: from Axiom to Metaphor.

Datos de la obra: Eric Jorink, Reading the Book of Nature in the Dutch Golden Age, Brill, 2010.


JOSEPH GUMILLA: EL ORINOCO ILUSTRADO (1741). Arturo Morgado García

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La tradición jesuita de Historia natural produjo muchos ejemplares destacados a lo largo de la Modernidad, y todavía en pleno siglo XVIII seguía gozando de una gran vitalidad, como muestra la obra de Joseph Gumilla El Orinoco Ilustrado, cuya primera edición data de 1741, siendo reeditado en 1745 y 1791, y traducido al francés en 1758. El libro pretende abarcar, como era tradición en el género, todo lo relativo a la Historia natural, geográfica y humana de estos parajes, tratándose de una obra que no tiene desperdicio. Desde el punto de vista ideológico, son muy interesantes los planteamientos que hace del talante de los indios de aquellos territorios, cuyo salvajismo es producto de su falta de cristianización, así como la reivindicación de la labor española en los territorios americanos o la denuncia de la amenaza portuguesa. En lo que se refiere a los aspectos más formales, el autor parte ante todo de su propia experiencia y de su conocimiento personal de aquellas tierras ("serán noticias hijas de mi experiencia, y de aquello mismo que ha pasado por mis manos y he visto por mis ojos, no sin cuidadosa observación"), en lo que enlaza con toda la tradición descriptiva española del territorio americano, sobre el cual no había referentes en los autores clásicos que pudieran ser tomados como modelos, y había que acudir a lo experimentado y a lo visto en persona, no dudando cuando ello es preciso de utilizar las informaciones aportadas por los pobladores de aquellas tierras, y permitiéndose criticar a los sabios europeos en alguna ocasión (así, hablando del buio, nos cuenta que "el culebron de que habla el caballero Esloane en las Memorias Filosóficas de la Regia Sociedad de Londres (año 1738) es de especie diversa, porque el buio ni tiene colmillos ni dientes, y por eso no come, sino engulle la presa que atrajo". También encontramos una reivindicación de las prácticas científicas coloniales, siendo muy ilustrativo el descubrimiento realizado por un esclavo negro de la utilidad de los colmillos de los caimanes como antídoto contra los venenos, descubrimiento corroborado por distintos experimentos realizados en Panamá, Quiyo y Guayaquil, y certificados notarialmente en esta última ciudad.

A pesar de su importancia, no se trata de un libro que haya sido estudiado en profundidad, salvando los trabajos de Margaret Ewalt,

(especialmente, Peripheral wonders: nature, knowledge and enlightenment in the eighteenth century Orinoco,2008), y, más recientemente, de Rojas Cocoma (El Orinoco y la ciencia emocional del siglo XVIII), que aborda los aspectos visuales de la obra del jesuita. Gumilla nos presenta una naturaleza absolutamente exuberante, llena de árboles, flores, frutos y pájaros, retomando la vieja técnica retórica de presentar las tierras indianas como un nuevo Paraíso Terrenal. Desde el punto de vista animalístico, se trata de un tema abordado en muchas ocasiones en relación al aprovechamiento por parte de los indios de los recursos naturales, por lo que dedica mucha atención a la forma que tienen éstos de cazarlos, ya se trate de los pecaríes, los armadillos, los monos, los tapires, los peces, las tortugas, y los manatíes . Sus descripciones prescinden de cualquier elemento de carácter moralizante, salvando el caso de los caimanes, considerados "la ferocidad misma, y aborto tosco de la mayor monstruosidad, horror de todo viviente, tan formidable que si el caimán se mirara en un espejo, huyera temblando de sí mismo. No puede idear la mas viva fantasía una pintura más propia del demonio...aquel dragón de cuatro pies horribles, espantoso en tierra y formidable en el agua, cuyas duras conchas rechazan a las balas, frustrándoles el ímpetu y cuyo cerro de broncas y desiguales puntas, que le afea de alto abajo, publica, que todo él es ferocidad, saña y furor". Pero esto no es lo habitual, y generalmente se limita  a aportar información sobre sus características físicas, especialmente su tamaño, cuando éste lo considera fuera de lo común, o algunos rasgos de su comportamiento. No obstante, también nos cuenta de vez en cuando alguna historia propia de los relatos de aventuras, como los perros despellejados y descuartizados por los tapires, los enfrentamientos de los osos hormigueros con los tigres (jaguares, en realidad), la forma de cazar de los buios (las anacondas), empleando su aliento para ello, las épicas luchas entre tigres y caimanes (según los relatos contados por los indios), o el insorportable hedor del mapurito (la mofeta).

Dedica asimismo mucha importancia a los insectos y alimañas, ya que éstos suponían la mayor molestia para los europeos que recorrían aquellos territorios, y se hacía por ende necesario recopilar la mayor cantidad de información posible al respecto. Así, se explaya sobre los mosquitos, las temibles niguas, y las hormigas. No podía faltar la referencia a guacaritos o pirañas. Y, sobre todo, es muy importante su descripción de los murciélagos nocturnos (ya observados por Jorge Juan y Antonio de Ulloa), "buscando a quien chupar la sangre, los que por no tener otra forma duermen en el suelo, si no se tapan de pies a cabeza, los tales, seguramente son heridos de dichos murciélagos, y también los que duermen en camas sin toldillo, o sin mosquitero, aunque no quede sin tapar sino la frente, allí le pican, y si por desgracia pican una vena, como acontece con frecuencia, el sueño pasa a ser muerte verdadera, desangrándose el cuerpo, sin sentirlo el dormido, tanta es la suavidad con que clavan el diente, batiendo al mismo tiempo sus alas, para alagar con el ambiente". Con el tiempo Buffon recogerá esta referencia, utilizando el término vampiro para denominar a esta especie, inaugurando así una identificación entre el animal y la criatura fantástica que, como todos sabemos, tendría muchísima fortuna en la posteridad.

Datos de la obra: Joseph Gumila, El Orinoco ilustrado. Historia natural, civil y geographica de este gran río y de sus caudalosas vertientes…Madrid, Manuel Fernández, 1741.


EL MAR EN LA HISTORIA Y EN LA CULTURA (2013). Arturo Morgado García

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El análisis del mar por parte de los historiadores ha de partir de una serie de elementos previos. En primer lugar, la inmensidad del mar, espacio no controlado ni dominado por el hombre y en el que no se siente a gusto. El mar evoca lo desconocido, lo lejano, lo distante, lo diabólico, y muchas leyendas o historias tienen este talante, como la del Holandés errante o el triangulo de las Bermudas. El mar tiene una fauna, que durante mucho tiempo ha sido poco conocida. Tan ignorada, que para los antiguos cada animal terrestre debía tener su equivalente marino, de ahí que hablemos de lobos marinos, vacas marinas, caballitos de mar o elefantes marinos, todos ellos, en mayor o en menor medida, dejando su huella en el imaginario colectivo. Y el mar es una vía de comunicación, que siempre ha unido mas que separado. Casi todas las culturas han dominado sus espacios marítimos, y este carácter del mar como vía de comunicación ha provocado, asimismo, que el mar haya sido escenario de conflictos bélicos. En muchas ocasiones las hegemonías políticas se han dilucidado en los océanos, y lo que Napoleón llamó la lucha entre el elefante y la ballena se ha repetido en bastantes ocasiones durante la historia, siendo esta última la que siempre ha vencido.

INDICE.  

ESTUDIAR EL MAR. Alicia Arévalo, La arqueología marítima en España. Berta Gasca Giménez,  El Museo Naval de San Fernando. Tres siglos de cultura naval en Cádiz.

LA IMAGEN DEL MAR. Elena Moreno Pulido, Sumergidos en Océano. Iconografía oceánica en el Extremo Occidente AntiguoAlejandra Flores de la Flor, Un mito del Estrecho de Magallanes. Ana Martínez García, Luis Seoane, ilustrador del mar. Aproximación a través de las revistas literarias y la edición editorial. José Marchena Domínguez, El mar y la ciudad. Una reconstrucción histórica y sociocultural a través de las fuentes populares. José Joaquín Rodríguez Moreno, Señores de los Siete Mares. El mensaje de los superhéroes acuáticos durante la Segunda Guerra Mundial.

LAS CRIATURAS DEL MAR. Israel Santamaría Canales, Los animales marinos en el mundo griego. Marina Camino Carrasco, Los monstruos marinos en Plinio el Viejo. Francisco Javier Macías Cárdenas, Los animales marinos en los bestiarios medievales. Lydia Pastrana Jiménez , Los monstruos marinos en la obra de Ambroise Paré. Víctor Alberto Quiñones Flores, La pervivencia iconográfica de la fauna marina en las monedas circulantes a comienzos del siglo XXI.

VIAJAR POR EL MAR. Joaquín Ritoré Ponce, Los peligros del mar en la literatura griegaArturo Morgado García, La imagen del naufragio en la España del siglo XVIIILaura Barba Beltrán y Ascensión López Vázquez, Viajar por el Mediterráneo/Viajar por el Atlántico. Los periplos de González de clavijo (1403-1406) y Francisco de Soto y Marne (1752)Laura Barba Beltrán y Ascensión López Vázquez, Exvotos marineros en la provincia de Cádiz.

COMBATIR EN EL MAR. Francisco Javier Ortolá Salas, El fuego griegoAlberto J. Gullón Abao, De barcos y cañones: la artillería naval española en el siglo XVIII. Cristina Agudo Rey, La defensa del virreinato del Perú: el lago español y la armada del mar del Sur. Jesús Martín Díaz, El legado de una familia de marinos: los Lazaga

Datos completos de la obra: GULLON ABAO, Alberto, MORGADO GARCIA, Arturo, y RODRÍGUEZ MORENO, José (eds.), El mar en la historia y en la cultura, Cádiz, Universidad, 2013, 336 pags., ISBN 978-84-9828-456-0. 

HAROLD RAMIS: GROUNDHOG DAY (1993). Arturo Morgado García

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Nuestro pequeño homenaje a Harold Ramis, fallecido en el día de ayer, y que no se prodigó mucho, pero que participó, como actor, como director, o como guionista, en películas sencillamente magistrales. Deseamos recordar un film que, con no demasiados recursos, pero con magníficas interpretaciones y un guión lleno de inteligencia, deja un recuerdo imborrable en todos aquellos que lo visionan (y, además, participan, aunque tangencialmente, animales): Atrapado en el tiempo, con un Bill Murray (que compartió reparto con Ramis en la magistral Los cazafantasmas) y una Andie Mac Dowell (que al año siguiente participaría en la película por la que la recordamos la mayoría, Cuatro bodas y un funeral) en estado de gracia, y que tuvo en su momento tanto éxito que ha acuñado una expresión, el día de la marmota, para referirse a aquellas situaciones que se repiten hasta la saciedad. Y, por supuesto, nos negamos a resumir el argumento.

CONGRESO LITERATURA E HISTORIA. Arturo Morgado García

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Es una tradición que se remonta a varios años que el firmante colabore en los congresos organizados por la Asociación Ubi Sunt. No podía ser menos por esta vez, así que anunciamos en estas páginas el que, dedicado a "Literatura e Historia", tendrá lugar entre los días 1 y 3 de abril de 2014.

PROGRAMA.

Martes 1 de abril.

 

16,00-17,00 Acogida de los asistentes y presentación.
17,00-18,00 Margarita Carretero (UGR). Conquistar a Sauron con el anillo. Nuevas guerras y antiguos códigos heroicos en la obra de J.R.R. Tolkien.
18,00-18,45 Joaquín Ritoré (UCA). Los trágicos atenienses en clave política.
18,45-19,15 Descanso.
19,15-20,00 Javier Guzmán (UCA) Contar mi verdad, no la verdad: la historiografía latina de época imperial.
20,00-20,30 Israel Santamaría (UCA) (título por determinar).
20,30-21,00 Francisco Javier Macías Cárdenas (UCA). El Roman de Renart.

Miércoles 2 de abril.

 

12,00-14,30 Joaquín Ritoré (UCA), Ivanhoe (cineforum).
16,00-16,45 Javier Ortolá Salas (UCA), El mundo bizantino en La Alexíada de Ana Comneno.
16,45-17,15 Alejandra Flores de la Flor (UCA), Los monstruos en las novelas de caballerías.
17,15-17,45 Marina Camino Carrasco (UCA), Una nueva visión del mundo en el siglo XVII: la ciencia jesuita en la novela de Umberto Eco.
17,45-18,15 Descanso
18,15-18,45 Laura Barba Beltrán (UCA), El mundo de Poniente.
18,45-19,15 Ascensión López Vázquez (UCA), El Imperio turco a través de los libros de viajes españoles finidieciochescos.
19,15-19,45 Lydia Pastrana Jiménez (UCA), El exorcista.
19,45-20,30 Arturo Morgado García (UCA) La historia de Escocia en sus canciones.

Jueves 3 de abril.

 

16,00-16,45 María José de la Pascua UCA). Familia y mujer en las novelas de Jane Austen.
16,45-17,30 J.J. Rodríguez Moreno (UCA) y Manuel Barrero (USE). Las sociedades española y estadounidense a través del comic.
17,30-18,00 Ana Martínez (UCA).La Guerra Civil Española como experiencia, historia y ficción en Juego limpio de María Teresa León.
18,00-18,30 David Garrido Martínez (UCA). Joachim Fest: La resistencia al nazismo.
18,30-19,00 Descanso. Reanudación de las sesiones en el Centro Cultural Reina Sofía (antiguo Gobierno Militar).
19,00-19,45 Antonio Martín (UCM). Arturo Pérez Reverte y El capitán Alatriste.
19,45-20,30 José Marchena Domínguez (UCA) La sociedad gaditana en las letras de Carnaval.
20,30-21,00 Clausura.



CHRIS BUCK Y JENNIFER LEE: FROZEN (2013). Arturo Morgado García

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En el día de ayer, en una fiesta de cumpleaños, los niños invitados bailaron al son de Suéltalo. Cuando se llega a tales extremos, ello se debe a que se trata de una melodía por todos conocida, por todos identificada, y que todos la han incorporado a su acerbo mental, lo que no está nada mal para tratarse de una película que se estrenó en España el pasado mes de noviembre, aunque la concesión del último Oscar a la mejor canción ha debido, sin lugar a dudas, reforzar poderosamente su popularidad. 

Lo cierto es que el último estreno de la Disney ha gozado de un notable éxito mediático, aunque tampoco hay que exagerar tanto. Si nos vamos a la página de Filmaffinity, que puede ser indicativa de la popularidad alcanzada por las películas estrenadas en España, nos daremos cuenta que Frozen ha tenido unos ocho mil votos, frente a los más de 30.000 alcanzados por la, realizada por Pixar, e injustamente subestimada en nuestra opinión, Brave, si bien es cierto que esta última se estrenó en 2012 y lleva más de dos años acumulando puntuaciones. También es verdad que Brave descuida mucho la banda sonora, y eso es algo en lo que Frozen gana por goleada a las películas realizadas por Disney en los últimos años, a saber, la belleza de sus canciones, comenzando por Hazme un muñeco de nieve, y concluyendo por Suéltalo (en España), Libre soy (en Hispanoamérica) o Let it go. Y también es verdad que la protagonista principal de Brave carece del carisma de Elsa o de Ana, dos personajes muy diferentes, pero que nos resultan perfectamente complementarios.

A fuer de sinceros, el firmante de estas líneas opina que la última película genial de Disney fue Tarzán (1999), que aportó un brillante broche de oro a una década de los noventa en la que la productora remontó los más de veinte años que se extienden entre El libro de la selva y La sirenita, en los cuales no hizo nada que valiera realmente la pena, aunque también es verdad que preferimos la animación clásica a la 3D, lo que ya de entrada provoca que valoremos sus últimas películas con cierto prejuicio previo. Pero nos atreveríamos a afirmar que lo que ha habido en los últimos años han sido producciones muy acabadas, de gran calidad técnica, pero que, probablemente, no van a dejar hueco en nuestra memoria más allá de su impacto inicial. Y este punto nos parece absolutamente fundamental: la gran habilidad de Disney ha radicado en crear un público de todas las edades, que, por un motivo o por otro, han incorporado sus personajes, sus producciones, o sus canciones, a su catálogo de iconos culturales, y ello, al mismo tiempo, manteniéndose absolutamente fiel a sus esquemas tradicionales, aunque asumiendo, en todo momento, el catálogo de los valores políticamente correctos, lo que no es incompatible con un cierto nivel de ironía.

Y a partir de ahí, cualquier comentario sobra. Los argumentos pueden ser relativamente inconsistentes (el príncipe que ayuda al pueblo en apuros cuando llega el invierno, y que al final se convierte en el villano de la historia, no resulta creíble), los personajes pueden no tener profundidad psicológica, las historias no son originales (la de Frozen, en concreto, se basa en el cuento La reina de las nieves de Hans Christian Andersen, que fue utilizado por la Disney en otras ocasiones como fuente de inspiración, y ahí está La sirenita)...pero cuando nossumergimos en una de las películas de Disney, porque no vale contemplarlas marcando una distancia intelectual, sus argumentos ñoños y sus personajes planos hacen que se despierte lo mejor de nosotros mismos, por mucho que el escepticismo y el estar de vuelta de todo hayan marcado nuestro carácter. Así que, frente a cualquier crítica intelectualista de éste y cualquier otro film realizado por uno de los iconos culturales más brillantes creados en el siglo XX, le contestaremos, como en la canción, Qué más da.

NURIA VALVERDE PEREZ: ACTOS DE PRECISION (y VII). Arturo Morgado García

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A principios de los años cincuenta comenzaron a llegar a Madrid los instrumentos destinados a la formación y renovación del Observatorio instalado en el Colegio Imperial, lo que formaba parte de un proyecto que incluía una Academia y un Museo de Matemáticas que tenían que abrirse en las mismas dependencias del colegio de los Jesuitas. Pero rentabilizar políticamente la adquisición de material técnico y la inversión en la formación de especialistas no era tarea fácil, y solamente a fines de siglo la ciencia española dispondría de espacios de acumulación y de resonancia de la retórica de la producción científica, como el Real Gabinete de Historia Natural (1771), a través de los cuales establecer una relación directa con el público. El destino de todo este instrumental eran los observatorios de Cádiz y Madrid (1750), la expedición de límites y las instituciones dedicadas al proyecto de levantar el mapa de España.

Desde principios de los sesenta se aprecia el interés de una élite en crear vías de comunicación con la población que contribuyan a la consolidación de una determinada cultura científica, y un interés comercial comienza a mover los hilos dela divulgación. Es a partir de entonces cuando se deja sentir la preocupación de los gobernantes por establecerlos modos más satisfactorios de canalizar la información, entendiendo que ello llevaba implícito un reconocimiento de la autoridad. La reflexión sobre la utilidad y la eficiencia es lo que principalmente marca el camino hacia la necesidad de hacer convergentes el conocimiento y la opinión de los distintos estratos implicados en el orden social. Pero se toma conciencia de que la acumulación de objetos y máquinas supone una amenaza para el universo simbólico tradicional, y la sensibilidad de estaba modificando, como prueba el hecho de que los gabinetes de máquinas y de antigüedades se pusieran de moda entre las clases acomodadas. La Iglesia manifestaría su inquietud protestando por la supuesta confusión que en el ánimo del creyente éstos podían producir.

Publicaciones como el Mercurio literario contribuyeron a promover la conciencia de que los temas relacionados con la filosofía natural, los experimentos y los logros técnicos tenían un amplio público que exigía un nuevo formato informativo., Se reconocía la necesidad de responder a una demanda y se establecía la distinción entre la erudición y la curiosidad, pudiendo observarse el inicio de la apertura de la brecha entre el conocimiento científico y la emergencia del periodismo como una esfera de mediación en la opinión pública. El aspecto más lúdico de la física experimental se mantendrá a lo largo de todo el siglo XVIII en los librillos destinados a los juegos sociales, como las Recreaciones del arte y de la naturaleza (1791), que se atreve a unir las actitudes ante la física y la historia natural de un petimetre, un sabio físico y un labrador.

La producción periodística popular de la década de los sesenta se había caracterizado por su sesgo lúdico, por la brevedad de la presentación, la eliminación de las disquisiciones filosóficas y la variedad de las informaciones. A finales de siglo la divulgación recoge estos  elementos para integrarlos en un nuevo estilo, el del diccionario misceláneo, como el Diccionario feyjoniano (1802) de Marqués y Espejo. La ordenación alfabética permitía al lector encontrar la información con facilidad, a la vez que limitaba la extensión del texto, lo que evitaba disquisiciones farragosas y hacía más fácil de entender y memorizar los contenidos. El volumen de información en circulación era demasiado amplio para ser expuesto, por lo que transmitir se convertía obligatoriamente en resumir. 

La República de las Letras adquiere el aspecto de una comunidad de aficionados, con muchas posibilidades de consolidar su autoridad en función de su presencia en la esfera de la opinión pública. Cuando los expertos quieran reivindicar su intervención hegemónica en el proceso de discriminación entre lo falso y lo verdadero, se van a encontrar con muchas resistencias. En 1788 Gilleman presentaba a la Real Academia de la Historia una memoria sobre los usos del barómetro, deseando demostrar que no todos estaban en condiciones de realizar estos experimentos, lo que suponía una acusación al redactor del Diario curioso, erudito, económico y comercial, Pedro Alonso de Salanova, con quien había mantenido una fuerte disputa sobre los cálculos astronómicos publicados en el periódico....

El mantenimiento de redes de producción de datos diferenciadas, una informal y abierta a un amplio número de participantes, y otra selectiva y jerarquizada, alcanza su techo en 1788. Tres factores contribuyeron a ello, el reconocimiento de los errores de cálculo y malfuncionamiento instrumental (que se había convertido en uno de los rasgos diferenciales del experto), la convicción de que las propias redes de expertos podían experimentar un fortalecimiento si eran capaces de canalizar la participación de los aficionados, y la conciencia de que la dimensión política de su actividad obligaba a generar mecanismos de visibilidad social. La idea de rentabilizar el saber se sostenía sobre el presupuesto de que sólo una disciplina, esto es, un adiestramiento físico rígidamente tutelado, que excluya posibles intromisiones de otros saberes y actitudes, asegura la canalización de la información. Pero la imposición de la autoridad estuvo también acompañada de la admiración por los artefactos, la belleza de las láminas y la puesta en escena, ya que todo ello persuadía de que para alcanzar un resultado satisfactorio era necesario admitir que había una cadena sólida, sostenida por una moral peculiar, que no se debía romper. 

Extractado de Nuria Valverde, Actos de precisión, pp. 185-304, y 319-321.

LOS ANIMALES EN LA HISTORIA NATURAL ESPAÑOLA DEL SIGLO XVII.

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A lo largo de los siglos XVI y XVII la imagen de la naturaleza, y más particularmente la del mundo animal, experimenta una serie de transformaciones. El punto de partida  era “la visión emblemática de la naturaleza, según la cual cada especie animal se encontraba rodeada de un complejo entramado de significados, símbolos, alegorías e imágenes moralizantes. A todo ello se le prestaba mucha más importancia que a la descripción de los rasgos anatómicos, la narración del comportamiento concreto de cada especie animal, o la enumeración de los beneficios concretos que al ser humano podía ofrecer (enfoque predominante a partir del siglo XVII y al que podríamos denominar  visión desencantada). Estos últimos elementos se encontraban presentes, pero no constituían la prioridad. Dicha visión emblemática se apoyaba a su vez en una epistemología en la cual, utilizando la terminología de Foucault, loleído era mucho más importante que lo visto, por lo que la utilización de autores clásicos como Plinio no estaba, ni mucho menos, fuera de lugar. Es cierto que Aristóteles, la otra gran referencia del mundo clásico, había brindado una perspectiva del mundo animal en la que se había hecho un gran esfuerzo por ofrecer leyes de carácter general, pero el amor de Plinio por el detalle y lo particular se adaptaba mucho mejor al modo de conocimiento predominante en la Alta Edad Moderna, y, además, resultaba mucho más distraído de leer.

Con la Historia natural del autor romano como punto de partida, enriquecida a través de los siglos por Eliano, Solino, Isidoro, el Fisiólogo, los bestiarios medievales, y la literatura emblemática del siglo XVI; autores como Conrad Gesner o Ulises Aldrovandi, los grandes enciclopedistas de la Historia natural del Renacimiento, nos ofrecen una perspectiva exhaustiva de todos los animales conocidos en su época y en la que se pretende recoger todo lo que se había escrito sobre cada especie. Pero el descubrimiento de América planteaba un nuevo problema, el de recoger, catalogar y describir especies animales que no habían sido conocidas por Plinio, y que se encontraban desprovistas de cualquier significado simbólico. Jan Jonston, el último representante de esta tradición enciclopedista, lo resolvió a su manera a mediados del siglo XVII. Podía optar por inventar una trama simbólica para los nuevos animales, lo que ya se había hecho para especies concretas, como el ave del Paraíso,  o el armadillo. O podía elegir eliminar dicho entramado de los animales del Viejo Mundo, limitándose a ofrecer un nombre y una descripción. Jonston apostaría por esta última opción,  lo que, unido al afán por anatomizar tan propio de los naturalistas de la segunda mitad del Seiscientos, provocaría el desencantamiento del mundo animal, que será visto a través de una perspectiva preferentemente descriptiva y anatómica, si bien es cierto que ello no será incompatible con la presencia de rasgos humanizadores ni con la exposición de simpatías o antipatías hacia las distintas especies, siendo muy sintomático al respecto el planteamiento de Buffon en su Histoire naturelle.

En España la Historia natural no alcanzó el nivel enciclopedista que podemos apreciar allende los Pirineos, y, es más, los grandes naturalistas europeos no solían contar con corresponsales españoles, siendo muy emblemático el ejemplo de Conrad Gessner, conociéndose los textos de autores como Fernández de Oviedo, Monardes o García de Orta a través de sus ediciones ultrapirenaicas, normalmente en latín, y no de las impresas en la Península. Aunque no es menos cierto que las aportaciones de los autores españoles fueron muy importantes, ya que a ellos se les debió, en gran medida, el conocimiento de las nuevas especies americanas, aplicando criterios de conocimiento empírico y no de respeto a los autores anteriores. A la larga, este Nuevo Mundo zoológico va a provocar una ruptura de la visión emblemática de la naturaleza, pero nada de ello sucedería en los autores que escriben desde la Península, en los cuales la fidelidad a la misma sigue siendo determinante.

Quizás la única obra que responda, al menos en parte, al espíritu que animaba la Historia natural renacentista sea la traducción de la Historia natural de Plinio publicada por Jerónimo Gómez de Huerta (1573-1643) en 1624. Médico de cámara de Felipe IV, y familiar del Santo Oficio, no solamente traduce al autor clásico, sino que también se siente obligado a completarlo. Para ello debe hablar, como es obvio, de los animales americanos, pero la información que nos proporciona de los mismos se limita a una mera descripción física, prescindiendo por completo de elementos filosóficos y legendarios, y acudiendo, cuando ello resulta necesario, a la comparación con los animales del Viejo Mundo. Es más, como estas especies no encajan en el cuadro zoológico esbozado por Plinio, se refiere a las mismas en una nota incluida en la descripción de las partes del mundo (pp. 233-234), lo que revela la complicada integración de la fauna americana en el conjunto de los conocimientos zoológicos, aunque en alguna ocasión los trata en el capítulo que les correspondería, cual es el caso del armadillo, del que habla a la par de los cocodrilos (p. 412), quizás por la naturaleza escamosa de ambos, lo cual, al fin y al cabo, nos remite de nuevo a su complicada integración.

Muy distinto es el tratamiento de los animales del Viejo Mundo. Pongamos, por ejemplo, el caso del elefante (pp. 361-364). Acude a autores clásicos (Eliano, Galeno, Opiano, Solino, Estrabón), a la tradición cristiana (la Biblia y el Fisiólogo), representantes de la literatura simbólica y emblemática del Renacimiento (Piero Valeriano), y algunos naturalistas contemporáneos (como Gesner o Acosta). La mayor parte  de las informaciones que nos proporciona cabe inscribirla en la línea simbólica y alegórica, aunque nos ofrece algunos datos de carácter médico (“el uso que tenemos de ello en medicina es para confortar la virtud vital, y para refrescar el hígado e impedir las purgaciones blancas de las mujeres y quitar las obstrucciones y dolores de estómago y también es remedio para hacerlas fecundas”), y las experiencias habidas con estos animales en las lejanas tierras orientales, concretamente en Goa, prueba de la apertura a los nuevos horizontes geográficos. Y todo ello de forma absolutamente acumulativa, con una pretensión más erudita que sistemática. Pero es de destacar su esfuerzo de actualización informativa, especialmente acusado en los animales procedentes de territorios poco frecuentados por los españoles, como los renos, uros y alces de las tierras septentrionales (mostrando su conocimiento de la obra de Herberstein), la jirafa (transmitiéndonos el relato de la que recibiera Lorenzo de Médicis del sultán de Egipto), el rinoceronte (y nos cuenta el famoso torneo habido en Lisboa entre éste y un elefante, hablándonos asimismo del que fuera propiedad de Felipe II), el manatí (para lo que acude a la autoridad de López de Gómara), los monos (conociendo la obra de Vesalio, el cual había mostrado las diferencias anatómicas entre éstos y los seres humanos) y diversas especies marinas, para lo que cita a Pierre Belon y Guillaume Rondelet, así como a Olao Magno y André Thevet, utilizados estos últimos además para todo lo relativo a los monstruos marinos. No se aprecia un especial retraso en el conocimiento de las aportaciones foráneas, ya que la tradición zoológica del Renacimiento es frecuentemente utilizada  por nuestro autor, lo que es perfectamente compatible con la persistencia de los viejos elementos fabulosos y legendarios, por cuanto crocutas, mantícoras, catoblepas y unicornios reciben la atención que se merecen.

Sus contemporáneos españoles seguirán esta visión emblemática de la naturaleza, absolutamente omnipresente en la literatura homónima, e, incluso, los diccionarios del momento nos ofrecerán todo un elenco de elementos míticos, simbólicos y fabulosos cuando nos hablen de los distintos animales, siendo muy sintomático el ejemplo de Covarrubias, autor del Tesoro de la lengua castellana. Pero Covarrubias no pretendía, ni mucho menos, especializarse en los estudios zoológicos, por lo que nos centraremos en los cultivadores de una producción animalística propiamente dicha, autores que han sido un tanto maltratados por la historiografía, siendo sintomático el caso de Jerónimo Cortés, cuya obra López Piñero, siempre tan solvente, despacha considerándola una mera reunión de materiales de segunda mano, realizada con muy escaso rigor. Pero el tema es mucho más complejo de lo que parece, y, parafraseando a Asworth, no hay que pedirles a estos autores la visión zoológica de nuestra época, porque, a lo mejor, lo que pretendían era algo totalmente diferente.

Ante todo, hay que señalar que su interés por la Historia natural era perfectamente compatible con otras ocupaciones. Jerónimo Cortés, por ejemplo, fue autor de un tratado de fisiognomía, así como de un lunario, dedicado básicamente  a ofrecer consejos sobre agricultura, describiendo qué es lo que se debe hacer en cada mes del año según la fase de la luna en que nos encontremos. Ferrer de Valdecebro (1620-1680) era un religioso dominico, que pasó buena parte de su vida en Nueva España, y se dedicó fundamentalmente a la predicación. El murciano Diego de Funes y Mendoza (1560-1625), por su parte, llegó a ejercer el cargo de notario apostólico. Francisco Vélez de Arciniega era boticario, único caso en el que encontramos el desempeño de una profesión ligada con los estudios zoológicos o botánicos. Y, finalmente, Manuel Ramírez de Carrión (1579-1652), secretario del marqués de Priego, es más citado en la bibliografía por haber educado a algunos hijos sordos de nobles españoles, si bien no se le conoce contribución alguna a la lengua de signos.

Aunque sepamos muy poco de la trayectoria profesional y vital de todos ellos, parece que su mundo es un mundo libresco, en el cual el análisis directo de la naturaleza tiene poca o ninguna cabida, aunque ello fuese ya frecuente allende los Pirineos. No hay más que ver las fuentes consultadas, que nos revelan una fuerte dependencia de los autores clásicos, constituyendo Plinio, naturalmente, una referencia absolutamente obligada. Cortés utiliza los principales tratadistas zoológicos grecolatinos (a saber, Aristóteles, Plinio, Eliano, y Solino), aunque acompañándolos de Plutarco, Marco Aurelio, Séneca, o Cicerón. La tradición medieval apenas es utilizada: las inevitables referencias al Fisiólogo y a Isidoro de Sevilla, la Patrística (San Jerónimo, San Ambrosio, San Bernardo, San Gregorio), y, en mucha menor medida, los enciclopedistas medievales, como San Alberto Magno o el Hortus Sanitatis, llamando la atención la cita de Mandeville cuando habla de la paloma. Y se aprecia un  gran desconocimiento de la historia natural de los siglos XVI y XVII, salvada la cita de José de Acosta cuando habla del elefante, limitándose a la utilización de alguna literatura médica (la edición del Dioscórides realizada por Andrés Laguna), religiosa (Fray Luis de Granada, al que utiliza para el perro y la liebre entre otros), miscelánea (la Silva de Varia lección de Pero Mexía, a la que cita en ocasión de la hormiga) o su contemporáneo Vélez de Arciniega (el unicornio).

No muy diferente es el panorama que nos ofrece Ferrer de Valdecebro: una buena representación del mundo clásico, de los autores medievales, y de la producción simbólica y emblemática del momento, y un olvido prácticamente total de la historia natural de los siglos XVI y XVII, si exceptuamos la referencia a Escalígero. En Diego de Funes se aprecia la consulta de clásicos grecolatinos, padres de la Iglesia, representantes de la literatura simbólica y emblemática del Renacimiento, Olao Magno, y autores que nos hablan de la fauna americana como Mártir de Anglería, es decir, nada que se salga de lo corriente. Y tanto Vélez de Arciniega como Ramírez de Carrión (aunque en la lista de autores empleados que encontramos al principio de la obra de éste se menciona a Conrad Gesner) obtienen la mayor parte de sus referencias eruditas de los autores grecolatinos.

Pero, ¿era necesaria una mayor actualización informativa? Honradamente, no lo parece, a tenor de la intencionalidad que les anima. En el caso de Ferrer de Valdecebro, le preocupa ante todo lo que debe ser la moral de un buen cristiano, mostrando, a partir de las costumbres de los animales, qué virtudes han de cultivarse y qué vicios han de prevenirse. De hecho, en el prólogo del tomo dedicado a los cuadrúpedos, el autor menciona cómomuchos han escrito de animales, dando a conocer lo que el autor grande de naturaleza Dios depositó en sus instintos irracionales, para admiración de sus obras, fue empero haciendo pie en solo la propiedad o virtud especial de la fiera, o bruto, sin adelantar el paso, para hacer senda a más elevado conocimiento…no destinó el cielo a los animales para el servicio material del hombre solo, que la templanza del toro no sirve para la cultura de los campos. Ni la continencia del camello para cargar más peso sobre sus espaldas. De donde es preciso, que sus perfecciones a más elevado ministerio sirvan”. 

En cuanto a Diego de Funes, so pretexto de traducir la historia de los animales de Aristóteles, inserta numerosas aportaciones de otros autores, de modo que declara su intención de añadir las aves y animales que le faltaban al autor griego, sin perder de vista queviniendo a considerar las propiedades de tantos y tan varios animales, la perfección y hermosura suya, el instinto de los osos, tigres, leones, vacas, yeguas, y otros semejantes, en defender sus hijos, y el que muestran el pelícano, águila, perdiz y demás aves, para amparar los suyos, con que viene a resplandor tanto la providencia divina, me animo más a creer había de agradar este libro…si quisiésemos descender en particular a las habilidades de los animales, hallaríamos en ellos un espacioso campo, y larga materia para alabar y bendecir a Dios.Vélez de Arciniega tiene como principal preocupación el aprovechamiento medicinal de las diferentes especies. Y Ramírez de Carrión se limita a ofrecer refranes y sentencias.

Dado todo ello, es perfectamente congruente que la mayor parte de la información que nos aportan haya que engarzarla en la vieja tradición alegórica y simbólica. Jerónimo Cortés, por ejemplo, se centra en las virtudes o vicios característicos de cada especie concreta, a saber, la fortaleza y la gratitud del león,  la obediencia del asno, la gula del lobo, la humildad de la oveja, la necedad de la cabra, o la lealtad del perro. También nos transmite diversas historias relacionadas con diferentes animales, bien pasadas, entre las cuales figura el conocido relato de Androcles y el león, bien presentes, ambientadas en muchas ocasiones en el reino valenciano, así como sus propiedades naturales, las enfermedades que provocan (la rabia, en el caso del perro), o las que padecen, especímenes monstruosos, y sus propiedades medicinales. No podían faltar, obviamente, los típicos relatos legendarios, como  el león es tan bravo y fiero, y todos los animales terrestres le respetan, temen, y reconocen en él superioridad, y ventaja, con todo eso dicen los naturales, que él teme y huye a más deprisa d ela presencia y vista del gallo, y más si fuere blanco, o pintado, y no sólo teme de verle, pero tiembla como azogado, con sólo sentirle cantar” (p. 6).

Ferrer de Valdecebro, por su parte, atribuirá  a cada animal una serie de virtudes y vicios concretos, como el ánimo del león, la templanza y la grandeza del elefante, la velocidad del unicornio, la voracidad del tigre, la liberalidad de la onza, la avaricia del leopardo, la discordia de la hiena, la vista del lince, la ira del oso, la ignorancia y la gula del jabalí, la fidelidad del perro o la sabiduría del cinocéfalo y así sucesivamente. Al león, por ejemplo, nos lo presenta como el rey de las fieras,generoso en el ánimo, noble en el corazón, bizarro en su aliento. Fió el desempeño de sus obras naturaleza, uniendo conformes la clemencia y ferocidad, la venganza y piedad, la fortaleza y humanidad, en irracional tan fiero y en bruto tan voraz”.Nos cuenta que vive en Africa y en Asia, nos hace una descripción física, y nos salpica  su relato de elementos legendarios y moralizantes, concluyendo con la afirmación de que es el príncipe de las demás criaturas, lo que le sirve de pretexto para moralizar sobre las virtudes que debe cumplimentar el gobernante.

Funes también prestará mayor atención a los elementos moralizantes: el león, otra vez, sigue siendo el rey de los animales, aludiendo a su generosidad, su misericordia, y su enemistad con los linces, así como a su carácter lujurioso. Francisco Vélez de Arciniega tiene un enfoque muy similar: los animales terrestres son encabezados por el león, para variar, contándonos las típicas historias moralizantes, y refiriéndose a su clemencia,   y concluyendo con una breve alusión a las propiedades medicinales de su carne, que aprovecha para los dolores de juntura y nervios encogidos de frialdad. Y la obra de Ramírez de Carrión vuelve a recoger elementos legendarios. Por referirnos nuevamente al león, nos muestra que nace con los ojos abiertos y que duerme sin cerrarlos, que tiene los huesos macizos, que come de dos en dos días, que la naturaleza templó su ferocidad con la cuartana, que le tiene miedo al gallo, sobre todo si es blanco, que cuando se irrita se azota con la cola, que acomete al hombre antes que a la mujer, que nunca ataca a los niños, y que cuando se quiere morir llora.

El bestiario de todos estos autores es un bestiario del Viejo Mundo. Así sucede con Jerónimo Cortés, en el que no encontramos ninguna referencia a los animales americanos (exceptuando el papagayo), pero sí la inevitable inclusión de seres míticos y fabulosos, tales el dragón, el unicornio, la salamandra o el ave fénix. También Ferrer de Valdecebro ofrece un bestiario vinculado al Viejo Mundo, encabezado nuevamente por el león en los animales terrestres y el águila en el caso de las aves, llamando otra vez la atención la excepción del papagayo, y con los añadidos de rigor de distintos animales fabulosos, como el cinocéfalo, la arpía y el pegaso.  En el caso de Diego de Funes, es cierto que nos habla de los papagayos y de las aves del paraíso, pero, en el caso de los cuadrúpedos (de los cuales el león es, nuevamente, el rey), no añade ninguna especie ignorada por los clásicos. Por lo que se refiere a Vélez de Arciniega, aunque ofrece como novedad el tratar no solamente de los animales terrestres y volátiles, sino también de los marinos, prescinde por completo de la fauna del Nuevo Mundo, y ni siquiera habla del papagayo. Por lo que se refiere a su jerarquía zoológica, sitúa al frente de las distintas especies animales a los monarcas que nos resultan ya familiares, a saber, el león y el águila, pero añade otros nuevos, como el basilisco, rey de las serpientes, y el rey de las abejas, con  la finalidad de que de los tres se tomasen las costumbres, y del cuarto(el basilisco, naturalmente)escarmiento (p. 9). Y como no se contempla a las criaturas americanas, se olvida a quienes escribieron acerca de las mismas, lo que no contribuye precisamente a familiarizar a estos autores con una Historia natural más descriptiva y menos simbólica.

Y, finalmente, llama poderosamente la atención la pobreza del aparato visual, lo cual, por otro lado, ya ha sido señalado en otros géneros literarios españoles del momento, como las crónicas indianas. Ya lo habíamos apreciado en la obra de Huerta, que se limita a incluir unas láminas representando las distintas especies animales no en los capítulos correspondientes, sino al principio de la obra, con lo cual la utilidad pedagógica de las mismas parece bastante reducida, siendo de una calidad técnica bastante pobre, no pudiéndose comparar en modo alguno con las magníficas ilustraciones que encontramos en las recopilaciones enciclopédicas de Gesner, Aldrovandi o Jonston. Y esta tosquedad visual llega a su paroxismo en los tratados de Cortés y Valdecebro, únicos que incluyen ilustraciones, que no nos ayudan precisamente a reconocer las diferentes especies. Podríamos alegar como explicación el retraso técnico de la industria editorial española del momento, pero ello nos lleva a formularnos otra cuestión: ¿realmente se necesitaban ilustraciones? Tengamos en cuenta que nuestros autores no escriben con una intención naturalista ni para un público ansioso de imágenes, sino, dependiendo de los casos, para exponer  un conjunto de símbolos y alegorías (Cortés), ofrecer ejemplos a los predicadores (Valdecebro), mostrar los aprovechamientos medicinales de las diferentes especies (Arciniega), recopilar un elenco de sentencias y moralejas (Carrión), o completar a Aristóteles, aunque muy a su modo (Funes).

La obra de todos estos autores tuvo un impacto muy limitado en el tiempo, y ya en el siglo XVIII se les había olvidado por completo. Tampoco es de extrañar, por cuanto la Historia Natural en la España de la Ilustración iría por unos derroteros completamente diferentes, mucho más en sintonía con las tendencias descriptivistas del momento, y que tendrían en la obra de Félix de Azara su exponente más conocido, o, al menos, más reconocido allende los Pirineos. Pero no podemos perder de vista que hombres como Jerónimo Cortés o Ferrer de Valdecebro escriben lo que escriben y se preocupan por lo que se preocupan porque están inmersos en un modelo de conocimiento muy concreto al que podríamos denominar Ciencia Barroca, que proporcionara ejemplos tan ilustres como Aldrovandi, Kirchner, Schott, o, en nuestro país, Juan Eusebio Nieremberg.

Se trata de un modelo de conocimiento (que sería pulverizado a raíz del triunfo de la Revolución Científica y de las nuevas tecnologías descriptivas y prácticas científicas ligadas a la Royal Society y a la Academie des Sciences)muy ligado al latín como medio de expresión (aunque nuestros autores utilizan el castellano), y no las lenguas vernáculas; que toma sus referentes del mundo libresco (por lo que los clásicos grecolatinos, y, en nuestro caso, Plinio, siguen siendo autoridades indiscutibles), y no de lo que se ha experimentado personalmente; interesado en el estudio de las correlaciones ocultas que existen en el Universo; y preocupado por lo único, lo individual, lo singular, y por realizar un inventario completo de todo lo que hay en la Naturaleza antes que por reducir el funcionamiento de la misma  a un conjunto de leyes matemáticas Como bien señala Carlos Ziller, para muchos de estos autores, como Athanasius Kircher, reducir la naturaleza a un conjunto de leyes matemáticas equivalía a limitar el acto de la Creación. En un mundo como en el que vivimos, donde no parece que tengan cabida de momento los sistemas filosóficos totalizadores, resulta mucho más fácil su comprensión que en otros tiempos dominados por el holismo positivista, la concepción whig de la historia de la ciencia, y por la busca de una pretendida Objetividad que ha resultado ser una más de tantas quimeras posibles.

 Arturo Morgado García

EL MUNDO ANIMAL EN LA PRENSA AMERICANA FINIDIECIOCHESCA.

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Tal como sucedía en el Viejo Mundo, los animales formaban parte de pleno derecho de la vida cotidiana en el Nuevo. Se podían encontrar como mascotas en los hogares, deambulando por sus calles, molestando con sus picaduras a los sufridos humanos, o poniendo en peligro sus vidas en sierras, selvas o llanuras. Su papel era, pues, sumamente proteico, y la prensa finicolonial se hace eco en numerosas ocasiones de su presencia. Al igual que en la metrópoli, la creencia más extendida era que los animales estaban al servicio del ser humano. De ello hay numerosas manifestaciones, como los espectáculos con animales. Naturalmente, las corridas de toros, de las que se hace eco en bastantes ocasiones la prensa novohispana. O las peleas de gallos, anunciadas en el Diario de México del 24 de octubre de 1805, siendo tanta su importancia en Lima que el Mercurio peruanodedicó un prolijo artículo a describir el coso de gallos existente en la capital del virreinato. En la Gaceta de México del 17 de octubre de 1801 se hacía alusión al “cerdo erudito de Londres”, capaz de escribir “cualquiera nombre, apellido, verso o lo que le piden, sea lo que fuere, por medio de un alfabeto que se tiende en el suelo, forma con números las cantidades que se le pide en las cuentas de sumar, restar, multiplicar y partir, dice el número de personas que hay en una pieza, expresando los que hay religiosos, niños, señoras y demás, pone la hora en manifestándole un reloj...responde a muchas preguntas”. Y no menos estupor debió provocar la elefanta que, procedente de Asia, pasó a los Estados Unidos, la isla de Cuba, el puerto de Veracruz y, finalmente, la propia capital novohispana, destacando por su extraordinaria mansedumbre, dejándose manosear de todos, y, especialmente, de su conductor, aunque tales sentimientos de asombro los podemos encontrar también en la metrópoli española.

También encontramos en ciertas ocasiones planteamientos sobre la necesidad de la aclimatación de especies que podrían ser beneficiosas por su utilidad, reflexiones que, también encontraron su correlato en España, donde en alguna ocasión se trataría la conveniencia de introducir en la Península especies como los camélidos andinos o el bisonte americano. En la Gaceta literaria de México de 16 de agosto de 1791 hay un artículo donde se expone los beneficios que conllevaría la aclimatación de camellos en América, 
  lo cual no sería tan difícil, por cuanto “el calor de nuestras costas no es tan excesivo como el de Africa a igual latitud, que nuestro terreno no es tan penoso como los vastos arenales de la Libia, ni tanta la escasez de agua, aún en lo más reseco, como en los desiertos de la Arabia, que el camello hace un gasto muy reducido, respecto a su corpulencia, y que es casi imposible que aquí le falten los pastos”. Apto seguido pasaba a considerar los beneficios económicos, exponiendo cómo “de Tehuantepeque a México gastarían los nuevos conductores cinco días de camino, cargado cada uno con cincuenta arrobas de peso, otros tantos en su regreso, sin necesidad de comer ni beber en toda esta distancia. En una palabra caminando a treinta leguas por día, una jornada de camello equivale a seis de las mulas, y acaso ahorrando por otra parte los pastos que éstas consumen diariamente. Con qué prontitud y con qué poco gasto tenía V. a México y las demás ciudades del reino abastecidas de los frutos de las costas cuyo precio había de disminuirse en razón inversa de la abundancia”. Ello permitiría reservar “para el cultivo del maíz y demás semillas de primera necesidad los terrenos en que no sólo es menos contingente, sino casi segura la cosecha, y teniendo bestias de cargas para facilitar con prontitud y comodidad su conducción, los labradores de las otras tierras se dedicarían a estos nuevos ramos de industria, y dentro de pocos años tomaría un feliz incremento el comercio interior de nuestras provincias, y se desterraría para siempre la ociosidad y la miseria, que indefectiblemente la acompaña en todas partes. Viviríamos todos a menos costo, y la población se aumentaría más y más todos los años". En estos afanes utilitarios, no podía faltar el interés por una de las principales riquezas del virreinato novohispano, a saber, la cochinilla, objeto de una prolija descripción en la Gaceta de literatura de México en 1792. Varios años antes, la Gaceta de México del 2 de junio de 1784 se lamentaba de que su cultivo podía estar mucho más extendido, habida cuenta de la abundancia de nopales en toda Nueva España. Pero los animales suponían mucho más que una mera fuente de provecho. 


En la Europa del XVIII, y también en la metrópoli, comenzaba tímidamente una corriente que tendía a poner de relieve la cercanía y la proximidad espiritual entre los animales y los seres humanos, haciendo hincapié en factores como una providencia divina que había proporcionado a cada criatura los medios suficientes para la supervivencia, o las señales de afecto y de inteligencia que en muchas ocasiones podíamos encontrar en ellos. Ello responde a una doble herencia cultural: por un lado, en el folklore campesino tradicional se había transmitido la creencia de que las criaturas salvajes eran inteligentes y poseían un lenguaje para comunicarse entre ellas, tal y como se reflejaba en las fábulas. Y, por otro, lado, entre las élites la observación y el trato con las mascotas familiares había afianzando la opinión de que los animales eran inteligentes, moldeables a la educación y afectuosos y receptivos hacia los sentimientos de sus amos. De hecho, en la prensa española de finales del siglo XVIII podemos encontrar numerosas noticias sobre la inteligencia y la lealtad de los animales, y esta admiración también se reflejada en la prensa colonial: en el Diario de México encontramos una referencia según la cual “recordé las expresiones que el espectáculo de la naturaleza hace de las abejas. Sobre el producto de su cera advierto que de ésta se labran velas...estos animales omiten salir de la colmena en los nocivos temporales, extrañan el invierno y sea, porque carecen de flores, demuestran por sus frutos que con sus aguijones defienden lo fértil o estéril de los años, últimamente no son perezosas, miden sus vuelos, y velan a estos animales los hombres”.En otra ocasión, nos incluye una noticia extraída de la Gaceta de Bayonarelativa a la menagerie de Viena, en la que se nos cuenta cómo “el tigre macho de Bengala, que hay en la mencionada casa, se alimenta de costumbre con vaca, carnero y demás reses, que se matan en las carnicerías, pero cuando tiene su enfermedad ordinaria (especie de oftalmia) le dan animalillos vivos, con cuya sangre caliente logra curarse. Eso supuesto, echáronle hace unos meses una perrilla de un carnicero, en un momento justamente, en que la fiera estaba rendida en tierra, y descansando con la cabeza sobre sus propias manos. La perrilla, entonces vuelta ya de la primera sorpresa que el instinto debió producir en ella a la vista de un animal de naturaleza tan diversa de la suya, se acerca y comienza a lamerle los ojos. El tigre halló con eso tanto alivio que olvidando su inclinación natural por la carnicería no solamente no la usó con la benéfica lamedora, sino que le dio testimonios de su gratitud por medio de los mas repetidos halagos. La perrilla continuo lamiéndole, de manera que en pocos días se ha visto, cuando el enfermizo animal, el que de resultas de esto tiene tal inclinación a su empírica compañera, que jamás toca el alimento sin que ella se saboree primero con los mejores pedazos, y aun sufre que en sus retozos le muerda sin dar otra señal de sentimiento que la de repetir nuevos halagos” .

Naturalmente, este sentimiento de afecto a los animales se reflejará en mayor proporción en las mascotas domésticas. Periódicamente la prensa colonial se hace eco de su pérdida, lo que nos muestra la preocupación que generaba a sus amos el no dar con su paradero. Así, el 21 de marzo de 1806 encontramos en el Diario de México una referencia a“un perrito fino, medio cuerpo pelado, poco más de una cuarta de alto”, y, en días posteriores, se referirá a “un perrito dogo, fino, con collar de raso negro, ribeteado de blanco, y muchos cascabeles”, “un perro dogo de color de coyote claro, hocico negros”,  “una perrita fina que entiende por Chila, es toda blanca con las orejitas quapaztles, se le está cayendo el pelo desde el pescuezo para la boca, entréguese allí mismo”, “un perito fino, poblano, blanco, recién pelado del brazuelo para la cola, con unos cuantos lunares negros o pardos en el cuerpo”, “un perro de presa amarillo con las orejas cortadas y el hocico negro un lunar negro bajo la oreja derecha”.Pero no sólo encontramos perros, sino que también las aves de jaula se encontraban con frecuencia en los hogares, hasta el punto de que podemos encontrar anuncios de venta de jaulas y pajareras, como en el Diario de México, donde se nos ofrece “en precio moderado una pajarera portátil de cedro fino, muy bien labrada, con 14 jaulitas de nidos y 5 canarios copetones, de cria. En el Diario de México del 29 de octubre de 1805 encontramos una fábula titulada El censontle, el Chichicuilote y el gato, en el que se nos muestra a una dama que tenía enjaulado en el balcón de su casa a un censontle (cenzontle o sinsonte), que dejaba admirados a los transeúntes por la cantidad de animales a los que era capaz de imitar. En otra ocasión se nos alude a un periquito “de aquellos/que saben con mucha gracia/cantar saynetes enteros. El cariño y el afecto podía llegar a tal extremo que la muerte de uno de estos animales podía provocar llantos desconsolados, como nos revela la oda “A Silvia en la muerte de un pajarillo, tema, por otro lado, tremendamente prerromántico, tan bien plasmado pictóricamente en el cuadro de Greuze.

Aunque no siempre las mascotas domésticas causaban estos sentimientos de cariño. La multiplicación de algunas de ellas, como los perros, era considerada como un auténtico problema. El 7 de enero de 1790 en la Gaceta de México se ordenaba que los propietarios de mastines o alanos no los dejasen sueltos por las calles, bajo una multa de diez pesos, lo que no deja de recordarnos disposiciones similares tomadas en la capital de la monarquía. Aunque el problema no se resolvería, y de ello se hacía eco el Diario de México, que nos mostraba cómo  De poco tiempo a esta parte se ha inundado la población de tan crecido numero de perros de todas clases, que a veces se hace insufrible el desorden que ocasiona la abundancia de estos animales...es ciertamente la mas fea nota permitir que anden vagando en medio de las poblaciones de algún trafico los animales domésticos, vacas, cerdos, asnos etc que solo sirven de perjudicar al vecindario en lo físico y lo moral, especialmente los perros, porque como a cada paso se multiplican en breve tiempo no se encuentran mas que porciones de ellos en el ejercicio de sus naturales inclinaciones...con los accesos de su lubricidad despiertan tal vez  a la inocente puericia y aun al adulto le excitan representaciones peligrosas...atiéndase a la indecentísima costumbre de llevarlos al templo...es una especie de desacato permitir a dichos brutos se echen sobre los altares, que retocen y corran por entre las gentes, como lo harían en mitad de un campo.

Lo mismo sucedía con otras especies, que deambulaban libremente por la calles. En la Gaceta de México del 12 de enero de 1790 se incluía un bando del intendente de corregidor prohibiendo a los propietarios de vacas y becerros que las hicieran pastar de día y de noche en las calles y plazas de la ciudad. El 21 de febrero de 1792 se extendía esta prohibición a los cerdos. Suscitaba preocupación la eliminación de los cadáveres de animales que fallecían en las casas, especialmente perros, gatos, mulas y caballos, ordenándose en la Gaceta del 7 de septiembre de 1790 que fuesen conducidos en el término de doce hora al “sitio donde se llevan las basuras del público”, so pena de diez pesos de multa.

La prensa finicolonial no se suele hacer eco de la presencia de animales peligrosos para la vida de los humanos, salvando alguna referencia aislada, como una noticia de 1804 procedente de las Provincias Internas en el que se mostraba a un niño de doce años matando con una lanza a un oso que estaba amenazando la vida de su padre. Más temidos eran los mamíferos como plagas. En la Gaceta de México del 8 de febrero de 1785, se expresaba con preocupación la abundancia de lobos y coyotes, para los cuales se había dispuesto una serie de trampas que consistían en agujas cruzadas introducidas en trozos de carne que perforaban los intestinos de estos animales, indicándose además la existencia de plagas de ratas en 1782 en la jurisdicción de Guanajuato, y al año siguiente en la de León.

Por el contrario, los insectos y demás artrópodos suscitaban una auténtica obsesión, y de su abundancia ya se hicieron eco en repetidas ocasiones tanto los visitantes procedentes de la metrópoli, tal como podemos ver reflejado en el relato de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, como los cultivadores de la Historia natural en el mundo americano. Su multiplicación era considerada un anuncio fatal de enfermedades, haciéndose notar que una plaga de moscas de color azulejo habida el año anterior coincidió con una fuerte epidemia.Tamaña era la preocupación que en el Diario de México del 11 de febrero de 1806 se aludía a la necesidad de “que se inventase una máquina de fácil composición para ventilar las habitaciones y librarlas de los insectos”. En la misma publicación, se aludía a los medios para sacar a las hormigas de sus hormigueros, y a la utilidad de esta máquina para destruir a otros insectos.

Tenemos, ante todo, a las cucarachas. Periódicamente se anunciaban remedios para extirpar su molesta presencia, aludiéndose en el Diario de Méxicoa una yerba existente en la provincia de Oaxaca “llamada la cucaracha, la que molida y mezclada con masa de maíz las acaba. La cal viva quemada en el aposento donde las hay, obra igual efecto, y lo mismo el vagazo del fríjol, solo ciertas cucarachas y sabandijas no tienen remedio. Por lo que se refiere a los piojos, en el Diario de Mexico del 24 de febrero de 1806 encontramos una noticia sobre “la pepita de chirimoya machacada, o hecha polvo, y estregada en la cabeza, consume los piojos, es remedio muy usado en algunas ciudades del Perú, principalmente para muchachos que crían tanto estos bichos”.También encontramos alacranes, mostrándose en la Gaceta de Méxicodel 12 de julio de 1785 un remedio para eliminarlos, consistente en “una parte de raspadura ó rasura de cuerno de Ciervo, otra igual de Fresno, y otra de Azufre, y se mezclarán. Se pondrá un brasero con lumbre bien encendida en cada pieza de lasque tenga la casa, y en cada uno se echará de dicha mixtura la cantidad que se quisiere para que se llene de humo toda la casa y mueran los Alacranes”. Tal era su abundancia que periódicamente los gobernadores locales organizaban campañas de exterminio, como sucediera en Durango en 1787, consiguiéndose la eliminación de más de 56.000.

Y, sobre todo, los enormes parásitos que se introducían en el interior del organismo. En el Mercurio peruano del 16 de febrero de 1792 se nos incluye una noticia sobre una tenia de cinco varas y media alojada en el cuerpo de un soldado del regimiento real de Lima, que falleció como consecuencia de ello. Se reconocía implícitamente el atraso de la ciencia en el mundo colonial, aunque se aprovechaba la ocasión para poner de relieve el celo de las autoridades, declarándose al respecto “No habiéndose concluido la habilitación del anfiteatro anatómico Faltan los recursos prontos para la indagación de unas causas sin cuyo conocimiento jamás podrá adelantarse la medicina peruana, por fortuna vivimos bajo de un gobernador esclarecido que va a perfeccionar esta obra interesante y a dejar en ella a la posteridad un nuevo monumento de sus luces y beneficencia”. El 25 de agosto de 1784 encontramos en la Gaceta de México una noticia de Oaxacaacerca de una especie de moscón que depositaba sus huevos en las fosas nasales, provocando que las larvas taladrasen las mejillas y las mandíbulas.El 10 de mayo de 1785 se nos mostraba a una muchacha de la capital novohispana arrojando una sanguijuela por la vulva, aunque se comenzaba a ofrecer como remedio echar cal a las aguas donde bebían los animales, con la ventaja de que era un procedimiento rápido y que no ofrecía riesgo para la salud, según Joseph de Alzate, autor que ofrecerá en otro momento las virtudes de la cevadilla, muy abundante en las sierras de Tecalitán, donde era utilizada por los criadores de ganado para eliminar los gusanos de los intestinos de los animales, aunque también servía para las mordeduras de serpientes.

Paradójicamente, en muchas zonas del continente no se conocía la rabia, que tanta preocupación generara en España, al menos según el Mercurio peruano del 2 de febrero de 1792, en el que se nos muestra que los animales más perniciosos que se conocían eran las víboras, culebras, salamanquesas, utas (semejantes a las lagartijas, aunque más pequeñas y sin cola) y arañas, lo que contrastaba con la inexistencia de la hidrofobia. No se era tan afortunado en las tierras de Nueva España, donde en cierta ocasión se realizaba, concretamente en Guadalajara, un experimento con el veneno de una víbora, que sanó a un perro de esta dolencia tras morderle en el cuello, aludiéndose también a la existencia de un arbusto que se daba en una hacienda cercana con cuyas hojas disueltas en agua se curaba la enfermedad.
           
Muy en la línea de una corriente muy extendida aún en el siglo XVIII, la prensa finicolonial se hace eco en numerosas ocasiones de los caprichos de la naturaleza. En algunas ocasiones, se aportan noticias de lugares muy lejanos, como hiciera el Diario de México, que reflejaba el nacimiento de una ternera de dos cabezas en Brullioles, localidad a orillas del Ródano. O un extraño lagarto procedente de Lemberg semejante a los dragones, y que presuntamente fue el responsable de la muerte de varias personas.  (Gaceta de México, 6 de diciembre de 1805), O el mucho más llamativo y temible Monstruo de Jerusalén, descrito en la Gaceta de México del 24 de marzo de 1789 , y cuya noticia fuera extraída de una Gaceta publicada en Palermo y reimpresa en Génova y Turín en 1788. Tras haber matado varias cabezas de ganado y a 39 personas, el monstruo sería finalmente abatido por una partida enviada por el bajá de la zona (historia que no nos deja de recordar al monstruo de Gévaudan), siendo descrito como del tamaño de un caballo y la cabeza de un león, con dos astas como de buey, unos dientes de palmo y medio de largo, las orejas caídas, cuatro tetas como de vaca, los pies con unas garras muy larga y con seis espolones de gallo saliendo de su espinazo.
 
Otras veces, nos encontramos con la descripción de animales desconocidos, incluyéndose en el Mercurio peruano del 20 de enero de 1791 una noticia relativa a la localidad de Cañete reflejando cómo En estas costas se han dejado ver estos días unos animales marinos, cuya configuración es a especie de una viuda cuando está de duelo, es decir, con una cauda muy larga negra que la cubre toda la espalda, la cara tiene figura de una roca, y sigue todo el pecho y cuerpo blanco, tiene un mugido como de toro cuando sale a la superficie del agua permanece sobre ella el espacio de una ave maría, y a veces el de dos minutos, con la circunstancia de salir de dos en dos casi a un mismo tiempo y en zambullendo uno le sigue el otro. Dichos fenómenos han causado mucha novedad en el lugar, pues los indios y otras personas de dilatada estación en este valle dicen no han visto nunca semejantes peces, y creen que hayan venido a estas playas fugitivos de alguna peste que se padezca en alta mar, o en busca de su alimento por abundar aquel mucho”. En la Gaceta de Literatura de Méxicodel 4 de enero de 1793, por su parte, se aludía a la existencia de una misteriosa niña marina hallada en las tierras de los esquimales y que en 1768 vivía en París. También hay referencias a animales con una fuerza fuera de lo normal, mostrándose en la Gaceta de México del 4 de julio de 1807 los daños provocados por un pez espada a un navío norteamericano en las costas de China, llegando incluso a perforar una de las planchas de cobre del buque.
 
Pero lo más frecuente son las alusiones a nacimientos extraordinarios, siendo los sufridos animales domésticos los más reflejados en estas noticias, como la ofrecida por el Mercurio peruano del 18 de marzo de 1792 sobre un ternero bicípite. Pero será la oficialista Gaceta de México la más proclive a incluir este tipo de referencias, bien es verdad que cada vez con menos frecuencia a medida que transcurre el tiempo, comenzando por las noticias relativas a mulas que dieron a luz (todos sabemos que supuestamente son estériles), y continuando por todo tipo de caprichos de la naturaleza. En raras ocasiones nos consta que estos animales fuesen objeto de exhibición al público o a las autoridades coloniales, siendo de notar que sigue persistiendo la creencia de que estos monstruos son debidos a la conmixtión de especies, como es el caso del perro anunciado en agosto de 1788.

NACIMIENTOS MONSTRUOSOS ANUNCIADOS EN LA GACETA DE MÉXICO.

10-3-1784 Pollo con dos crestas, dos picos, tres ojos y dos pies.
8-2-1785   Becerro con seis pies y dos colas.
22-3-1785 Gato con cuatro pies, cuatro manos y dos colas.
7-6-1785     Toro con cuatro cuernos y seis pies.
12-7-1785  Dos carneros unidos por la parte anterior del pecho.
24-9-1785 Pollo con cuatro pies.
4-10-1785 Pavo con cuatro pies, cuatro alas, y dos colas.
18-10-1785 Asta de carnero de un peso de ocho libras.
22-11-1785 Cerdo don dos cuerpos y dos rabos.
16-1-1787 Venada que dio a luz dos crías con figura de marranos y piernas de venado.
23-10-1787 Cordero con dos cabezas y cuatro ojos.
6-2-1788 Potro con un solo ojo en medio de la frente.
6-5-1788 Oveja con dos cabezas.
5-8-1788 Perro con la parte superior de chivo y la inferior de perro.
10-3-1789 Dos borregos unidos por el vientre t con una sola cabeza.
7-12-1790 Huevo de gallina gigantesco.
11-10-1791 Polluelo con cuatro alas, cuatro pies y dos cuellos.
27-12-1791 Cordera con dos cuerpos.
24-4-1792 Cordero con cuatro pies, cuatro manos, y dos lenguas.
8-3-1794 Cordero con cabezas, manos y colas duplicadas.
4-10-1794 Polluelo con dos cuerpos.


Sin embargo, las noticias más interesantes sobre animales en la prensa finicolonial hay que relacionarlas con la introducción de una Historia natural más descriptiva, lo cual, por otro lado, ya se venía practicando en el estudio de la naturaleza americana desde los primeros tiempos de la conquista. Será el Mercurio peruano uno de los primeros que se haga eco de una manera sistemática de esta nueva tendencia, lo que no es de extrañar, habida cuenta de la fuerte tradición local existente en el virreinato, que se remontaba a Bernabé Cobo. Ya el 25 de marzo de 1793 se incluía una extensa noticia sobre los diferentes cuadrúpedos, volátiles, reptiles y peces del partido de Trujillo, basadas en buena parte en las informaciones proporcionadas por la obra del prelado Baltasar Martínez Compañón, en la que se nos mostraba  cómo “Es punto a la verdad digno de la mayor admiración el ver aquellas regiones cuasi incógnitas habitadas en la principal parte de indios salvajes, y poseídas de los mas feroces animales, tan varios y singulares, que sus propiedades, estructura y armoniosas pieles pregonan las prerrogativas de su alto artífice. No es menos prodigiosa la clase de las aves, pues parece que han escogido por su domicilio estas ocultas entrañas de os bosques, cuya multitud, agradables plumas, dulces cantos, y suaves gorjeos, después de embelesar con su dulzura el sentido y contemplación del que las oye, son  otros tantos panegiristas de las maravillas de su autor, y de las que trataré en su lugar oportuno. Al cambio de estos animales raros, logramos aquí los mas útiles y los mas provechosos en la especie de los domésticos, pues luego que los españoles conquistaron las Américas, activos e industriosos, se dedicaron a trasladar los bueyes, los carneros, las cabras, los asnos y los caballos, de tal modo, que se han ido propagando éstos, tanto que en todo lo dominado los hay con abundancia”.

A partir de ahí, se inicia la descripción de las diferentes especies animales, combinando lo nuevo, a saber, el tono descriptivo y el interés por los aspectos utilitarios, con lo viejo, tal la persistencia de elementos míticos y la utilización de términos europeos para denominar a las especies americanas. Así, del leopardo (el jaguar) nos muestra que procede, siguiendo a Plinio, de la unión entre el oso y la leona. El gato montés, por su parte, procede de la unión entre el león y el tigre, aunque no es tan grande como el ubicado por el autor latino en las tierras de Hircania y la India. De los ciervos, definidos como limpios, hermosos, y útiles, en lo que no hace más que seguir la positiva valoración que de este animal realizara el cristianismo, no podía dejar de referirse a la piedra bezoar que se encuentra en su interior. Los raposos, en realidad mofetas, son denominados hediondos porque “cuando lo persiguen moja su copiosa cola con sus orines”, aunque su hígado una vez seco y reducido a polvo y mezclado con vino es útil para el dolor de costado. Existen también conejos, aunque sin cola, que son muy estimados por los indios, que los crían en sus casas como alimento, siendo guisados con manteca, papas y mucho pimiento. Los denominados por el autor conejos de Castilla son poco conocidos, y no hay mucha afición para cazarlos. Recoge asimismo la noticia sobre el misterioso carbunclo, haciéndose eco de la diversidad de opiniones al respecto, “dudando los unos si sea animal cuadrúpedo, otros si se llama así a una piedra resplandeciente nombradas rubí o a lo menos parecida a ella, que luce en las tinieblas y finalmente los más afirman que esta preciosa alhaja se cría en la cabeza de un animal que tiene un capote con que la cubre cuando trasciende lo van a coger....en el tránsito que sigue de esta ciudad para el ameno valle de Chicama se ofrece un cerro pedregoso a que estos moradores llaman de la Campana en su falda el año de 1786 encontró a este cuadrúpedo un pasajero viniendo en su caballería de noche, no estaba ésta muy oscura, y vio caminar a paso lento a este animal, cuya figura distinguió ser poco mayor que un raposo de los comunes, quien esforzando su caballo le siguió, alcanzándole a dar un latigazo en el lomo con las riendas del freno, al verse este animal lastimado abrió la compuerta de su frente, y llenó de luz la campaña, dejando admirado al caminante. No ha sido éste el único que lo ha visto tan cercano, pues también hay otro testigo que también afirma haberlo encontrado de noche entre unos peñascos en la misma inmediación o distancia de seis leguas, yendo de la Hacienda del Sausal para el camino del mismo valle, éste que no conoce al otro de quien hemos hablado, asegura lo mismo, sin diferir absolutamente en cosa alguna de la relación del primero, pero con la particular circunstancia de haber éste combatido con el animal, del que dice no ser veloz en la carrera, pues queriendo aprisionarlo a poca diligencia le echó mano, en cuyo acto abrió su lumbrera y lo dejó no menos asombrado que al primero. Ya he dicho lo que por éstos se asegura de este animal, dejando a otros muchos que dicen le han visto, y aunque no he logrado por más esfuerzos que he hecho examinar personalmente los dos primeros testigos, estoy bien informado que son hombres de verdad y recto manejo, a quienes jamás los han notado ebrios ni delirantes. Pero aún dejando atrás estas circunstancias, puedo aumentar más el mérito de la verdad de estos prodigiosos sucesos con otra autoridad mas respetable, y es que el sabio especulativo Ilmo. Señor obispo que fue de esta diócesis doctor don Baltasar Jaime Martínez Compañón, que actualmente es arzobispo de Santa Fe, en su prolija visita trató mucho y dio más extensa idea de este animal, cuya figura la dirigió al soberano, no sólo conducido de esta noticia, que dejó relacionada sino que generalmente afirman su existencia, y continua vista en la tierra de los llamas, hacia la parte austral de esta América. En las inmediaciones de Jaén por la parte de Piura, igualmente dicen haberlo visto, y todos uniformes dan la misma razón en cuanto a la luz y figura de este nocturno”.

Estas descripciones continuarían en el ejemplar del 14 de julio de 1793 relativas al partido de Piura, perteneciente a la intendencia de Trujillo, destacando la referencia al danta, ante, gran bestia,  o, como lo conocemos en la actualidad, tapir, enemigo mortal del tigre, y cazado por los indios por su carne. O la descripción del oso hormiguero, “tan lerdo o perezoso que el diestro cazador lo aprisiona a corta diligencia”. Mucho más peligroso es el llamado oso frontino, de estimada carne por cuanto extingue el mal gálico, a la vez que su grasa sirve para suavizar los nervios entumecidos, pero que siente una particular apetencia por las mujeres, contándose la historia de una pastora india a la que raptó en el pueblo de Salas, y de la que estuvo abusando durante cuatro meses de ella, aludiendo al testimonio de un testigo fidedigno, el entonces cura, y luego canónigo de Lima, Fernando Cortez. Los saginos, chanchos, paquiras, o jabalíes (denominados pecaríes en la actualidad) ya fueron descritos, según el autor, en la obra de Joseph Gumilla, y de ellos destaca su carácter gregario. Hay numerosos tigres, cuya piel es utilizada como adorno, así como leones (pumas), que carecen de la melena de los africanos.

Los números posteriores continuarán haciéndose eco de estas descripciones.  Así, en el del 29 de septiembre de 1793, le tocaría el turno al partido de Saña o Lambayeque, destacando la descripción del picasar, vicsilin, quende, o, para nosotros, colibrí, por cuanto incluye elementos de carácter mítico y legendario, a saber, la noticia de que tiene un sueño de seis meses, según recoge Francisco Marcuello en su Historia de las aves. Y en el del 23 de marzo al de Cajamarca, debida a la pluma del contador de la Real Aduana Joseph Ignacio Liquanda, donde nos muestra al denominado gambusino, pulupulu, quirquincho, mulita o, como decimos en la actualidad, armadillo, descrito con  la técnica del puzzle, siempre tan socorrida para referirse a las especies americanas (“es de la estatura poco mayor que un gato su figura es en su trompa cabeza y cuerpo parecida a la de un cerdo pero le cubre una concha amarilla o de color cenizo listada a manera de la de tortuga que lo hace agradable a la vista”), y cuya carne salada y ahumada es mejor que la del más exquisito jamón de Extremadura.

 En la Gaceta de México, por su parte, encontramos referencias a las llamadas hormigas de miel, conocidas en Cempoala como vinitos. Y la llegada de una elefanta a la capital debió provocar tanto impacto que se incluiría una prolija referencia sobre este animal extractada de la Enciclopedia Metódica, en la que no podían faltar los elogios al mismo, de claros ecos buffonianos, por cuanto se caracterizaba por su inteligencia, valor, prudencia, retentiva, obediencia, y lealtad, incluyendo numerosas anécdotas procedentes de la lejana India relativas a estos animales. También en la Gaceta de Literatura de MéxicoJosé Antonio Alzate nos incluirá algunas noticias sobre diferentes especies animales. Llama la atención el interés que le suscitan las golondrinas, a las que dedica diferentes trabajos entre 1788 y 1793, acompañadas de los colibríes, las avispas y las abejas. Del autor destaca su respeto por una sabiduría local no siempre estimada por los naturalistas, aludiendo, en una noticia relativa a los loros aparecida el 2 de enero de 1794 a lo que enseñan “las gentes que nombramos rústicas. La experiencia los instruye, y los superficiales que no han registrado sino uno u otro libro en o general vulgarísimo, se atreven a tratarlos de ignorantes, rústicos”. Más claramente, en las páginas dedicadas al colibrí, critica la ciencia libresca elaborada en Europa, por cuanto, refiriéndose a la entrada que la Enciclopedia metódica dedicara a este ave, nos muestra “¿De qué sirve tanto diccionario y tanto libro dirigido al fin de proporcionar instrucción a los aplicados, si los más de los autores son unos meros copistas, que escriben porque leyeron?..sus descripciones son superficiales. No se habla nada de su modo de vivir ni de propagarse que es lo que importa a las ciencias naturales, porque lo demás se consigue con facilidad registrando los dibujos en los que se representan con exactitud".
           
No podía faltar tampoco la referencia a los fósiles, destacando las noticias aparecidas en repetidas ocasiones en la Gaceta de México, anteriores incluso al descubrimiento del megaterio del Río de la Plata. Así, el 10 de marzo de 1784 nos mostraba cómo en el cerro Tepeyac habían aparecido huesos de elefante, destacando un colmillo de tres varas y cuarta. Posteriormente, el 11 de agosto de 1784 se incluía la noticia de dos mandíbulas, un fémur y otros huesos del mismo animal en las cercanías del monasterio de Guadalupe, y dado “la magnitud de estos huesos, los colmillos, y el carecer de dientes incisivos sus mandíbulas, son pruebas manifiestas de que este animal era Elefante, que es la bestia mayor de los cuadrúpedos, como lo es entre los marinos la Ballena”, descubriéndose años después un nuevo esqueleto en Aguascalientes.

Naturalmente, el cultivo de la Historia Natural  tenía muchas virtualidades, comenzando por sus propios beneficios utilitarios, tan caros a la Ilustración española, según reconocía el botánico Joseph Mariano Mociño en la Gaceta de México del 19 de septiembre de 1801, “la segunda causa de no aprovecharnos de nuestras medicinas propias, es la poca afición que se ha tenido á la Historia Natural, siendo ella una parte esencialísima de la materia médica, en tanto grado, que jamás saldrían nuestros conocimientos de la limitada esfera de un ciego é irracional empirismo...si no nos diera esta ciencia sus luces auxiliares, ayudándonos la Quimica, para equivocar menos nuestros juicios.Otra de ellas, era, sin duda,  la presentación de una alternativa americana a los usos científicos europeos.  Es cierto que elMercurio peruano del 20 de marzo de 1791 se hacía eco, sin mencionarlo, de las tesis de Buffon sobre la degradación de la naturaleza americana, reflejando cómo “esta disposición de la atmósfera ha debido influir en las producciones y animales del nuevo mundo, Entre sus trópicos no existía alguno de los grandes cuadrúpedos y los naturalistas advirtiendo esta particularidad han sospechado que las semillas no podrían desenvolverse en un clima tan poco favorable a las principales organizaciones del reino animal conjetura afianzada por la degradación sensible que han sufrido todos los animales domésticos importados de la Europa al punto de llegar a desesperarse en los principios ver continuada en adelante su posteridad”. Con el tiempo, sin embargo, comenzaremos a ver un mayor sentimiento de seguridad intelectual, permitiéndose la crítica a los naturalistas europeos. La Gaceta de México del 15 de julio de 1788 se hacía eco de las críticas del Director del Jardín Botánico contra el sistema de Linneo, y el 22 de diciembre de 1789 en los ejercicios públicos de Botánica habidos en la Universidad de México el médico Joseph Mazifio se veía obligado a responder a los contradictores de los fundamentos botánicos del autor sueco.

Este orgullo criollo se manifestará claramente en las páginas del Mercurio peruano del 12 de septiembre de 1793, en las que encontraremos un cumplido elogio fúnebre de la figura del coronel Antonio de Pineda, nacido en 1753 en Guatemala y miembro de la expedición de Malaspina, y ya elogiado en la Gaceta de México del 24 de agosto de 1790, en el que se nos revela cómo la lealtad a la monarquía era aún compatible con el orgullo de proceder de las tierras americanas, a la vez que nos muestra la condición cuasisacerdotal del naturalista “abrazó todos los que se comprenden en la historia natural, y otros muchos que tienen conexión con ellos. La especie humana, considerada en cada uno de los diferentes climas que transitó, su grado de civilización, población, comercio, agricultura y recursos fue para él un objeto digno y fecundísimo. No olvidaba entretanto los demás individuos del reino animal y vegetal haciendo un crecido numero de acopios y observaciones, y se contraía con esmero al reino mineral. Siendo éste el primer patrimonio de nuestras Américas, debe ser el asunto más importante de las especulaciones de un filósofo español..su muerte ha privado a la república literaria de un sabio que algún día debía ser su primer ornamento, a la monarquía de un naturalista laborioso que le será difícil reponer aún con muchos profesores activos, a nuestra América de un hijo ilustre que sería freno y confusión del orgullo y mordacidad extranjera...reglaba las horas de su vida a sus ocupaciones, y siendo estas continuas, casi no tenia alguna destinada al reposo y desayuno. Dormía y comía con austeridad y solo cuando se veía muy oprimido de las grandes necesidades de la naturaleza, Le eran insensibles las medianas. Aunque militar y músico, era poco apto para la pequeña conversación. Un pájaro una planta etc que se presentasen a sus ojos lo arrancaban del mas espléndido cortejo, y le hacían olvidar cuantos hechizos ofrece el sexo amable. Los contrastes y simpatías marciales se hallaban en él amortiguadas por las profundas contemplaciones de la sabiduría. Pero cuanto trataba en asuntos de ésta era fecundísimo.

Orgullo criollo que, no obstante, era consciente de la situación de atraso existente al respecto. En el Mercurio peruano del 12 y 23 de enero de 1794 encontramos un discurso pronunciado por el religioso de la orden de agonizantes Francisco González Laguna, socio de la Sociedad Vascongada y miembro de la expedición botánica del Perú, en el que declaraba la compatibilidad entre la Historia natural y la religión cristiana, utilizando el consabido argumento de que la descripción de la naturaleza nos permitía contemplar por doquier las maravillas de la creación divina, y  reflejando la situación de retraso de la misma en el territorio americano, si bien es cierto que este retraso tendía a acortarse como consecuencia del celo de los bienamados monarcas:  Desde entonces han corrido como contrarias la palabra natural de Dios y la revelada, de cuyo error fascinados muchos aún vacilan con esta envejecida simpleza...desde el siglo 16 se conoció este letargo, y en el anterior y el presente tanto se han inflamado las naciones, que se compiten entre sí los sabios para redimirse de este baldón. La nuestra camina lenta, especialmente en nuestra América. Y sólo el celo con que a expensas de nuestros últimos soberanos trabajan por todas partes nuestras expediciones puede cubrir nuestro bochorno, a vista de lo que el Plinio de nuestro siglo dice de españoles y portugueses hablando de la botánica y su nomenclatura. Entre muchos de nosotros todavía esta ciencia se reputa pueril, impertinente e inútil, todavía se oye la historia natural no está recibida en el estado político ni eclesiástico, nunca ha merecido cátedras en nuestras universidades ni aulas en nuestras escuelas...este mortal atraso es el que me impelía a extender algún rasgo a pesar de mi rusticidad, para hacer ver a nuestra patria la importancia suma de la ciencia, de los entes, o Historia natural...concluir en fin con indicar cuanto conduciría para adelantarlas, que en nuestros colegios y universidades se añadiese a la física este estudio, que después para los de la carrera de curas sería diversión y utilidad, y a los que no tienen otra que gozar de sus mayorazgos, un inocente útil y delicioso entretenimiento que les haría odiosos los que de ordinario hacen su disipación y su ruina....así es como socorre la historia natural al hombre, esta ciencia que por sus propios caracteres nos informa con propiedad y nos da a conocer sin equivocación los entes criados que existen en el globo, esta ciencia que muestra los preceptos para entender el libro de la naturaleza, no escrito con  letras, sino con caracteres impresos por la mano del Creador en sus hechuras, aquel libro que contiene la gran obra de la creación”.

 Hay, no obstante, algunas noticias que nos muestran un interés cada vez mayor por parte de las élites locales por la Historia natural. La Gaceta de México nos incluía el 29 de diciembre de 1784 una supuesta tertulia entre el cura, el notario y el barbero de Cozotán, localidad “abundante de tristezas y escasa de amenidades”. En la capital del virreinato el número de gabinetes particulares era cada vez más elevado, como efecto imitador del fundado en la corte de Madrid, que provocaría el despertar en España de esta ciencia en España con tan rápidos progresos “que apenas hay persona de buen gusto que no aspire a poseer algunas nociones de tan delicioso estudio, ni se verifica expedición científica dispuesta por la Corte de España que no leve su naturalista español. En la Gaceta de México del 22 de abril de 1790 se daba la noticia de la apertura de un Gabinete de Historia Natural por parte de Joseph Longinos Martínez, con la finalidad de que “el público goce de este beneficio proporcionándole por este medio la fácil instrucción en esta ciencia”, colocando los especimenes animales, vegetales y minerales con sus rótulos correspondientes, su género y especie, su utilidad en la medicina, industria y economía, y la provincia de origen, todo ello acompañado del árbol de los tres reinos de la Naturaleza conforme al sistema de Linneo. El autor de la noticia era claramente optimista para el futuro, ya que se preveía que el gabinete sería enriquecido con la protección y la generosidad de los aficionados. Compuesto de un total de 24 estanterías, la 4 y la 5 estaban dedicadas a distintas especies de aves, peces e insectos, encontrando en la 17 petrificaciones y osamentas de elefantes halladas en distintos parajes del reino. No sería el único: la Gacetadel 24 de agosto de 1790 se refería a los gabinetes del fiscal de la Real Hacienda, del intendente corregidor de la capital, el superintendente de la Real casa de Moneda, el superintendente de la Real Aduana, el director general de Alcabalas y Pulque, un teniente coronel, el Director General de Minería Fausto Elhuyart, el clérigo Joseph Antonio de Alzate, y el director de la Real Lotería, destacando el absoluto predominio de la mineralogía, el reino más mimado por la Historia natural novohispana, incluida la propia prensa, y la adscripción de sus poseedores, como era de esperar, a las élites sociales de la capital virreinal. No obstante, el problema era la conservación de las especies animales, amenazados por la polilla, aludiendo Alzate en la Gaceta del 10 de agosto de 1790 a la utilización de la cebadilla como remedio. Conocida por el autor su utilidad como aniquiladora de piojos, experimentó la misma con un topo disecado, descubriendo que pasado dos años la piel de éste estaba intacta, contrastando con la de un segundo que no había sido tratado con dicha planta.

Nada de ello, sin embargo, parecía suficiente, y se echaba de menos una mayor protección oficial. En el prólogo al tomo noveno de la Gaceta de México, correspondiente a los años de 1798 y 1799, su autor Manuel Antonio Valdés se dirigía al Virrey aludiendo a la sugerencia de éste de incluir noticias de Geografía e Historia Natural, a lo que Valdés le respondía que “esto se verificaría si por una Real orden se asignaran sujetos idóneos para su formación”.  Añadiría, con tristeza, en el prólogo al tomo décimo (1802 y 1803) que las instrucciones del virrey sobre la remisión de noticias de Historia Natural y Geografía apenas habían tenido eco, salvo alguna información procedente de Veracruz. De hecho, la única noticia de interés naturalista incluida en su Gaceta en los años posteriores sería la referencia al aligator, del que se vendían láminas en la oficina de dicha publicación. Poco tiempo después, las vicisitudes de la Guerra de Independencia en la metrópoli, y de la emancipación de los territorios americanos se llevarían por delante unos prometedores comienzos que no acabarían de cuajar por culpa de las circunstancias. Lo que no deja de ser una historia repetida en demasiadas ocasiones en todo el mundo hispánico.

Arturo Morgado García. Buena parte de la información ha sido recogida en nuestro trabajo "La historia natural en la prensa hispánica finidieciochesca: la visión del mundo animal". Cuadernos Dieciochistas, 14, Universidad de Salamanca, 2013, pp. 339-365, ISSN 1576-7914". Las Ilustraciones corresponden a los dibujos realizados por José Guió para la expedición Malaspina y conservados en el Museo de América.

ROJAS COCOMA: EL ORINOCO Y LA CIENCIA EMOCIONAL (2013).

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A mediados del siglo XVIII la región del río Orinoco, hasta entonces territorio olvidado de la Corona Española, pasó a estar en el centro de las miradas europeas. El afán de redescubrir esta frontera produjo un auténtico interés cientifista que inició con su descripción por parte de los jesuitas misioneros y que concluyó a comienzos del siglo XIX con los cuatro años del viaje de Humboldt y Bonpland a América. 
 
Aunque otras comunidades religiosas habitaron el Orinoco y escribieron sobre éste, quienes lo hicieron visible y público fueron los jesuitas. La Compañía se sustentó en profundos estatutos escolásticos que forjaron una intelectualidad, una erudición y un conocimiento del mundo particulares. Fue una empresa global, que organizó su expansión a través de un orden de la escritura, el cual mediante informes, cartas annuas, relaciones, ensayos e historias, tejieron una red de conocimiento en la que el mundo se concebía como  una unidad por afianzar en la fe. Su pensamiento y su escritura se sustentaron en un conocimiento teológico y filosófico, así como un conocimiento práctico de la astronomía y la lingüística, implementado en los sistemas educativos de la Ratio Studiorum. En ello, la retórica, como sistema de oralidad, de escritura pero también como sistema de entendimiento, contribuyó a definir su pensamiento y su visión del mundo. Los jesuitas encontraron en la cultura del impreso un apoyo que les sirvió de estrategia para garantizar la unidad tanto ideológica como estética. El texto impreso no fue sólo una cuestión de referencia sino también parte de su estructura ideológica; si la escritura trazaba la estructura de la Compañía, el impreso garantizaba su difusión. Los grabados que acompañaron dichos textos eran más que un elemento decorativo, eran los encargados de organizar la retórica de lo visual en el texto e identidad jesuita. La relación entre grabado y saber fue básica para el pensamiento científico de la modernidad. Y a lo largo de los siglos XVI y XVII los jesuitas estuvieron a la vanguardia de dicho conocimiento. Sin embargo, para mediados del siglo XVIII el saber jesuita entró en desprestigio. Críticos acérrimos de la comunidad como Voltaire, Diderot, Cornelius de Pauw, los jansenistas, los francmasones, y los científicos de las academias de Londres y París, fueron duros opositores de todo el saber proveniente de los jesuitas, a pesar de que sus textos se surtieron de sus relatos para referirse del mundo inaccesible de otra manera que no fuera gracias a sus viajeros, sus misionerosy la difusión de sus textos. 

En 1741 el jesuita Joseph Gumilla, tras décadas en la actividad misionera publicó un libro titulado "Historia natural, civil y geográfica de las naciones que habitan en la rivera del Orinoco", texto  en el cual pretendió dar a conocer ante la corona española, ante los misioneros y también ante una comunidad científica, ese espacio desconocido para todos que era la región orinoquense. El libro tuvo una amplia recepción, sobre todo por parte de la comunidad científica, que no dio tregua alrededor de las críticas y comentarios, como Cornelius de Pauw que veía en el libro de Gumilla un texto "un poco profano en la boca de un misionero. Lejos de alejarse de la respuesta científica, Gumilla se acercó a esta comunidad con una segunda edición, a cuatro años de la primera, ampliada, más descriptiva en lo que refiere a los términos "científicos", y con un título completamente sugestivo: El Orinoco ilustrado y defendido. El texto de Gumilla se leía, se debatía, se traducía y presentaba a Europa un relato de América totalmente inédito, a pesar de que su escritura conservó el estigma del texto misionero y religioso. 


Los grabados de Gumilla fueron realizados por Mateo González. Si bien ya los jesuitas habían impreso relatos del Orinoco como parte de sus "historias del Nuevo Reyno de Granada", esta era la primera ocasión en que se imprimía un libro que tenía como eje central el Orinoco, y además era la primera historia de la región que se acompañaba de manera visual. Veremos un ejemplo en la imagen titulada: "Los médicos llamados piaches". Se trata de una descripción en la que se explican los usos paganos de los indios aruacas en el tema de la medicina, y la manera cómo se realizan los cuidados. Se ve el uso de las maracas y los ritmos como parte de la sanación. Dos de los médicos expulsan viento y fuego de la boca sobre el pecho de la india doliente. En la esquina inferior a la izquierda hay un indio que consume Yopo, aspirándolo por la nariz.  Esta sustancia, un polvo extraído y procesado de un árbol de curuba, según refiere Gumilla, "Hace creer a los indios que habla con el demonio. La narración visual se articula directamente con el texto de manera fluida. En el caso de los textos impresos religiosos los grabados cumplían la función de "estampa" como imagen de devoción. Pero en esta ocasión, la imagen debía proveer la representación de un espacio. En el caso del yopo, como en el uso y la actividad de los instrumentos musicales, hay un interés específico por entender el objeto descrito en su práctica. Es imposible conocer de forma detallada la relación de Gumilla con el inventor y el grabador de sus imágenes, pero lo que sí se puede precisar es la relación minuciosa de la imagen con las descripciones. A la par de esta descripción narrativa, iniciaba el comentario científico, que pasaba de ser enunciación para convertirse en transporte, traslado, conocimiento visual del Orinoco. En la visualidad jesuita del Orinoco, aunque sea parte de la descripción científica, se expresa sin embargo una emocionalidad  de lo barroco. En la segunda mitad del siglo XVIII la ciencia comenzó a configurar los sistemas objetivos a partir de sus representaciones, las cuales permitían producir estándares cuantificables y verificables. En esta lógica la imagen del Orinoco debía surtir un dato, pera en la lógica barroca además debía hacerlo expresivo. Se trataba de un problema estético. Por eso en la imagen de los Piaches, al médico que se encuentra atrás soplando hacia las nubes, no bastó representarlo sólo en la actitud, sino que su soplo se integró a las nubes oscuras, sustentando el discurso mítico de su conversación con el demonio. 
 
En 1780 Philipo Salvatore Gilij publicó el Saggio di Storia Americana. El punto de origen de esta denominación es el rumoroso texto de Locke de 1690: An Essay concerning human understanding. Y aunque el saggio de Gilij mencionaba a América, su descripción se concentró exclusivamente en el Orinoco.Apoyado en la labor de Gumilla, de quien recibió órdenes en su labor misionera y a quien también le dedicó este trabajo, el libro de Gilij tuvo una intención declaradamente científica. En 1767 la Compañía de Jesús fue expulsada del territorio americano, Gilij se encontraba en Roma, y como otros jesuitas tras el destierro, quizo reivindicar lo local y la exploración en el detalle de América como conocimiento. En la defensa de lo particular, Gilij se autorizaba en este ensayo como un "científico de la experiencia". 

Aunque muchas de las imágenes de la obra de Gilij fueron inspiradas en los grabados de la obra de Gumilla, su observación era diferente. Técnicamente, la imagen estuvo mucho mejor elaborada y los grabados son mucho más grandes, detallados y precisos. Las descripciones de la población, las actividades o las plantas, continuaban la tradición de los libros de inventarios que indicaban, a través de una nomenclatura, el lugar de lo visto en el grabado en la descripción textual. La imagen y el texto se articulan como un gabinete de curiosidades  como garantía de verdad; su descripción comenzaba a ser más detallada. En el caso de "Armi degli indiani", sorprenden las formas neoclásicas que adquieren los indios. En posturas heróicas de batalla, los indios armados de lanzas, masas, tambores y arcos adoptan una forma casi mitológica, pues están defendiendo a la luna, violentada por su amante en una noche de eclipse. La narración misma describe con maravilla, a través de recursos como las hipérboles, las acciones que hacen todos procurando defenderla: "los Guajanies creyendo a la luna sin comida, y para que no tenga hambre, se disponen a hacerle de comer en donde viven. Las mujeres Otomacas se colocan brazaletes para invitarla a descansar, produciendo mientras tanto infinitas lágrimas para apaciguarla. Lo mismo hacen los salivas llorando intensamente, y quizás todos los otros". Más que una especie de instante "fotográfico", la imagen grabada actúa como es un inventario de prácticas, usos, herramientas y costumbres, por eso vincula las prácticas de diversas comunidades indígenas en un solo plano, pues antes que representar la realidad, producir un paisaje humano, lo que se procura es exhibir una clasificación. Como las planchas de la "Encyclopèdie" de Diderot, o como cualquier grabado de un texto científico del siglo XVIII.

La difusión del libro de Gilij en el siglo XVIII, en comparación del de Gumilla, fue bastante discreta. Para los años setenta su libro nunca fue traducido, no vio una segunda edición, y sus imágenes no tuvieron la difusión que tuvieron las de Gumilla. Si era una imagen científica ¿porqué se anulaba? pensando en la objetividad de la mirada, como lo plantean Martin Jay y Lorraine Daston,  estamos hablando de un cambio en el siglo XVII de un régimen de la mirada, en la que la representación visual como dato científico, como una estandarización, procuró estructuras objetivas del conocimiento en la que se rechazaba, cada vez más, el pensamiento escolástico jesuita. 

Extractado de Carlos Rojas Cocoma: "El Orinoco y la ciencia emocional en las imágenes del siglo XVIII". VIII Encuentro Internacional del Barroco, Arica, Chile, 2013. 



WALLACE BREEM: EL AGUILA EN LA NIEVE (1971).

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Como no sólo de animales vive el hombre, en este blog incluiremos, al igual que ya lo hicimos en su etapa anterior, varia res de temas muy variados. En esta ocasión, hablamos de un libro cuyo título es de los más bonitos que hayamos encontrado.


"El día dieciséis de enero del año mil ciento sesenta tras la fundación de Roma, la Vigésima Legión, la última en llevar el Aguila, fue aniquilada en la trigésima piedra miliar de la calzada de Augusta Treverorum". Estas palabras, con marcado tono crepuscular, nos evocan muy bien  el tono general de esta novela. Se basa en acontecimientos reales, a saber, el cruce del Rhin en la Nochevieja del año 406 (o 405, porque los historiadores no acaban de ponerse de acuerdo), por una banda de suevos, vándalos y alanos, y que iniciaría un acelerado proceso que acabaría por darle la puntilla al debilitado Imperio de Occidente. Los escritores del momento, como Orosio, Salviano, Gregorio de Tours o San Jerónimo, se harían eco de todo ello, destacando las apocalípticas referencias de este último (1).

Porque toda la novela es una reflexión sobre la decadencia, una referencia a un mundo que está a punto de derrumbarse, entre otras cosas, porque ya nadie cree en él. Es muy sintomático el perfil del protagonista, Gaio Máximo (el mismo que en la película Gladiator, aunque pocas más semejanzas hay entre la novela y el film, a pesar de los intentos del marketing por hacerlos ver), pagano en un mundo ya cristiano, leal a un Imperio lleno de usurpadores, fiel a sus obligaciones como soldado cuando muchos llegan a cortarse los pulgares para librarse de sus deberes militares, infatigable en sus desvelos por reforzar una frontera cuando ni las restantes autoridades responsables, por apatía, corrupción o cansancio, hacen nada por ayudarle. El tono de la novela es lento y cansino, aunque en sus últimas páginas, cuando los germanos han cruzado el Rhin aprovechando que sus aguas se han cubierto de hielo, se acelera, describiéndonos los esfuerzos de una sola legión, la vigésima (existió en la realidad una XX Legio, la Valeria Victrix, acantonada en Britania, aunque su pista se pierde a finales del siglo III), por cumplir una tarea que todos saben como imposible, aunque todos acaban cumpliendo con su deber.

Humo y cenizas, un puñado de huesos y una leyenda (frase que sí nos recuerda a la película ya citada ya que en una de sus escenas Proximo, interpretado por Oliver Reed, muestra cómo "los mortales somos sombra y cenizas"). De todos es sabido que al final lo único que queda de nuestra persona es el recuerdo, aunque tan sólo de nosotros depende qué clase de huella dejaremos cuando nuestra "animula, vagula, blandula" abandone su envoltura mortal.

(1) Una buena visión en  David Alvarez Jiménez, "La otra ruptura del limes en el 406: la piratería en las provincias occidentales del Imperio", A queda de Roma e o alvorecer da Europa, Universidad de Coimbra, 2013.

CARTOGRAFIAR LA PRODUCCION CULTURAL EUROPEA.

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Uno de los conceptos en los que se está trabajando en los últimos años es el de redes académicas, y podríamos destacar el proyecto coordinado por Paula Findlen en la universidad de Stanford, "Mapping the Republic of Letters", que, entre otras cosas, está trabajando en la correspondencia de ilustrados como Voltaire o D´Alembert, las ciudades más visitadas por los viajeros del Grand Tour, o la cartografía de la producción intelectual en el mundo hispánico. Un nuevo elemento podría ser el análisis geográfico de los libros reseñados en algunas publicaciones periódicas del momento, y un buen ejemplo de ello sería el Journal des Savants.

Los inicios del Journal se sitúan en torno a 1665, y hay una vieja polémica acerca de cual fue el primero, si éste o las Philosophical Transactions. Ya desde el principio adquiere lo que será su perfil característico: no dará tanta cabida en sus páginas a artículos originales (aunque encontramos algunos), lo que lo diferencia profundamente de la publicación inglesa, cuanto a reflejar los libros publicados en otras poblaciones europeas, y, de hecho, podríamos decir que el Journal fue el inventor de un nuevo género literario, la reseña, que no hace más que reconocer la imposibilidad, ya a mediados del siglo XVII, de que un hombre culto pudiera leerlo todo, iniciándose así la fragmentación del conocimiento que ha llegado a extremos cuasi ridículos en estos años iniciales del siglo XXI.

Sea como fuere, lo que nos ofrece el Journal es una visión de la producción editorial europea a través del prisma parisino. Ciertamente, la urbe francesa se encuentra en una magnífica ubicación en el Occidente europeo, pero bastante al margen de lo que sería la periferia, a saber, las regiones escandinavas, la Península Ibérica, la Europa oriental, o los siempre olvidados Balcanes. Un buen punto de comparación sería las Acta Eruditorum, cuya publicación se iniciara en Leipzig en 1682, pero en estas breves líneas nos vamos a limitar a lo que nos ofrece el Journal entre los años de 1666 y 1679, en los que da noticias de 547 publicaciones en latín, 426 en francés, 51 en italiano, 10 en inglés, una en alemán, tres en español, dos en portugués, y tres en griego, aunque ello no refleja tanto cuales son las lenguas de cultura de la Europa del momento (aunque es muy significativa la gran presencia que sigue teniendo el latín) cuanto las más necesarias para el savant francés, destacando, por encima de todas, el italiano. En cuanto a la geografía de estas publicaciones, París, naturalmente, con 280 libros latinos, 379 franceses,  dos en italiano, y dos en griego, aparece a la cabeza, pero también podríamos destacar, fuera de Francia, la importancia de los centros holandeses (como Amsterdam, con 31 libros latinos y 4 franceses), alemanes (Francfort, con una docena de libros latinos), italianos (Roma a la cabeza de todos, con 15 textos latinos, 22 italianos y uno griego, seguida de Bolonia, con siete libros en latín y otros tantos en italiano) e ingleses (Londres, con 29 textos latinos, dos franceses, y diez ingleses; y Oxford, con 10 libros en latín). La Península Ibérica, naturalmente, está prácticamente ausente, y lo mismo sucede con la Europa oriental. También se podría realizar un análisis de las temáticas predominantes, aunque de momento nos basta con señalar que todo lo más significativo de la cultura europea del momento pasa por el Journal, y en las páginas de los años señalados podemos encontrar tanto representantes de una cultura jesuítica que daba sus últimos coletazos (como Kircher o Schott), como a los abanderados de la Revolución científica (Robert Hooke), con asuntos tan variopintos como sesudos tratados de teología o derecho, o temás aparentemente más livianos como viajes, animales, descubrimientos astronómicos, o referencias a monstruos y prodigios.

Arturo Morgado García

P.D. Por supuesto, la recogida de toda esta información es un proceso arduo, lento, tedioso, y aburrido.


STEVEN HARRIS: JESUIT SCIENTIFIC ACTIVITY IN THE OVERSEAS MISSIONS (2005).

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En un contexto de tradiciones nacionales en la ciencia colonial, la actividad científica de los misioneros jesuitas presenta una combinación única de caracteres. El carácter multinacional de la Compañía dio a sus misioneros acceso a las colonias portuguesas, españolas y francesas, y esta diversidad de ambientes naturales y culturales se reflejaría en la complejidad de las prácticas científicas jesuitas. De los recientes estudios sobre dichas prácticas destacan como temas principales la habilidad de la Compañía para utilizar expertos científicos en beneficio propio y la compleja red de dependencias con sus actividades misioneras, la habilidad de sus misioneros para acercarse a culturas muy variadas y apropiarse del conocimiento local especialmente en materia médica y en geografía, y los caminos en que los jesuitas utilizaron sus relatos sobre naturalezas remotas para apoyar sus intereses religiosos y corporativos.

En torno a 1750, la Compañía contaba con un total de 500 colegios y universidades en Europa, y unas 270 misiones por todo el mundo, presidiendo la red institucional más compleja y extensa del Antiguo Régimen, red que operaba como parte de un complejo de dependencias que envolvía tradiciones culturales regionales, intereses comerciales y autoridades estatales. La Compañía se vio obligada a negociar patronazgo, pasaje y protección a las instituciones coloniales para proseguir sus objetivos de proselitismo, y su éxito en las misiones ultramarinas dependía de las relaciones con los poderes coloniales. Ellos descubrieron que ciertas áreas del conocimiento podían ser útiles para ellos, para sus patronos, o para los extranjeros. Colectivamente, realizaron una contribución muy significativa a la astronomía, la cartografía, la geografía, la historia natural, la etnografía, la botánica y la medicina, aunque con grandes diferencias. Si la astronomía estaba reservada a la élite cultivada en las universidades, la botánica médica era dejada en manos de coadjutores temporales, que nunca predicaron y raramente publicaron.

La ciencia jesuita ultramarina estuvo caracterizada por su talante multinacional, la apropiación del conocimiento local, y la múltiple utilización realizada de las historias naturales publicadas. Por lo que se refiere al segundo punto, las largas estancias de los misioneros, su aprendizaje de las lenguas locales, su atención a sus costumbres, y su deseo de ganarse su confianza, les hacía especialmente aptos para este cruce de culturas. Sus naturalistas representan un punto de encuentro entre la teología, las historias naturales coloniales y las epistemologías de la Ilustración. Las producciones raras y maravillosas de la naturaleza inspiraron a muchos jesuitas, entre ellos a Gumilla, para el cual todo ello permitía conocer mejor a Dios.

La práctica religiosa jesuita estuvo caracterizada por la retórica tradicional de la masculinidad, y la espiritualidad ignaciana se distingue por su carácter de lucha, combate y actividad. Elizabeth Rhodes nos ha mostrado cómo la mayor influencia jesuítica (profesores de universidades, predicadores en las iglesias, confesores en la corte) se produjo en ámbitos donde se excluía categóricamente a las mujeres.

Extractado de Steven J. Harris, "Jesuit Scientific Activity in the Overseas Missions 1540-1773", Isis, 96, 1, Universidad de Chicago, 2005.

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Mulus di Pramusim, Manchester United: Tes Yang Sebenarnya Ialah Tottenham di Pekan Pertama

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Mulus di Pramusim, Manchester United: Tes Yang Sebenarnya Ialah Tottenham di Pekan Pertama
Agen Bola Sbobet Indonesia - Sejauh ini di pramusim MU berjalan dengan mulus, bahkan berpeluang sampai akhir yang sempurna. akan tetapi MU sangat sadar bahwa laga selama ini tidak bisa jadi ukuran yang pasti.

Setan Merah dalam sejauh ini telah memetik hasil yang sangat bagus dalam tur Amerika Serikat, diantara itu juga mereka telah mengikuti ajang International Champions Cup. Si Setan Merah bertandingan tiga kali laga, semuanya meraih dengan akhir kemenagan.

Sesudah membuka tur sampai kemenangan 1-0 melawan Club Amerika, mereka juga menang 3-1 melawan San Jose Earthquakes dan Barceleno juga. Anak asuh Louis Van Gaal pasti berhadapan dengan Paris Saint Germain di laga Akhir dan berkesempatan menyempurnakan lajunya.

Dengan demikian, hasil positif ini yang di sebut gelandang Setan Merah Michael Carrick juga belum menjadi pernilaian yang sebenarya. Sesungguhnya penilaian yang sebenarnya ialah di laga pertama kali musim depan saat mereka menjamu Tottenham Hotspur.

“ kalian bisa menilai apa yang bisa kalian lakukan dari laga pramusim ini, akan tetapi di saat laga melawan Tottenham di pekan yang pertama musim merupakan tempat yang paling bisa di nilai. kami saat mengetahui dengan baik sekali hal tersebut meski pun sesudah tiga kali dengan hasil yang baik,” Ucap Michael Carrick di sports.

“Dengan waktu yang lebih lama manajer sudah ada di sini dan sekarang kami semuanya sudah terbiasa dengan cara bermainya. kami sudah berkembang menjadi tim yang bisa memahami cara-caranya. aku pikir kami jauh lebih kuat dalam banyak hal: kedalaman, kekuatan tim dan pastinya kualitas tahun ini,” terakhir yang di katakan Gelandang 34 tahun tersebut.
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